Al parecer, no conectó su cerebro con sus piernas al momento de salir corriendo de entre la gente hacia la salida del auditorio. La lluvia, la cual, solo parecía agudizarse conforme más se quedaba bajo su manto la recibió de forma fría, quedándole por maldecirse a sí misma por no llevar una maldita chamarra.Pensar...
Pensar que antes los idiotas que harían ese tipo de cosas, estaban tan lejos de volver a ser lo que fueron.
Ieri terminó por correr desconsolada entre los charcos en Shibuya, pasando por el mismo restaurante, la misma calle y las mismas señales de tránsito una y otra vez en un bucle que le era algo difuso. No iba a mentir, quiso hacerse a la idea de que la lluvia había agarrado desprevenido a Geto en el restaurante, y que seguía ahí.
Pero... A fin de cuentas, él podía oler la lluvia antes de que cayese.
Se rindió, se paró a respirar entre la banqueta y el sonido del agua rebotar al pavimento para encorvarse y suspirar harta de todo. Quería un trago, quería un cigarro. Justo recordó que en uno de los bolsillos de su falda había un par, pero luego de caer en cuenta que estaba empapada, algo enojada, caminó hacia la escuela.
Su cabello corto le picaba la nuca, a pesar de estar húmedo, y la camisa se le había repegado a la piel. Abochornada intentaba hacer algún tipo de meditación bajo la lluvia, pero le fue completamente inútil al ver en el reflejo de uno de los charcos de la calle toda su figura.
Parecía una lunática, con las ojeras hasta el piso y la facha de que mataría a alguien, sacada de esas películas que pasaban en la madrugada durante los viernes de octubre; pero inmersa en su ego se dijo a sí misma:—Importa poco, aún me veo linda
—Pues en realidad, pareces recién sacada de la basura
El espejo dejó de verse distorsionado por las gotitas que caían a su alrededor, oscureciendola.
Era cubierto con una sombra gris.
Era Geto, junto a la expresión tranquilina de siempre y una sombrilla.
Shoko solo volteó a mirarlo para notar que el tiempo había transcurrido como se suponía era, tan natural y meramente cruel.
Estaba bastante acostumbrada a que los hombres a su alrededor le sacaran algo de altura, pero, algo le hacía notar que el pelinegro estaba mucho más alto que cómo lo había visto.—A mí me pareces un idiota —Dijo ella haciéndose la ofendida, cruzándose de brazos, ignorando sus pensamientos.
«¿Fingía su altura? No lo creo... Los violinistas no tienen mala postura»
—Eso ya no es sorpresa, siempre nos lo decías
El encuentro se tenso de la nada, ella, recordando lo que le había pasado en el auditorio y él, pensando en ese "Nos" que se había atrevido a pronunciar.
El día en que él y Satoru discutieron le había inundado la memoria de repente. Recordando su enojo, su frustración y sus ganas de gritarle eso que nunca se atrevió.
Las mismas cosas que seguramente le hubiera dicho él.
«¡¿Por qué no me estás deteniendo?!»
Seguía sintiendo algo de rencor. Pero ahora que veía a la castaña así, preocupada más que amargada, como solía ser, sentía que todo había sido una tontería.
Si bien había llegado a la conclusión de alejarse tanto de la música como de Satoru, ahora comenzaba a cuestionarse el "¿Por qué?" De todo lo que les había sucedido. Echándose al final, desde el fondo de su conciencia, la culpa.
—¿Qué pasó Shoko? — Preguntó suavecito.
—¿Por qué no vas a tocar ya? ¿Lo involucra?
—¿A quién?
—No te hagas el interesante conmigo Geto. Sólo dilo, si es así, solo admítelo
La lluvia solo aumentaba alrededor del paraguas. Se hacía pesado, y el aire amenazaba con volarlo.
—¿Por qué? ¿Creés que si lo digo todo se arreglará mágicamente? No me hagas reír
La calle estaba desierta, parecía todo lo contrario a la citadina Shibuya de siempre. El frío se colaba entre ellos, y la brisa húmeda solo le hacía recordar a Ieri lo estúpida que fue al salir con ese aguacero.
Pero cómo en todo, no había marcha atrás.
—Es exactamente eso... Al final, podría ser mi culpa también por meterte esas ideas en la cabeza
«¡Pero que idiota que eres! ¡Solo dile que te gusta y punto!»
Los semáforos iluminaban como estrellas los charcos, el "tic" de la marcha atrás para el paso peatonal daba el compás, y los neumáticos que resbalaban con la humedad, rígidos y chillantes, eran las notas discordantes.
Ambos lo escuchaban, y lo sabían cada quien por su lado. La música no era el problema, el problema eran ellos mismos.
—Tú eres ajena a eso, no tienes que preocupart-
Ella zapateó en un charco harta.
—¡Cómo te atreves a decirme semejante idiotez Geto! ¡Ustedes son mis amigos! ¿Eres ciego? ¡Mira lo que hacen sus putas peleas matrimoniales!
—¡Eso no te incumbe!
—¡Claro! ¡Cómo tú no haz tenido que aguantar los berrinches de Gojo!
—¡¿Y creés que no me duele?! ¡¿Te daría igual ver a alguien que amas contenerse por tu culpa?!
Una voz tan gentil, sonando tan estruendosa.
Era ese, un sonido maravilloso el de la lluvia. Incluso había un instrumento que intentaba imitar su magia, un tronco de por lo menos un metro con decoraciones rupestres y de colores apagados. Sin embargo, ningún tubo lleno de semillas se aproximaría jamás al encanto de la lluvia.
Ese que hace una laguna de melancolía en unos, y un mar de emociones en otros.
—¿Ni siquiera lo intentarás? Yo, voy a aferrarme a creer que no recuerdas...—Salió algo ofendida, más bien desilusionada, por instinto de la sombra para volver a la lluvia, con un tono indefenso, casi de indiferencia.
—... que la música es un reto—Shoko...
La chica solo le dió la espalda y dejo al pelinegro —literalmente— con la mano estirada, mientras ella le rehuía con el sonido de su zapato rechinar por la humedad.
Le era imposible, pero quería dejar de sentirse triste por él.
Por los dos, por los tres...
—Gojo aún guarda tu violín. Deberías ir por él algún día, Geto
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𝐖𝐞'𝐫𝐞 𝐓𝐡𝐞 𝐒𝐭𝐫𝐨𝐧𝐠𝐞𝐬𝐭, 𝐑𝐢𝐠𝐡𝐭? • 𝐒𝐚𝐭𝐨𝐬𝐮𝐠𝐮
Fanfiction"Porqué tú y yo somos los fuertes, ¿de acuerdo?" Satoru Gojo y Suguru Geto son la dupla más talentosa de la escuela más reconocida de música en Tokio. A su alrededor, pasan miles de acontecimientos; entre conciertos, amoríos y tragedias que terminan...