Celeste
Había conseguido el puesto de auxiliar de contabilidad en una organización de las naciones unidas, gracias a una amiga de la universidad. La paga era menos a la de mi antiguo trabajo, pero la presión también era menos. Y era justo lo que necesitaba.
Papa me había llamada al día siguiente de mi renuncia a la empresa. Me ofreció trabajar de nuevo con él, pero yo lo decline. Al final de la llamada, papá dijo dos palabras que nunca lo había escuchado mencionar, y estas eran "Estoy orgulloso de ti". Sabia que esa era su forma de hacerme saber que me apreciaba a pesar de todo.
Mamá también me llamo, claro que para reclamarme. La deje hablar todo lo que quisiera, y al final de su parloteo interminable, le dije que la quería a pesar de todo. Ella se quedo callada por unos segundos. La escuche sollozar en silencio y luego ella me dijo que me amaba.
Sabia que mi vida no iba dar un giro de trecientos sesenta grados de la noche a la mañana, pero esto ya era un gran paso.
Estaba realizando unos balances, cuando la secretaria de recepción llama a mi nombre y me dice que tengo una visita.
Me parece extraño que alguien me visite en mi nuevo trabajo. Las únicas personas que saben donde trabajo son mamá, mi amiga que me consiguió este puesto y papá. Y no creo que sea ningún de los tres.
-¿Te dio un nombre?- le pregunto a Sandra.
Ella niega con su cabeza.
Me levanto de mi escritorio a la expectativa de ver quien me busca.
Cuando voy a la recepción, la única persona que esta sentada, es un señor de cabello canoso pero espeso, antejos de montura redonda y cejas espesas.
-¿Celeste?- me pregunta cuando me ve llegar.
-Si, soy Celeste- mi voz denota cautela.
-No te preocupes, no estoy aquí por nada malo- me tiende la mano para que se la estreche -soy Marcos Rigel, un amigo de Benjamín-
Al escuchar el nombre de Benjamín mi corazón se agita.
He pensado en él, pero no he pensado en ir a buscarlo. Me hirió y nunca voy a perdonar lo que me dijo.
-¿Crees que podemos hablar luego del trabajo? ¿ir por un café?-
Lo miro dubitativa. Si esta es una táctica de Benjamín para que lo perdone, no lo va conseguir. Si quiere pedirme perdón, debe venir él en persona y no mandar a su amigo.
-Benjamín no sabe que yo estoy aquí. Lo juro, él no me ha enviado- me dice pareciendo leer mi mente.
-Esta bien- digo al final -salgo del trabajo en unos veinte minutos-
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El león y la oveja
RomanceCeleste Palermo ha vivido en la monotonía y la rutina toda su vida, complaciendo a su padre y a su madre en todo lo que le piden. Ella siente que no ha vivido por ella misma. Pero todo cambia cuando su padre contrata a un nuevo asistente de finanzas...