Si bien las cosas seguían igual que siempre, el tiempo y sus cambios seguían su curso natural.Tal y como marcaba, cada día en el calendario se iba derritiendo como el hielo en lumbre, las horas se iban volando y los meses; los meses por desgracia no pasaban en vano.
Gojo procuró siempre a los dos chiquillos que tenía a su cuidado. Con alguna que otra dificultad pues era claro que no estaba calificado para cuidar niños; sin embargo, daba su mejor esfuerzo.
La sombra de Suguru le venía atormentando cómo siempre, pero aún así, quería hacerse a la idea de que por lo menos, en dónde estuviera, estaría todo bien con su vida.
O por lo menos quería aferrarse a eso.
Megumi, por otro lado, era casi el padre de ambos, tanto de su hermana —la cual creía tonta por ser buena, sobre todo en la escuela— como del idiota con el que vivía desde que sus padres los abandonaron en un departamento pequeño a costa de nadie.
Hasta cierto punto estaba agradecido con él, pero en lo demás, a veces solo quería desaparecer.Y más si se trataba de la maldita música.
No era que la detestara, de hecho era lo único que disfrutaba a su manera; pero, el simple hecho de que uno de los mejores músicos estuviera viviendo con él, y que por si fuera poco, le diera clases casi particulares, era algo que le estaba arrebatando algo de paz mental.
Cuando cumplió diez años, le regaló un viejo violín qué tenía arrumbado en uno de los cuartos del departamento, el cuál, estaba algo desgastado, desafiando.
Algo desanimado por lo malo que era con su postura, estaba tocando más que nada para que el mayor le dejara de molestar."Difícil de tocar" se quedaba corto. Era complicadísimo, sonaba horrible, y para acabarla de amolar, Gojo no ayudaba en lo absoluto.
«¡Vamos! ¿O no tienes talento?»
Tsumiki estaba ahí, pero más que nada, para darle ánimos. Ella realmente no tenía interés en la música, atinaba a estar en otros lares.
Quizá sería una ingeniera, o algo similar... Ni él, ni el idiota lo sabían, pero así estaba bien.Los años siguieron su ascenso cayendo al suelo como los pétalos de una flor marchita. No daba oportunidad a preguntar un "tal vez sí" porque de inmediato, con cada caída, con cada escalón dejado atrás, las cosas se tornaban más complicadas.
Nanami solía decir, en cualquier situación, que las cosas pudieron haber salido mejor. A veces por orgullo o por simple necesidad de hacérselo saber a su subconsciente. Pero la vida le había dado bastante para pensar en esos entonces.
Yu seguía sin despertar, y de un día a otro, al mirarse en el espejo de los baños del hospital, pudo resentir más que otras veces que ya no tenía dieciséis años. Lamentablemente había llegado esa etapa de todo ser humano de ser un amargado, o sea, la adultez, la vejez.
Recién había pasado julio y no se había dado cuenta de que ya tenía veinticuatro, y que a pesar de ser más joven que "algunos", él siempre parecía ser más viejo."Es por tus facciones" cómo le diría Yu.
Claro, pues sí, cinco años, o quizá seis desde ese día en aquella lejana primer vez que quiso morir en el lugar de algún otro, ya no de Yu, sino de cualquiera.
No sabía bien si era por algún tipo de tristeza, o el simple hecho de que no tenía nadie con quien tocar.
Y hasta cierto punto le parecía irónico, pero igual le gustaba preguntarse y recordar el por qué de tantas cosas.Porque, el por qué, como había leído en un libro, era la mejor de las preguntas.
Cómo en un día. Satoru llegó de repente al viejo salón para ofrecerle tocar juntos o acompañarse. Él se enojó, y ni supo porque, pero igual lo hizo para pasar a decirle al peliblanco una sarta de cosas que no merecía escuchar y de las cuales hasta él mismo se arrepintió.
Y lo peor era, que nunca supo por qué.
Gojo, no seas idiota. Ni en mil años el piano y el Koto han de llevarse bien
Obvio que al final terminó disculpándose, y aunque él solo ignoró el asunto para después invitarlo a comer, sabía que estaba aturdido. Al fin y al cabo, los ojos de Gojo eran incapaces de mentir.
Tanto. Seguía viendo en su mirar la impotencia y la rabia que tenía contenida dentro de sí.
Lo malo, era lo único que compartían.
Su relación con él estaba cimentada en la confianza y aún así siempre se ocultaban algo.
Y de hecho no era algo para sorprenderse, solo era uno de los miles de factores que estaba ahí.
La situación general era esa. Gojo era casi un desconocido cuando se lo proponía, los chicos que viven con él le dan el avión de forma olímpica y para coronar el pastel, Shoko se había ido hace dos meses al extranjero a estudiar medicina.
Hasta en eso, si que tenía facha de doctora.
En conclusión. Todo seguía bien.
Bien a la deriva porque además de Yu, —quién solo podía escucharlo pero no responderle—, solo tenía a Gojo como alguien a quien llamar de ser necesario, aunque había días en los que dudaba.Pues claro, con alguien cómo él.
De ahí en fuera, estaba completamente solo. Claro, como había llegado a esa vieja escuela privada, con su cabello largo y con ganas de alejarse de un hogar que ni siquiera se merecía el título hace casi diez años.
El tiempo se iba tan rápido.
Y eso era de lo más extraño, pero después de tanto, incluso pasados ocho años desde esa vez en la que miró por el ventanal a un par de chicos reírse viendo hormigas, seguía cuestionandose el por qué de tan tremenda estupidez, solo para reírse junto a ellos y olvidar todo lo sucedido.
Porque hasta en eso extrañaba ver a su alrededor a los demás reír por cualquier nimiedad para volver a sentirse tranquilo.
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𝐖𝐞'𝐫𝐞 𝐓𝐡𝐞 𝐒𝐭𝐫𝐨𝐧𝐠𝐞𝐬𝐭, 𝐑𝐢𝐠𝐡𝐭? • 𝐒𝐚𝐭𝐨𝐬𝐮𝐠𝐮
Fanfiction"Porqué tú y yo somos los fuertes, ¿de acuerdo?" Satoru Gojo y Suguru Geto son la dupla más talentosa de la escuela más reconocida de música en Tokio. A su alrededor, pasan miles de acontecimientos; entre conciertos, amoríos y tragedias que terminan...