ᴠᴇɪɴᴛɪᴅᴏs.

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Ignacio.

Hace dos semanas que mí vida no tiene sentido, solo me dedico a fumar, grabar y llorar, hace dos semanas le rompí el corazón a la persona que más amo en el mundo y también me lo rompí yo, hace dos semanas que mi pelirroja no me habla, me ignora, no sale de su habitación, ni siquiera me mira, me odia y tiene sus motivos para hacerlo, y la entiendo.
Me duele saber que fui la última gota que rebalsó el vaso, que yo no merezco su amor.
Ya no duermo, todos mis sueños son con ella. Me invade el frío de la cama porque no la tengo a mi lado, me siento solo y estoy rodeado de personas.
El dolor del pecho que me causa escuchar su llanto cada vez que me siento en la puerta de su habitación cada vez se hace más grande.
Mis amigos me odian, pero son los únicos que me están sosteniendo para no terminar derrumbandome.

—Nacho. Nacho deja de llorar, ¡Nacho!.—La voz de Gaby me saco de mis pensamientos, haciendo que me seque rápidamente las lágrimas, dando vuelta la silla giratoria y mirarlo. Transmití un raro ruido con mi boca para que continúe hablando;—Ju... Juli se está yendo, vamos a despedirnos.—Mumuró. Abrí mis ojos como platos, levantándome con rapidez de la silla, corriendo hacia la sala, mientras mi primo iba detrás.

La sala se encontraba inundada de cajas con nombre de ella, sus valijas en un costado mientras que Elvira estaba dentro de su jaula.
Gire a mi alrededor, pibes levantaban las cajas y se las llevaban, no encontraba a Julieta.
Corrí hacia su habitación, mis manos temblaban, la estaba perdiendo.
Golpee la misma para luego entrar encontrándome con mi colorada en una colita despeinada y su ropa ancha, la acompañaba Leonardo, su mánager.
Suspiré, mordiendo internamente mis mejillas, aguantandome las ganas de quebrar en llanto.

—Ju... ¿Qué es esto?, ¿Por qué te vas?.—Pregunte en un murmuró, causando que ambos se den cuenta de mi presencia.

—Yo me voy, los dejo solos.—Hablo Leo, mirándome para luego mirar a Julieta;—Habla con él.—Murmuró pero aún así lo escuché. Julieta se dedico a soltar un suspiro.—Te espero abajo, no tardes mucho.—Aviso, saliendo de la habitación, dejándonos solos.

—Juli, ¿Me podés responder?.—Insistí, mis ojos estaban aguados, se me desenfocaba la vista.—¿Por qué te vas?.—Volvi a preguntar, mientras ella estaba de espaldas a mi y un sollozo se escapó de su boca que no pudo tapar.—Julieta me duele, respóndeme por favor.—Pedi, mí voz de hizo un hilo, apoyándome en el marco de la puerta.

Un silencio incómodo se transformó en la habitación por algunos segundos hasta que ella aclaró su garganta, comenzando a hablar;—Me voy, Ignacio.—Respondio en un susurro.

Mí respiración se aceleró, sentía por dentro que me moría.—¿Te vas por lo de la otra vez, no?, ¿Por...—Me interrumpió, dejándome con la palabra en la boca.

—Si, sabes que si, me voy por eso.—Se dio vuelta, mirándome, después de dos semanas me miró. Sus ojos transmitían enojo y estaban rojos e hinchados;—Porque me lastimaste nuevamente, jugaste con mis sentimientos y rompiste mí corazón.—Su mandíbula se tensó y lágrimas amenzaban con salir;—¡Porque preferiste ir a garcharte a cualquiera antes que esperar mí respuesta de si quería estar en algo con vos, porque me mentiste y no pensaste en mí cuando hiciste lo que hiciste, porque sos un egoísta que no piensa en nadie más que en él!—Elevó su voz, apuntándome con su dedo índice y su voz entrecortada. Sus palabras me dolían, pero lamentablemente tenía razón.—Nunca supiste quererme con la misma intensidad que yo a vos, solo fui una más en tu jueguito y me cansé Ignacio, estoy harta, harta de solo ser tu muñequita, porque yo de verdad te quise, te quiero y te voy a querer, porque esto por más roto que lo hayas dejado te va a pertenecer siempre—Apunto su corazón con uno de sus dedos índices. Mí cara y su cara se empaparon de lágrimas, me duele el alma.—y me odio por no saber cómo lograr a odiarte a vos. Nunca te solté, nunca logré superarte, pero te juro... Te juro por Elvira que está vez lo voy a lograr, por más que me duela lo que me duela, voy a lograr dejarte, Spalliatti.—Hablo con firmeza y yo me sentía un nene chiquito cuando mí mamá me retaba y me prohibía volver ir a la cancha.—Me quitaste las ganas de creer en vos, de creer en tu amor, me siento débil, no tengo ganas de seguir. Podría habermelo esperado de cualquiera, ¿Pero de vos?, De vos nunca. Y aún así te cagaste en todo.—Susurro, agachando su cabeza mientras sus brazos se cruzaban y se sentaba sobre la cama.—Me arrepiento de tantas cosas, demasiadas, y ahora el haberte amado esta en esa lista.—

𝒞𝒶𝓂𝒶𝓇𝒶 𝒟ℯ𝓁 𝒯𝒾ℯ𝓂𝓅ℴ | 𝐸𝑐𝑘𝑎𝑧𝑧𝑢.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora