ᴅɪᴇᴄɪsᴇɪs.

155 12 2
                                    

El día tan esperado por Ignacio había llegado, su plan estaba punto de salir execelente o es lo que él se intentaba convencer.
Prácticamente no durmió, la ansiedad inviadio su cuerpo toda una semana, y mucho más el último día. Revisaba el cuarto que iba a hacer de la pelinegra cada una hora, mientras nervios lo comían vivo.
La gata ya estaba mejor, rondaba la casa de punta a punta, dormía en la cama del morocho todas las noches y tarde, era una gran compañera para él, aunque cuando le intentaba dar la medicación, la tercera guerra mundial armaban.

—Dale Nacho, solo diez minutos y salís.—Hablo mirándose al espejo, moviendo sus manos intentando buscar calma.

—Que pelotudo que sos, pareces yo cuando tenía ocho años y solo faltaban cinco minutos para abrir los regalos en navidad.—Rió su primo, mirándolo desde unos escalones de la escalera.

—Callate la boca, esto es mucho...

—¿Muchos nervios por rescatar a tu bella princesa de la Torre y traerla a vivir con vos?.—Termino la frase su amigo, con una sonrisa burlona en su rostro.

—Cierren el orto, son los peores consejeros que tuve en mí vida.—Bufó el pelinegro, acomodando su gorra;—Elvira es la única que me entiende en esta casa.—Miro a la gata, la cual se frotaba en sus piernas ronroneando, haciendo que el menor se ponga el cuclillas—Si, ya va a venir mamá.—Sonrió, acariciando el lomo del animal.

—Dejen de joder al enamorado, tendra sus razones para estar feliz de que por fin logró sacar a Julieta de esa horrible vida, y ustedes ya saben cuáles son.—Defendió Brian a su amigo.

—El enamorado estuvo de más, pero gracias wachin.—sonrió, enderezandose, mirando la hora en su reloj;—Bueno, vamos, dale, ya se hizo la hora.

Ignacio salió hacia la cochera, colocándose su campera negra, mientras que sus dos amigos salían detrás. El menor subió a su auto, mientras que los otros iban en sus motos, colocándose sus camperas de abrigo y su casco.

Brian y Berna acompañaron a Nacho más que nada para protegerlo y que si se tenía que cagar a las piñas, ellos logren meterse y ayudarlo.

Frenó su coche a unas casas antes de la de Julieta, mientras que las motos frenaron en la esquina, detrás de una casa para no ser vistas.
Ignacio bajo del auto, subiendo el cierre de su campera, acomodando su gorra, caminando hacia la casa de la Jujeña con su vista gacha.

—Nacho, ps... Acá.—Se escucho una voz murmurando la cual el pelinegro reconoció al instante, formando una amplia sonrisa en su rostro. Alzó su cabeza, buscando a su alrededor a la norteña, con su ceño fruncido.—Aca, bobo.—Volvio a murmurar, haciendo que Ignacio la fiche al instante al costado de la casa con sus cajas de ropa alrededor.

—Voy, voy.—Hablo con el mismo tono, caminando hacia ella, evitando hacer ruido;—Si lo hiciste.—Sonrió, dejando un beso en la mejilla de la misma, tomando dos de las cajas.

—Si lo hice, pero no hagas ruido, tuve que darle dos pastillas de clonazepam a los dos amigos de Tomás disimuladamente para que no me cachen —Susurro, siguiendo los pasos que le había indicado el menor, mientras agarraba las dos cajas sobrantes, siguiéndolo.

—Ese es mí pollo.—largo una baja risita, caminando a paso apurado hacia su auto, abriendo la puerta trasera del mismo, metiendo las cajas, para agarrar las que traía su amiga, metiendolas en el mismo lugar;—¿No te olvidas nada?—preguntó, abriendo la puerta del copiloto, a lo que la mayor negaba, quitándose la mochila de los hombros—bueno, dale, subí entonces—apunto el asiento, buscando a sus amigos con la mirada, alzando su pulgar sonriente cuando los vio.

Julieta subió, mientras que el porteño cerraba la puerta, subiendo rápidamente al piloto, poniendo en marcha el auto.—Los nervios me estuvieron consumiendo desde anoche—hablo cortando el cálido silencio que había entre ellos.

—Yo prácticamente no pude ni dormir.—Largo una risa leve, pisando el acelerador, comenzando a conducir hacia su casa, mientras que las motos de sus amigos lo seguían.—Esos que vienen ahí atrás son Berna y Brian, me acompañaron por si las cosas salían mal, no es que te voy a secuestrar.—Comentó, mirándola de reojo.

—Casi me hago la película en mí cabeza.—Rió, colocando su codo sobre la ventanilla, posando su mejilla sobre su propia mano;—Como extrañaba viajar, lo necesitaba.—Sonrió con emoción, mirando hacia adelante—Gracias por todo lo que hiciste por mí, esto no lo habría hecho ni Mauro, y eso que se supone que era mí mejor amigo.—su expresión se volvió a una de tristeza pero rápidamente la cambio por una sonrisa al sentir la mano del pelinegro acariciando su mejilla.

—Ya te dije, no tenes nada que agradecer, esto lo hice porque te quiero, porque me importas, y porque todo el mundo necesita devuelta a la Cazzu.—Sonrió, mientras que la Jujeña posaba su mano libre sobre la de él;—¿Vamos a seguir el plan, no?, Corte, vamos a la comisaría a presentar la cargos sobre esto, y después a casa, creo que es más importante para que logres ser libre de una vez.

—¿Vas a quedarte a mí lado?—Preguntó, ladeando su cara para poder mirarlo, mientras éste asentía;—Entonces si, vamos para ahí.

Spalliatti sonrió, frenando en un semáforo mientras le hacía seña con sus manos a sus amigos de que él cambiaba de rumbo, y los otros siguieran. Ambos captaron.
Ignacio volvió a arrancar una vez que la luz cambio a verde, dirigiéndose hacia la comisaría más cercana de la zona.

[...]

—¡Gaby!—Gritó Ignacio, bajando del auto una vez estacionado en su garaje. Dio la vuelta rápidamente abriendo la puerta de su compañera, mientras la misma bajaba observando a su alrededor.

—¿Si?—Preguntó el menor entre un bostezo, frotando sus ojos con las palmas de su mano, abriendo la puerta que daba de la cocina a la cochera.

—Veni, ayúdame.—Pidió extendiendole una caja, la morocha agarro la otra y él las dos que quedaban.—Seguime, ahora te los presento.—murmuró cerca del oído de Julieta, causando un escalofrío en el cuerpo de la mayor la cual asentía, sonriendo.

Gaby caminaba adelante, Ignacio detrás y Julieta última, la misma obsevaba todo, sonriendo al ver el lugar que el dueño de casa le armó a su gata.

—Esta es tu habitación.—Indicó el morocho, dejando las cajas sobre la cama, largando un suspiro algo dramático;—No conozco tan bien tus gustos asique la acomodamos así nomás para que vos después pienses que hacer en ella. Obvio, hasta que te quieras ir.—Agregó con un gesto algo triste, interrumpiendo a su amiga.

—Gracias, Nacho.—Sonrió, dejando lo que traía sobre el colchón;—Si te preocupa lo de si me voy a ir enseguida, creeme que me queda vario tiempo para molestarte la vida—Una risa se escapó de la boca de ambos, mirándose—. Antes de ordenar mis cosas, ¿Dónde esta Elvira?—Pregunto, sacándose su buzo, dejandolo a un lado.

—A, cierto, seguime.—Pidió, saliendo de la habitación, caminando con sus pies arrastrados hacia la de él, mientras que la morocha lo seguía;—Ahí está tu hija—abrio la puerta, dejando visible a la gata durmiendo plácidamente en la cama del menor.

—Mi bebé.—Una amplia sonrisa se formó en su rostro, caminando a paso rápido hacia la cama, arrodillándose frente a la misma, llevando su mano hacia el lomo del animal, dejando caricias;—Ya está mejor. Gracias por cuidarla, enserio—Agradecio, aún con una gran sonrisa, mientras apretaba sus labios, evitando un puchero.

—Se portó bastante bien, solo que me odia cuando le quiero dar la medicación.—Suspiró, acercándose a ambas, sentándose sobre el colchón;—Fue muy fuerte... Como vos, igual a la madre.—Murmuró con su vista fichada en el animal, mirando de reojo a la pelinegra, ladeando su sonrisa.

G.A
12/06/21
06:35 A.M.

𝒞𝒶𝓂𝒶𝓇𝒶 𝒟ℯ𝓁 𝒯𝒾ℯ𝓂𝓅ℴ | 𝐸𝑐𝑘𝑎𝑧𝑧𝑢.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora