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—¿No comerás?

Habían quedado en un sitio para tener una cena, una distracción en un pequeño local de ramen y quién sabe cuántas cosas más. Nanami  sorpresivamente ya había terminado su porción, y miraba anonadado el plato semi-lleno del albino. No se necesitaba ser inteligente como para saber que algo no estaba bien, puesto que era rarisimo que a esas alturas no fuese terminado la segunda ronda.


Algo lo tenía muy disperso.






—No sé... ¿Lo quieres?






—Primero dime qué te pasa





Del lado de Satoru, esté solo pensaba en lo sucedido a las afueras de la habitación de Megumi. No supo si fue el hecho de que le tocara la misma habitación o el haber cambiado las cuerdas a ese mismo violín qué en algún momento fue su propiedad.

Ya hacía bastante que no recordaba con tanto detalle a Suguru cómo lo hizo. Algo muy en el fondo seguía apenandolo, apedrando su corazón a pesar de que él mismo se había convencido en olvidar lo ocurrido.
Tal vez, contando con realismo, esa era la quinta vez en la semana que Kento lo cachaba divagando, aunque realmente estaba intentando corregirse, pensando lo que había hecho mal.


Lo único que encontraba de cierto era el hecho de que no le faltaban razones a Suguru como para largarse y hacer su vida lejos de él. Era un hombre libre a fin de cuentas, pero, no quería creer en ello, lo único que quería saber era cómo hubiera sido todo con él a su lado.



Quizá los años que esperaron para que Yu despertara se le hubieran ido como agua en lo que habrían hecho juntos, cualquier cosa que se les ocurriese. Unas escapadas a desoras, o una cena improvisada con sopa instantánea.


Tantas, que sentía que llenaría un cuaderno de cien hojas al derecho y al revés.





Kento lo miraba con una ceja alzada a espera de su respuesta, la cual fue un "nada" acompañado de uno de sus estúpidos comentarios sobre lo rara que se veía la carne o lo pesado que se sentía el ambiente.


Quejándose del calor cuando estaban sentados afuera del local, en la noche.






El danés solo se haría de la vista gorda luego de un respiro profundo. Pediría la cuenta para levantarse y alentar a Gojo a caminar a su lado.


Nuevamente se encontraría con su mirada marítima descolocada. Estuvo a dos pelos de ser aplastado por un camión y ni se inmutó. Lo que restó del trayecto tuvo que tomarlo de la mano para que no se matara cruzando la avenida.



—Vienen los de intercambio la próxima semana ¿No? —dijo de pronto el albino.—¿Serán buenos?




—Deja de subestimar a la gente — regañó él, girando los ojos. Cansado.






Una mala costumbre de Gojo luego de que Megumi entrara a la escuela fue el quedarse a dormir ahí mismo, siendo que decía que le daba flojera tener que ir al departamento —el cual literalmente estaba cómo a tres cuadras— y regresar cada mañana para dar clase.

¡Cosa que ni hacía!

Esa noche no fue la excepción. En dónde vivía era un cuarto algo más grande que el de los dormitorios, pero aislado del resto con las paredes oscuras.
Un sillón de tres plazas y un televisor, en medio de una mesa pequeña repleta de películas que no dudaba que ya hubiera visto.

Una pequeña cama al fondo y seguramente un baño.





No entendía como era capaz de vivir ahí, siendo que él se estresaba fácilmente al estar en un lugar cómo ése. Era verdad que a Nanami le desagradaba la gente, o la compañía forzada, pero no odiaba la luz o ver por una ventana al panorama diurno; era totalmente distinto a ese miserable cuartillo de quinta que con duras penas tenía iluminación.


Acabó por despedirse de él, luego de que llegara a tumbarse en el sillón y rechazara su invitación a ver alguna película juntos para desvelarse, seguramente una de drama.




Durante el fin de semana no hubo nada realmente especial que hacer. Yu seguía apenandolo con sus comentarios sinceros en alguna reunión con Mei Mei, Shoko y Utahime, está última siendo la actual pareja de la castaña, una chica con la que peleaba para reconciliarse con un par de palabras bonitas y besos.




Esos días la mayoría de las charlas incluía muchos rumores de los alumnos de intercambio, entre ellos, que dos pianistas extraordinarias que sorprendieron a bastantes personas por occidente estarían en la escuela para hacer alguna clase de servicio social.

Las cosas eran distintas por aquellos lares, —siendo lo que le contó Yu sobre que allá no había que estudiar la gran cosa para ser reconocido al instante— la que más le impresionó fue el hecho de que el éxito se conseguía siendo muy joven, claro, a base de talento.



A Gojo lo habían invitado también, pero como no le gustaba el alcohol, y el hecho de que seguramente todos acabarían por emborracharse antes de poder tener una charla decente, mejor decidió no llamarlo.








El lunes por la mañana, luego de una pequeña resaca que no tardó en controlar a base de trapos húmedos sobre sus ojos, encontró a su rutina algo más ajetreada de lo normal.

Sólo Fushiguro e Itadori se encontraban en el salón en la primera hora de clase, por ahí de las siete, y eso solo porque el pelinegro estaba reteniendo al otro de salir a armar un desastre con el resto de muchachos.

Con algo de sosobra les acabó por preguntar lo de siempre, ya algo molesto. Itadori hizo un puchero y le dijo con las mejillas infladas que afuera estaban los de intercambio, siendo saludados por todos menos por él.


Megumi le daría un manotazo en la nuca, reclamando por su idiotez, y por sobre porque querría conocer a esos foráneos si es que serían igual que todos.








Entonces fue que Itadori mencionó lo inmencionable:






—¡Es que aquí está el gran violinista Geto Suguru! — Gritaría acompañado del eco del salón vacío a sus espaldas, para decir cabizbajo:—Quería un autógrafo suyo...








—¡¿Está aquí?! — respondería de vuelta Megumi.






Y él se quedaría helado.








Ambos saldrían disparados por la puerta como si la existencia del profesor Nanami fuera nula, con Yuuji regresando por su cuaderno y una pluma desgastada, diciendo adiós cómo si la clase hubiera concluido.





No supo ni que decir. O que hacer porque ya era demasiado tarde, quizá hasta Haibara lo sabía y ni tan siquiera se había dignado a ir a avisarle. Gojo seguramente ya estaría encerrado en alguno de los salones esperando a que él otro no lo encontrara.

O quizá solo se cruzarían.



En ese instante se dió por vencido y dejo el peso de su cuerpo caer sobre la silla, mirando de reojo al techo, notando sus desperfectos, devolviendo la vista al ventanal para encontrar a la distancia a una cara conocida sonreír por encima de las cabezas de sus alumnos.



Efectivamente, era él. Suguru Geto, el mejor violinista conocido de los últimos tiempos.








El mismo que no sabía que Yu había despertado y que Gojo era profesor.















Él mismo que de pronto cambio su semblante apenado al ver a unos cuantos pasos fuera de la turba de jovencitos a una cabecilla blanca, unos cuantos centímetros más alta que él.








Entonces Yu llegaría al salón azotando la puerta para avisar tarde:










—¡Kento! ¡No me lo vas a creer!
























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𝐖𝐞'𝐫𝐞 𝐓𝐡𝐞 𝐒𝐭𝐫𝐨𝐧𝐠𝐞𝐬𝐭, 𝐑𝐢𝐠𝐡𝐭? • 𝐒𝐚𝐭𝐨𝐬𝐮𝐠𝐮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora