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La realidad de una chica de prepa era todo lo contrario a lo que se decía en las películas. En esas, dónde se dice que como una es joven, todo acabará por resolverse porque sí.
Donde los amigos no se van, dónde hay amores plásticos y buenas notas.

En la mente de Shoko, eso era una aberración.





Estaba a punto de llover, en medio de una avenida gris en Shibuya. Haciéndola parecer una ciudad distinta a lo que era según ella: "La imitación de Nueva York"

Justo, en eso pensaba, en esas estupideces cuando en un solo parpadeo lo vió.


Era su viejo amigo. Un tipo enorme de seis pies de alto, de la mano de dos chiquillas vestidas a conjunto y combinación cómo un par. Una pelinegra y otra rubia, quizá de unos siete u ocho años que murmuraban cosas cruzando entre el caminar de Geto, para pasar a carcajearse, distantes de su realidad.

Una totalmente distinta de otra.


Al ver a Geto, todo su semblante denotaba una soledad iracunda.
¿Que si quería hablarle? La verdad era que sí, y no. Le daba algo de miedo, pero al fin de cuentas, era su amigo, ese que dejó de ver hace —por lo menos—, casi un año.

Un suspiro de cansancio fue lo único que salió de su boca al verle cruzar la calle para meterse en un restaurante.


—... Geto

No necesitaba un doctorado en psicología como para saber que estaba aferrándose a las niñas para poder saciar la soledad y el vacío que le había dejado el alejarse de la música tan de golpe.

Cómo si no lo valiera. O como si fuera otro mono sin talento.






Parecía un niño ¡Puta madre le daban unas ganas de golpearlo!



—Tú... Estúpido —murmuró cansada.

Escuchaba los jadeos de la gente correr a su alrededor por la lluvia, pero, en el fondo de su mente, le parecía un dejá vu.

Era como si volviera a ese día en la primera vez que lo oyó tocar. Cuando fue por separado de Satoru, algo que, irónicamente, era muy extraño.

Su talento era terrible. Era como ver un amanecer hermoso, con todo en su lugar; las nubes del color exacto, el sol iluminando lo que debía, y la oscuridad dando sus últimas voces para culminar algo maravilloso que acabaría de una forma cruel.

Era así, tan irreal que incluso dolía.

Dolía porque la posibilidad de igualar su técnica era imposible. Destruía como lo hacía tan solo escuchar el sonido de una alarma de posible huracán.

Era devastador, era como ver una estrella en la noche nublada, sabiendo que será la última vez que la veas igual.


Dolía demasiado, porque acabaría muriendo en el olvido, opacada por otra más.


En realidad, estaba bastante conciente de su lugar ahí, parada en medio de la calle.
Era una chica prodigio al igual que los otros al final del día, pero ella era diferente. En lugar de preocuparse por hacerse de más talento, se preocupaba por cosas muy banales.

“Hacer bien las respiraciones”

¡Anotado!




“Fluir sutil”

¡Anotado!

“Seguir el compás que más se le dificultara”

𝐖𝐞'𝐫𝐞 𝐓𝐡𝐞 𝐒𝐭𝐫𝐨𝐧𝐠𝐞𝐬𝐭, 𝐑𝐢𝐠𝐡𝐭? • 𝐒𝐚𝐭𝐨𝐬𝐮𝐠𝐮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora