Epílogo

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Cali — Colombia5 años después

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Cali — Colombia
5 años después

Abro los ojos y observo la mañana que se levanta en esta bella ciudad, suspiro recordando que hoy se cumplen cinco años desde que viví el momento más horrible de mi vida, el día en que el corazón del amor de mi vida dejó de latir… aún recuerdo como si fuera ayer cuando su alma abandonó su cuerpo y se llevó la mía con ella.

Unos brazos rodeando mi torso junto con unas piernas entrelazandose con las mias y unos labios besando mi mejilla y cuello me sacan de mis recuerdos.

—¿Cómo amaneció el día de hoy señor Ford? —me pregunta con voz ronca, apretandose más a mi y sonrío.

—Estaba bien, pero gracias a que está usted aquí despierta a mi lado casi desnuda, me encuentro muchísimo mejor señora Ford —digo tirando de ella para acostarla sobre mi haciéndola reír.

—¿Le ha gustado la ciudad esposo? —pregunta y la beso.

—Me ha gustado la ciudad tanto como usted esposa —respondo y ella vuelve a besarme —Sobre todo la cultura y la comida, la verdad me he enamorado tanto de este país casi tanto como me he enamorado de ti, esposa —ella me mira con adoración y me besa intensamente, buscando más contacto físico que ansío darle, pero antes de poderlo hacer la puerta de nuestra habitación se abre y entran dos hermosos tornados y se lanzan sobre nosotros.

—¡MAMII! ¡PAPI! —saludan a unísono mientras mi esposa se cubre con la sábana y yo trato de esconder mi erección.

Mis pequeños tornados

Danielle es igual a ella, tan hermosa, tan perfecta y heredó mis ojos, parece una muñeca sacada de una revista y mi pequeño Gael, nada que decir solo que es una copia exacta de mi mismo, comprobando también que la genética de los ojos verdes de mi madre es más fuerte de lo que pensaba.

—¿Cómo amanecen mis bebes hermosos —les pregunta mi esposa y ellos responden al mismo tiempo diferentes cosas que solo ella puede comprender —me alegra mucho, pero se les olvidó algo —les dice y ellos la miran pensativos —recuerden que deben tocar y esperar que les den permiso antes de ingresar a cualquier lugar —los riñe y ellos se sonrojan —solo pueden entrar así si hay una emergencia ¿Entendieron? 

—Si mami —responden cabizbajos, en ese momento la puerta se vuelve a abrir la puerta de golpe.

—No me regañes a los niños, que ellos están chiquitos y hay que cuidarlos —dice Pablo entrando con Luis y José, estos últimos toman a los niños en brazos.

—Si no los educo, crecen maleducados como ustedes —les responde mi esposa y en ese momento entra Ana Isabel.

—¿Acaso estás insinuando que yo los crié mal? —le pregunta y ella asiente —Bueno un poquito —se ríe —lo acepto, pero es que es imposible no consentir a mis niños hermosos —dice pellizcando las mejillas de sus hijos —aunque tu no te puedes quejar mucho, fuiste la más consentida de los cinco —dice Ana besando la frente de mi esposa y ella asiente.

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