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—Yu... Ya estoy aquí

El silencio una pieza importante para la música, pues es el encargado de separar o unir secciónes. Todo instrumento los tenía, y toda pieza lo incluía pues es el encargado de darles una forma, aunque al final del día fuera solo eso, silencio.

Irónico, hasta el silencio se cantaba.

Cuando era niño solía pensar que el silencio era algo inexistente, que solo estaba ahí y que nadie podía verlo o tocarlo, o ya de menos describirlo.

Que era incómodo.

Sin embargo, cuando comenzó a estudiar música, se dió cuenta que era una pieza clave para armar una pieza digna de tocarse en un auditorio.

Incluso el silencio tenía una figura, una forma de ser, un símbolo.
Y ese mismo símbolo se encontraba pintado con aerosol en aquel cuarto blanco de hospital.

No recibió respuesta alguna al entrar cómo siempre desde hace cuatro meses atrás a ese dormitorio. Nada, solo el silencio que se encontraba tatuado en sus manos en forma de líneas arrugadas.

Haciéndole resentir la culpa.

—Ieri vendrá en un rato... Dijo que quizá a las cinco, Yu

De nuevo no hubo respuesta más que el compas del respirador al lado de su cama. Contando "uno, dos, tres" sin parar, junto al marcapasos, que emitía un pitido chirriante que le irritaba hasta los huesos.

Todo ahí lo hacía, le irritaba, le hería tanto que a veces sin quererlo, un par de lágrimas se paseaban hasta la orilla de su mentón, titileando en un pequeño ruido de inmersión en esa sala.

Como una gota que cae a un río.

Pero la diferencia era que sus lágrimas caían a un mar, tan inmenso, e infinito que le era imposible no tener miedo, encerrado en una pequeña isla desierta que conocía bien, pero de la que quería escapar.

Quería dejar esa isla, dejarla atrás. Pero sabía que eso era algo traicionero de su parte.





Podría decepcionarle.



Lo sabía, recordando ese día. Eran las cuatro de la tarde, él, Kento Nanami y su compañero Yu Haibara tenían un espectáculo en el auditorio del centro de la ciudad, en dónde se presentan espectáculos de culto.

Ellos abrieron con una actuación extraordinaria que sumergía a cada una de las personas ahí presentes en un viaje en el tiempo, dónde estaban siendo llevados de vuelta a la época de oro hougaku.

¿Cómo iba a olvidar?

El telón no se había abierto aún, de hecho estaban esperando la última llamada para comenzar, sentados en el suelo con kimonos tradicionales.
Nanami no se conformó solo con tocar su Koto, también se atrevió a ejecutar una pequeña improvisación con un Shakuhachi, uno de los tesoros de Yu, escuchando de fondo el itinerario de la tarde.

—¿No tienes miedo de que la rompa? ¿Y si le pasa algo?


—Ay, no seas tonto. Confío en tí, Kento





Aún recordaba su sonrisa, su voz.

O ese brillo en sus ojos, cuando se conectaron con los suyos en medio del escenario, sin pensar que en algunos minutos jamás, nunca más podría volver a reflejarse en esa mirada tan dulce.


—¿Tú me quieres Kento? —Estaba ahí, entre los camerinos tan tranquilo con su shamisen en mano, sonriéndole.


—¿Por qué preguntas? Hablas cómo si te fueras a morir






𝐖𝐞'𝐫𝐞 𝐓𝐡𝐞 𝐒𝐭𝐫𝐨𝐧𝐠𝐞𝐬𝐭, 𝐑𝐢𝐠𝐡𝐭? • 𝐒𝐚𝐭𝐨𝐬𝐮𝐠𝐮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora