Capitulo 40

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Un movimiento insistente a mi lado me hace abrir los ojos lentamente, al abrirlos por completo puedo notar que ya es visible la luz del sol, observo el resto de la habitación y no fue un sueño, ya no es un limbo, ni un hospital, es mi casa, mi hogar

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Un movimiento insistente a mi lado me hace abrir los ojos lentamente, al abrirlos por completo puedo notar que ya es visible la luz del sol, observo el resto de la habitación y no fue un sueño, ya no es un limbo, ni un hospital, es mi casa, mi hogar. Enfoco mi mirada en el movimiento junto a mi y veo a mis pequeños junto a mi, despiertos totalmente pero en completo silencio, sus diminutas manos se han enlazado y observan todo a su alrededor, sonrío mientras beso sus pequeñas cabecitas, sus diminutas mejillas y los observo, son tan perfectos.
 
El amor a primera vista si existe.
 
Busco a mi esposa en la habitación con mi vista pero no se encuentra por ningún lado, suspiro y alguien toca la puerta antes de ingresar, son mis padres y mi mamá quienes al ver a mis pequeños moverse despiertos se acercan con una sonrisa de oreja a oreja.
 
—¿Y Lucia, dónde está hijo? —pregunta mi padre.
 
—La niña Lucia debió hacer una diligencia de suma importancia y salió temprano —respondió Helena por mi.
 
Qué extraño ¿Será que ella sabe?
 
—Ah, entiendo ¿Hay fórmula para alimentar a mis nietos? —pregunta mi madre, Helena y yo la miramos con horror.
 
—No señora Caroline, si hacemos eso a la niña Lucia le da algo —responde Helena —ella tiene un banco de leche materna en el congelador para los bebés hasta para alimentarlos hasta para ocho días sin ella. —explica y mis padres asienten
 
—Pero ¿Qué tiene de malo la fórmula? —pregunta mi madre.
 
—Que no les va a aportar las células, los anticuerpos que le aportará el oro blanco del pecho de su madre, además alimento de fácil digestión, es un alimento vivo y podría quedarme todo el día dándote los beneficios de la leche materna sobre un alimento artificial —entra Adry de la nada a la habitación respondiendo a mi madre —Hola sobrino —me saluda la saludo con un gesto —además ¿Si hay leche materna para qué usaríamos esa cosa llena de azúcar? Y con todo lo que Lucia lucho para establecer su lactancia ella no podría con algo así.
 
—Me quedó claro Adry —responde mi madre —ya sé que estudiaste eso por pasión, me quedó muy claro chiquilla sabionda —dice mi madre haciéndonos sonreír.
 
—Ya no tengo diez años hermana —dice Adry con una sonrisa y mi madre se encoge de hombres.
 
—Para mi siempre serás mi hermanita chiquita —responde mi mamá —bueno cariño, ayúdame con nuestro hijo para ayudarlo a darse un baño y para ayudarlo a bajar al comedor —pide mi madre y mi padre asiente —Helena querida, puedes ubicar el Moisés en la sala para los bebés por favor —Helena asintió y se fue a hacer lo que mi madre le pidió.
 
—Yo me encargo de Danielle y Gael —dice Adry y mi madre le susurra un gracias.
 
Así pues después de mi madre bañarme como Adry baña a mis bebés, me ayuda a vestirme y me sientan en la silla de ruedas con ayuda de mi padre, al salir noto que hay una abertura en el pequeño balcón de la segunda planta dónde se encuentran las escaleras a la sala, al acercarme en la silla noto que hay una especie de ascensor, miro a mi padre interrogante.
 
—Cuando Lucia supo que despertaste del coma, ella llamó casi de inmediato a pedir esto —cuenta mi padre mientras sube conmigo a la plataforma y descendemos —vinieron esta mañana como a eso de las seis treinta a instalarla, no hace mucho se fueron.
 
Una vez a abajo, mi padre me ayuda a ubicarme en el comedor y desayunamos pero tengo una zozobra horrible al ver que a las once de la mañana Lucia aún no llega. Mis suegros llegan solos a ver a sus nietos y me dicen que sus hijos les explicaron que harían una diligencia con su hija y que no sabían la hora exacta en la que regresarían. La hora del almuerzo llega y aún no aparecen, me obligó a alimentarme ya que la angustia me tiene el estómago cerrado, trato de distraerme alimentando a mis bebés y cuidando en lo que puedo de ellos pero aún así no me abandona el sentimiento, a las tres de la tarde escucho que alguien introduce una llave a la puerta y me voy lo más rápido que puedo hacía la puerta y ahí está ella.
 
Me sonríe pero está pálida, antes de dar un paso más se desmaya y su hermano mayor alcanza a tratarla en sus brazos, todos nos acercamos a ella y Luis levanta su blusa la cual muestra su abdomen levemente inflamado y tornándose morado, Adry al verla abre los ojos y tiembla.
 
—Jose súbela al auto, ¡debemos llevarla a una clínica ahora mismo! —grita y su hermano acata todo, los demás salimos tras ellos, José sube a la parte de atrás con Adry y Luis al asiento del piloto, enciende el motor y se van sin dar explicación de nada.
 
Pablo me pide las llaves de mi auto y le indico dónde están, él saca mi auto rápido y mi padre me ayuda a subir con mi suegro, Ana se iba a subir con nosotros y Alessandro niega. 
 
—Quédate con los bebés por favor, yo cuidare de nuestra hija te lo prometo —ella intenta negar —por favor, nosotros cuidaremos de ella, te juro que apenas tengamos noticias vendré por ti y te llevaré con ella —Ana asiente inconforme pero regresa a la casa, terminamos de subir y Pablo arranca mi auto.
 
Una vez en camino Pablo llama a su hermano y este le indica la dirección de la clínica donde llevaron a mi esposa, Pablo maneja prácticamente a la máxima velocidad pero en ves de preocuparme me alivia que lo haga, necesito llegar pronto. Al llegar a la clínica busca un lugar para el auto, cuando lo visualiza estaciona de una manera brusca que me hace doler la pierna, pero lo ignoro. Nos bajamos y no sé en qué momento subieron mi silla de ruedas, pero mi padre la saca, la acomoda y me sube en ella, una vez acomodado salimos rápido a la sala de urgencias donde están Luis, José y Adry hechos un mar de lágrimas haciendo que mi pecho arda con un dolor punzante.
 
No puedo perderla, no a ella.
 
—¿Que... p...paso? —pregunto y Adry me mira incapaz de hablar.
 
—Su... cesárea no había sanado de todo —responde Luis —ella... ella... se hizo fuerzas y con los movimientos hicieron que... se abriera internamente la cirugía y —solloza —se estaba desangrando internamente —finaliza y siento como si me dieran un disparo directo al pecho.
 
Ella no me puede dejar, ella lo prometió...
 
No sé en qué momento inicie a llorar, si cuando la vi caer, cuando veníamos o con esta noticia. Lo sabía, algo no estaba bien con ella y no quiso decírmelo, el dolor de mi alma es tanto que respiro con dificultad, no puedo ni sentir los otros dolores que me acompañan.
 
—¿Qué dijo el médico? —pregunta Alessandro con voz rota.
 
—La están interviniendo quirúrgicamente en este momento, están tratando de controlar la hemorragia —responde Adriana con voz rota.
 
Alessandro cae roto en una silla junto a mi, todos me observan, pero yo tengo fe de que no me abandonará, ella me lo prometió anoche, que en contra de cualquier pronóstico no me dejaría, ella no me fallaría, ella no rompe sus promesas.
 
Y la muerte no nos puede separar tan rápido...
 
Ella prometió volver para comprar nuestra casa de campo, ella prometió estar a mi lado para ver crecer nuestros nietos. ¡Oh por Dios! Tenemos que ver crecer a nuestros hijos, se prometió a sí misma alimentarlos de ella hasta que ellos mismos dijeran no más, se lo prometió a ellos, no me importa que despierte y no quiera volver a verme, necesito que vuelva con ellos, yo puedo admirarla de lejos, amarla de lejos pero no puedo dejar que se vaya, no ella, si ella se va me lleva a mi con ella, ella es mi alma gemela no puedo perderla.
 
—Ella lo prometió —susurro y mi padre se acerca, enfoco mis ojos en él —ella me prometió que no me dejaría, lo hizo anoche, ella no me dejara ¿Cierto papá? —le pregunto y él asiente.
 
—Ella no va a fallarte hijo —me dice y asiento, para romperme en llanto.
 
Mientras esperamos llega Lorenzo, está tan roto que hasta yo puedo verlo, se acerca a sus hermanos y al escuchar lo que le paso, se rompe tanto como Alessandro y yo, empieza a temblar, a tener un ataque de pánico, Luis lo abraza inmovilizando sus brazos y Pablo sus piernas mientras José pide un médico. Una doctora llega rápidamente y lo inyecta para adormecerlo y lo acuestan en una camilla, José le indica algo a la doctora y ella asiente para después atar a Lorenzo a la camilla inmovilizandolo, José se acerca a nosotros con expresión de derrota.
 
—El... —suspira antes de hablar de nuevo — el tiene una crisis de ansiedad —dice dejando caer lágrimas de sus ojos —Solo Lucia pudo sacarlo de las cloacas de las drogas, sin ella el no puede, sentir que la pierde se pierde a él mismo —dice dejándose caer en una silla.
 
—Nosotros somos los gemelos —dice Luis señalando a Pablo —pero ese par son uno solo, más que nosotros que compartimos útero, lo que sufre uno, siempre lo sufre el otro, no encontrarás nunca hermanos de alma como ellos, en ningún lado —se limpia sus lágrimas —voy a llamar a mi cuñada —dice y se va.
 
Y yo vuelvo al limbo en el que estaba antes de salir del coma, pero en este me sumerjo en mí mismo y soy consciente de el. Un médico sale después de una hora y se acerca a nosotros, todos nos acercamos a él.
 
—¿Quienes aquí tienen el tipo de sangre de la señora Ford? —pregunta sin dejarnos hablar y Alessandro levanta la mano, al igual que José —bien, necesitamos otro donante ¿Hay alguien más? —todos negamos —el banco se agotó y su tipo de sangre solo puede recibir su mismo tipo...
 
—Yo tengo su mismo tipo de sangre, yo voy a donarle —alguien habla y al girarme veo a un hombre alto, rubio con bata de médico, el doctor asiente y se retira con los tres hombres para sacar la sangre que necesitan.
 
—¿Quién es él? —le pregunto a Pablo y él suspira secando sus lágrimas.
 
—Es el exmarido de Lucia —dice y me tensó —no te preocupes por él —pide —él sería capaz de darle su propio corazón si ella lo necesitara, él no le haría daño, no de esa manera, no a ella —finaliza y no agrega nada más.
 
No tiene sentido sentir celos de un hombre que ama a la mujer que amo y me ama, no ahora más cuando está haciendo algo para salvarla. Pasada una hora, aparecen todos de nuevo y el ex esposo de Lucia se retira sin mirar a nadie más, solo siguiendo su camino.
 
El sabe que ella no volverá a él, ya sabe que la perdio.

Destinos CruzadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora