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Fue en un día, durante la primavera.

—¿Esos tipos no fueron los que prendieron fuego a un salón?







Un día en un año común, y era primavera. Calurosa, única, como cualquier primavera.



—¿Y qué si lo fueron?, ay Haibara, seguro son unos idiotas.




« Los idiotas más talentosos de toda la escuela... »



Kento Nanami, en ese entonces estudiante de primer año, tenía una muy mala impresión de todo el mundo. No supo cómo, pero se encontraba ahí, sentado en un pupitre de madera vieja con un chico que se le había pegado como chinche apenas hace una semana, o mejor dicho, en esa, su primer semana.

Recordaría que era primavera, calurosa y brillante en la que no entendía nada y no sabía cómo era que estaba ahí. Aunque la verdad, tampoco era como que quisiera entenderlo, solo quería desconectarse de lo que fue su anterior vida escolar.

Era rubio y según varias chicas durante la secundaria, el peinado que llevaba no le favorecía en lo absoluto, pero no le importaba, al igual que a nadie le habían importado sus intereses, como lo era la música.

Tampoco le importaba estar bajo el techo de una de las mejores escuelas de música de Tokio; y que al empezar todo su "entrenamiento" tuviera que comenzar a tener contacto con él mundo exterior.


Lastima que Yu Haibara le diera los suficientes empujones para tener que lidiar con él y su propia existencia de paso.



Eran los únicos de la clase de primero, la razón era un poco desconocida, aunque Nanami tenía muy en cuenta que la colegiatura no costaba veinte centavos, y que no todos tenían la fortuna de ser becados cómo Yu. Además, sabía que la matrícula era bastante reducida y, que con el simple examen de admisión, la posibilidad de tener más de cinco compañeros se veía bastante improbable.

—Deberíamos hablar con ellos..—le dijo bajito el pelinegro.—¡Piénsalo! Si les caemos bien, no nos harán trampas


Kento frunció levemente el ceño.

—¿Cómo que trampas? deberías de enfocarte en tratar afinar tu shamisen en vez de pasártela hablando conmigo.



Y entre cortinas, la razón secreta por la que Haibara estaba interesado en la persona de Kento era más que nada por su instrumento base: El Koto.

La mayoría de los estudiantes de tercer año eran bastante aficionados a los instrumentos modernos, como las guitarras eléctricas, el bajo y los sintetizadores, por lo tanto, no le interesaba unirse a orquestas o conjuntos clásicos puesto que la mayoría formaba bandas. Del lado de los de segundo, por lo poco que sabía, entendía que les interesaba la época contemporánea, sobre todo las cuerdas. En resumen, nadie estaba interesado en el folklore japones.

Pero, al encontrarse con el sonido pacífico de aquel bello instrumento cómo lo era el de Kento, pensó en que podían ser un gran dúo, y que de paso, dejarían su huella y esfuerzo en volver a poner en los oídos de la gente los agradables sonidos que se escuchaban en épocas pasadas.

Por ello, Yu estaba tan entusiasmado que intentaba empujar a Kento a ser un poquito cómo él: irreverente y sociable.

—Pues sí... ¡ayer escuché que un tal Satoru entró tocando un violín en medio de una clase de coro con los de tercero!



Era la quinta vez en el día que escuchaba hablar de ese tipo y ya estaba harto. Aunque, aquí lo curioso era que, de hecho, ya había tratado con él.

Sin querer, pero ya lo había hecho.

«¡Oh dios mío! ¡Eso es un Koto!»

De malo no tenía nada, al final se le veía que era un tipo ingenuo y manso. Pero la única razón por la que no quiso seguirle la plática es que, además de Yu, ya no quería –ni necesitaba– tener que alimentar a otra chinche con su atención.

—¿Y eso qué?


—Pues... Al parecer no tenía idea de cómo tocar uno.—dijo Yu.—O bueno, más bien no es su instrumento base.

Y eso en particular era raro de escuchar, sobretodo porque ya sabía de varios chismes que mencionaban a él y otro chico de la clase de segundo, diciendo que sabían tocar una basta cantidad nstrumentos.
Pensó entonces que eso no se trataba de una trampa, más bien, era una manera de desafiar a los maestros metódicos, mismos que se aferraban a la idea de que un músico real sólo podía especializarse en un instrumento.

Eso le parecía divertido. Pero había  bastantes algos que le impedían ser así de incoherente.

Por un momento Kento regresó a la realidad.

—Y por cierto, ¿cómo vas con las partituras de la semana pasada?




El chico regresó su vista a él:

—¡¿No digas que teníamos que estudiarlas?!




Bueno, con eso ya se quitó de problemas.



Las clases no eran del todo pesadas, o por lo menos no se fundamentaban en seguir el método tradicional de enseñanza musical. O sea, la teoría, para ello eran enviados, —tanto por su nivel como por su conocimiento práctico— a participar en orquestas importantes, coros o incluso, a tocar en algún escenario de categoría. Aunque a los ojos del rubio eso fuera demasiado.

Ambos en aquel salón se sentaban del lado de la ventana, pero realmente fue Nanami quién en su primer día escogió ese lugar, pero otro chico se unió y decidió sentarse a sus espaldas en los ventanales. No era desagradable, de hecho, gracias a él sabía todos los chismes del instituto sin tener que platicar con personas diferentes. También por él estaba al tanto de los temperamentos de algunos profesores y de otras cosas que le parecían útiles.


—Yu...


—¡Kento! —Contesto emocionado, pues normalmente quien hacía plática era él mismo.


El contrario solo se dió un golpe mental por haber llamado su atención.

—¿Por qué..? Dime ¿por qué elegiste de instrumento base el Shamisen?




—Umm...—El pelinegro ya había terminado de afinarse cuando la pregunta le sorprendió. Realmente nadie le había preguntado eso nunca.—Es una buena pregunta.



El rubio rápidamente desvió la atención de su Koto y de Yu cuando escuchó un montón de risas estruendosas. Un chico pelinegro con un flequillo extraño y otro peliblanco —justo el que se había encontrado hace unos días atrás— estaban muriéndose de la risa, al parecer, viendo unas hormigas.



«Si que son estúpidos»


—Creo que la razón por la que elegí el Koto, fue por su forma.— Dijo Nanami, sin despegar la vista de sus contrarios fuera del salón, de repente.— Es como una mini arpa, y, bueno no lo sé, me trae paz.


Yu se quedó estancado en el reflejo de los ojos verdes de quién se sentaba enfrente suyo. La forma del rostro de Kento no era fina, al contrario, sus facciones estaban muy remarcadas, en contraste con las suyas. Pero aún así, le parecía un rostro muy lindo.

—¿Sabías que el Shamisen era tocado por músicos ciegos?



—¿En serio? —Su mirada volvió a él, con clara intriga.







Contestando de forma afirmativa, con ese pequeño hilo de conversación se decidió a establecer más lazos con Kento. No solo por encontrar el compañero perfecto para su instrumento, sino que de paso, también para sí mismo.






















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_fīsh'in_

𝐖𝐞'𝐫𝐞 𝐓𝐡𝐞 𝐒𝐭𝐫𝐨𝐧𝐠𝐞𝐬𝐭, 𝐑𝐢𝐠𝐡𝐭? • 𝐒𝐚𝐭𝐨𝐬𝐮𝐠𝐮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora