capítulo 23: Fin del camino (parte II)

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Acababa de salvar a Cecilia, pero ... a costo de mi propia vida.

La angustia se apodero de mí. La infección era un hecho, las mordidas me infectarían mucho más rápido que por haber recibido solo un simple rasguño o zarpazo. Pronto me convertiría en una de esas cosas. Pero, no quería, no quería pensar que ...

<< Así ... acabaría mi vida >>

Pronto me convertiría en una de esas cosas. Si eso llegara a pasar podría lastimar a cecilia. No quería eso.

—Cecilia, sube al auto ... y vete lo más pronto posible.

—No!, ¡Dijiste que saldríamos de aquí juntos!, ¿Lo recuerdas? —Recrimino ella. Cecilia también sabía que ya no había futuro para mí. Ese era el verdadero motivo de su exaltación— Acaso ... ¡¿no planeas cumplir tus promesas?!

—Las llaves ... están en el auto. Ve al punto de rescate, antes de que oscurezca.

Pronto no estaría para ella, tenía que alejarla de mí. Era peligroso.

—Si vamos a la zona segura ¡podríamos, podríamos curarte! —Me dijo, casi suplicando. No me gustaba verla así, pero eso era lo mejor.

—Está muy lejos como para que mi cuerpo resista la infección antes de sucumbir ante ella —le respondí, al mismo tiempo que bajaba la cabeza, y apretaba la herida de mi hombro —Tranquila, ve tú, yo me quedaré aquí. No me gustaría que vieras como me convierto en un monstruo.

Ella bajo su mirada; hizo de sus manos, puños; y de su desesperación lágrimas de impotencia.

—¡¿Porque te rindes tan fácil?! ¿Porque no luchas ?, todo este tiempo, no has sido más que un niño tratando de comportarse como un hombre.

Nunca había escuchado a Cecilia hablar de esa forma. Me había tomado de sorpresa su repentina reacción.

<< ¿Por qué lo hago ?, la respuesta es muy simple. Porque ... te amo >>

—No quiero ... no quiero lastimarte. —Le respondí, mientras alzaba la cabeza, buscando entre los cabellos que tenía en el rostro su mirada.

Ella lo pensó un momento ...

—No me importa eso ahora ... ofrecer mientras extiende los brazos para ayudar a levantarme —¡vamos!, No dejaré que te rindas tan fácil.

Subí al auto con ayuda de ella. Me puse en el asiento del copiloto y ella en el conductor.

—Déjame aquí. —Le dije, casi suplicando.

—¡Cállate! No quieras hacerte el héroe por quedarte a morir aquí. Si hago esto es porque ¡yo lo quiero! y es lo que decidí.

No supe que respondedor.

Arrancó el auto con un poco de esfuerzo, pero al final respondió y salimos de ahí. Ante aquel silencio, nuestro recorrido no era más que una invitación a comer. Infectados empezaron a salir de entre las calles, por suerte ya estábamos lejos como para que nos alcanzaran.

Estando a salvo comenzó a sentirme mal, sintió la incesante fiebre en mi cuerpo, y por unos momentos sintió que iba perdiendo el conocimiento. Estaba demasiado debilitado. En esos momentos en los que perdí el conocimiento, solo podía escuchar a Cecilia diciendo: ¡aguanta!, ¡Aguanta!

Logramos salir de la ciudad. Llegando a la base militar, la cual estaba completamente en silencio; divise muchos autos abandonados antes de la entrada.

Bajamos del auto, ya que no podríamos pasar con él. Yo si podía mantenerme de pie, había perdido mucha sangre y por si fuera poco, la garganta me ardía y mi visión se había reducido considerablemente a causa de la infección, pero cecilia me ayudó a caminar. Al pasar los autos, unos metros antes de llegar a la puerta, sentí una luz que caía fuertemente sobre nosotros, y una voz que decía:

apocalipsis ZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora