ᴠᴇɪɴᴛɪᴄɪɴᴄᴏ.

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—No quiero dejarte, no quiero irme.—Hablo la colorada, apegándose a mi cuerpo y yo con una sonrisa la enrrede entre mis brazos.

—Yo nunca te dije que te vayas, Ju. Por mi quédate toda la vida conmigo, yo tampoco quiero que te vayas—murmuré, dejando pequeños besos en cada extremo de su rostro, causando una tierna sonrisa en los labios de la jujeña que achinaba sus ojos.

—Ya se que no me lo dijiste, ¿Pero no escuchas mi celular?, No para de sonar y ese es... Bueno, los dos sabemos quién es.—Planto un corto beso en mis labios para distanciar unos centímetros su cabeza. Rodeé los ojos, apoyándome en la mesada de la cocina mientras que enredaba mis antebrazos en su cintura atrayéndola hacia mi.

—Que deje de joder, ya todos sabemos que los cuernos le llegan al techo—reí, ganandome un pequeño golpe en el pecho de parte de Julieta la cual también reía.

—Sos re sorete, Nacho—hablo en tono de queja, apoyando su mejilla en mi pecho, abrazándome. Nunca me había sentido tan bien como en este momento, es todo lo que necesitaba—. ¿Gaby por qué no está acá?—preguntó, pasando las yemas de sus dedos por mí espalda desnuda causando que mí piel se erize.

Solté un suspiro ante su tacto, apoyando mí mentón en su cabeza;—Se fue a su casa, le dije que necesitaba estar solo, y él tenía que descansar un poco de mi, lo tuve una semana acá, hasta yo me sentía culpable de que él esté triste por mí.

—Pobre el enano, se nota que te quiere una banda, no cualquiera se quedaría a compartir la tristeza—relamio sus labios y yo solo asentí.

—¿Te quedas a cenar?—pregunté, acariciando su cintura, sintiendo como la piel de Julieta se erizaba.

—¿Podemos cenar en la hamaca paraguaya que está en el patio?—pregunto, elevando su cabeza para mirarme.

—Eso seria un si—sonrei, afirmando—. Si, cenamos donde la reina quiera—asentí mientras Julieta sonreía;—¿Qué querés comer?, ¿Casero o pido algo?—cuestioné, tanteando mi teléfono del bolsillo de mi bermuda.

—Ay, eh... ¿Tenés crema y ravioles?—preguntó, a lo que yo negué, mi heladera estaba vacía.

—Tendria que haber hecho las compras hace dos semanas, pero me olvidé—me encogí levemente de hombros.

—Bueno, entonces vamos a comprar, yo cocino hoy, te voy a hacer altos ravioles con salsa blanca—hablo con algo de emoción en su voz y un brillo en sus ojos, es una nena.

—Mientras no me envenenes—bromee, y reí, robándole un rápido beso para separarnos de nuestra posición—dale, vamos a cambiarnos para ir a comprar, yo no creo que si crucemos a tu novio le guste que estés con mí remera y en tanga—mordi mí labio inferior, escaneandola de arriba a abajo;—pero... No importa lo que el corneta diga, a mí me encantas así—sonrei embobado mientras las mejillas de Julieta se tornaban rojizas—ay, mí bebé se sonrojo.—sonrei con ternura.

—dale pelotudo—rió, cubriendo sus mejillas con sus manos;—vamos a cambiarnos, no creo que crucemos a Julián... Pero si lo llegamos a hacer yo me escondo en el auto o vos te escondes, una de dos—hablo mientras caminaba descalza hacia las escaleras, subiendo las mismas.

—¿Y por qué me tengo que esconder?—suspire, quejándome, siguiéndola a paso lento.

—Porque de nosotros no sabe nadie, solo vos y yo, y quiero que sea así hasta que me separé de Julián—dijo con cierto nerviosismo en su voz, subiendo escalón por escalón.

Un tanto de enojo me daba saber que Julián estaba metido entre ella y yo, pero no podia hacer nada, al fin y al cabo, el tercero en discordia soy yo.

𝒞𝒶𝓂𝒶𝓇𝒶 𝒟ℯ𝓁 𝒯𝒾ℯ𝓂𝓅ℴ | 𝐸𝑐𝑘𝑎𝑧𝑧𝑢.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora