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Faltaban dos días, en específico, dos días para el gran acto de apertura de primavera que estaba a cargo de los únicos dos estudiantes de primero, Kento Nanami y Haibara Yu.

Decir que los nervios por parte de ambos era brutal, era poco. El rubio no podía conciliar el sueño y se ponía a repasar las partituras de su acto, e cuál fue compuesto por Yu y el criminal de Suguru.

Aunque poco a poco comenzaba a acostumbrarse a verlo como un chico tranquilo.

Yu por su parte dormía como piedra cuando él quedaba en vela. Le parecía una total bobería que se fijara en todos los demás, haciendo observaciones y diciendo "yo le hubiera puesto unas notas más" cuando ni siquiera practicaba.

«¡Practicaré justo un día antes! ¡Créeme que es mejor!»

¡Cómo se atreve!

—Mmm... Quiero... las blancas...

Y por si fuera poco Yu balbuceaba y hacía sonidos extraños mientras dormía.

¡De verdad! Verlo dormir era un espectáculo.

Justo una semana antes, cuando recién empezaba a desvelarse, lo escucho decir "hotcakes y cerdos" entre sueños, como si estuviera huyendo.

Ahora hablaba de zapatos, o por lo menos eso pensaba.

Las partituras no eran de gran dificultad, de hecho, se identificaba con la tonalidad, y la escala era de sus favoritas.

Pero los nervios eran traicioneros.

—No no no no... Nooo no

«Creo que no le dieron los que le gustaban» pensó con una pequeña sonrisa el rubio. Aguantando las ganas de reír, intentando concentrarse.

Pronto se dió cuenta que había terminado de repasar las partes en las que tenía duda, y se puso a ver qué había que hacer en la habitación. Aunque realmente Yu y él hacían un gran trabajo dejando todo ordenado.

Su shamisen estaba perfectamente bien acomodado entre un par de tornillos que Yu había puesto en la pared, algo elevado del suelo.
Su ropa informal estaba hecha bolita a un lado de su uniforme de siempre, el cual estaba perfectamente bien doblado. Tenía un par de mangas que la chica de segundo le había prestado y que guardaba en un pequeño estante que ambos compartían.

Pero, entre su ropa y el colchón había un par envoltorios de dulces, seguramente del salvaje de Gojo, que se había paseado por su habitación durante la mañana del día anterior.

Tomó las basurillas y decidió ir a tirarlas en el bote de basura que quedaba bajando las escaleras de los dormitorios.

Aprovechando, tal vez sería bueno ir a robar algo de agua a los comedores.


Al salir, se dió cuenta que la madrugada era extrañamente tibia, esperaba que hiciera un frío infernal, pero al parecer el cambio climático estaba haciendo de las suyas.

Cruzó por el pequeño pedazo de césped que conectaba al patio con los comedores, y dispuesto a ir tras un vaso de agua, de repente paró seco al ver que la luz estaba prendida.

Debían ser, aproximadamente las cuatro de la mañana. ¿Qué estaba haciendo alguien ahí?

—¡Ya te ví! — gritó la silueta. Era Gojo, justo a quien no se quería encontrar.

Al rubio ya no le quedó de otra y decidió darse por vencido.

—¿Qué haces por acá a estas horas?

Él ojiazul, sirviéndose algunos fideos en un pequeño plato hundido, como si fuera tan normal comer a esas horas, solo dijo que tenía hambre.

Aunque luego se delató a si mismo diciendo que no era normal verlo a él despierto.

Como si fuera algo tan normal

—¿Entonces no es la primera vez? Vaya

El otro negó y agregó:—Da hambre por las noches

Nanami dispuesto a irse ya con su objetivo cumplido, dió las buenas noches a Satoru y pasó a cruzar por la puerta. Pero pronto un llamado de parte del mayor le hizo voltear.

—¿No quieres unos? — Propuso amable, agitando un par de platos.—Ya sé que luego caen pesado, pero tienen otro sabor en la madrugada

—Qué tontería

—Anda

Ambos se sentaron a un lado de la cocina, en una de las mesitas de madera. Kento realmente ni tenía mucha hambre, pero intento seguirle el paso a Gojo, quien ya llevaba dos platos.

Pronto el albino no tardó en hacerle preguntas mientras se atragantaba con un fideo rogando por respuestas.

—Nanami... Me suena a mar

—Algo tiene que ver, sí

Kento no iba ni a la mitad del plato cuando a Satoru le pareció bueno rellenar de nueva cuenta el suyo y viceversa.

—¿Por qué quisiste entrar a esta escuela? Me parece que en Kyoto también hay una parecida ¿No?

—Pues, realmente lo hice para no estar cerca de mi padre — le contó, pensando si era correcto o no contarle, pero luego caía en cuenta que por desgracia ya era demasiado tarde para callarse.— Él paga la escuela a cambio de que yo tenga buenas notas y reconocimiento, sino...

—Sino..

—Tendré que volver a casa bajo sus condiciones

Satoru y su estómago decidieron parar de comer en ese momento, pensando en que de hecho, Nanami era muy talentoso.

—¿En tu familia hay músicos?

Él negó.

Demasiado talentoso cómo para no tener un linaje.

Kento terminó su plato, y fue a dejarlo junto al de Satoru a la cocina, ahora sí para regresar a su dormitorio.

Dió las buenas noches por lo bajo, y camino hasta las escaleras, Gojo llegó corriendo y lo tomó de la espalda, diciendo que su dormitorio también quedaba en ese edificio.

De camino al pasillo, él le tomó de la mano, y con el reflejo de la luna en sus ojos azules le dijo suavecito al rubio:

—Tienes sangre para esto. Tú también eres fuerte

La pequeña seriedad que le había impreso a esas palabras se quedaron atrás de repente, cuando Satoru cambio su mirada y tono de voz para decirle "buenas noches".

Nanami volvió a su habitación, con esas palabras en mente y su estómago lleno.

—Noooo, noo bip

Yu seguía haciendo ruidos extraños, y ahora su estómago también.

Pensó un poco en esas palabras de repente, con extraños "bips" y "no" de fondo, repitiéndose en su cabeza como un disco rayado.

"Tú también eres fuerte"


No entendió que le había picado para decirle eso, cuando se la pasaba practicando por los nervios. O cuando ni siquiera sabía componer.

¿Por qué era fuerte?

—A Kento no... le gustarán esos...

Él rubio volteó asustado a dónde se encontraba el pelinegro, roncando.

«¿Había dicho mi nombre?»

Rápidamente puso una mano sobre la frente del otro, para comprobar que no estuviera agonizando o algo similar. Pero la verdad era que el desgraciado estaba perfecto.

—Yo... lo quiero mucho

Añadió entre sueños para voltearse del lado de la pared y seguir con su siesta.

Nanami dispuesto a dormir igual se dió cuenta que fue muy mala idea comer fideos a las cuatro de la mañana, así que, interpretando que ese "lo quiero mucho" era para él, se sentó a filo de su colchón, a reposar y ver el amanecer.




—Yo también te quiero, Yu

𝐖𝐞'𝐫𝐞 𝐓𝐡𝐞 𝐒𝐭𝐫𝐨𝐧𝐠𝐞𝐬𝐭, 𝐑𝐢𝐠𝐡𝐭? • 𝐒𝐚𝐭𝐨𝐬𝐮𝐠𝐮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora