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Hay algo inexplicable que sucede siempre cuando llega esa hora del día en que no sabes si es noche o simplemente es de día. La luna y el sol se encuentran de lado a lado junto a los colores de un cielo hermoso, azulado pero con los rastros de luz muriendo al paso de los minutos.

Megumi ya lo había visto un par de veces, ese fenómeno natural que incluso tenía un nombre, pero que simplemente se le olvidó.

Ver a su tutor y a uno de sus ídolos mirarse así, cómo estaban mirándose en ese instante le hizo recordar a como se veía en cielo en un atardecer.

Era simplemente inexplicable.



Itadori, quién no tardó en acercarse al hombre de cabellera negra a pedir un autógrafo ni siquiera se había percatado de ella, y en realidad, ninguno de sus compañeros lo hizo, era extraño, pero de alguna forma no se le hizo raro.

Detrás de él iban dos chicas, al parecer de su misma edad. Estas mismas platicando con los demás chicos en lo que Geto acababa de firmar una hoja de papel.

—¿Cómo te llamas chico? — Preguntó él, desviándose un poco de la mirada azulada.—¿Qué tocas?

—¡Soy Yuuji Itadori! ¡Batería! O bueno, percusiones

—¡Lindo! Nunca había conocido a un percusionista

A el pelirosa se le iluminaron las avellanas que tenía por ojos al recibir el cuadernillo entre las manos, con la fina letra en cursiva del mayor entre las líneas del pentagrama. Chilló de la emoción y se lo restregó en la cara a Yuta e Inumaki que estaban platicando amenamente con las gemelas pianistas Mimiko y Nanako.



—¿Me darías un autógrafo a mi también?

La insoportable voz de Gojo resonó llamando la atención de todos, y Megumi llamó bajito a Yuuji a ayudarle a sacar a todos de ahí por si acaso querian platicar. Geto sonrió de lado al ver a los chicos parlotear y decir que compartían escuela con "ese genio", acompañado de un semblante sencillo para decir:






—Claro que sí



Para Satoru

La única cosa que desee cuando te ví por primera vez, al lado de ese pequeño río en un día soleado de junio, fue que te aburrieras y te fueras pasadas algunas horas

Siempre creí que con el tiempo te irías, aunque por desgracia, a mí también se me fue haciendo costumbre no separarme de ti

Satoru no llevaba ni una hoja de papel, tampoco un bolígrafo y era suficiente para hacer reír a Suguru. Las niñas le preguntaron discretas, cómo él les había enseñado, si es que quería estar a solas con el albino. Asintío con una sonrisa y Nanako les gritó a los que restaban si es que podían darle un tour a ella y a su hermana porque estaban que morían de hambre, siendo regañada con la mirada por Mimiko, quien le decía que no fuera grosera.

La chica solo le sacó la lengua y se fueron alejando con la bolita de muchachos.



¿Te acuerdas de cuando estuvimos en el malecón? Yo sí, pero no hablamos mucho. Hasta hoy sigo recordandolo cómo si fuera ayer, aunque en realidad, han pasado muchos, muchos años.

𝐖𝐞'𝐫𝐞 𝐓𝐡𝐞 𝐒𝐭𝐫𝐨𝐧𝐠𝐞𝐬𝐭, 𝐑𝐢𝐠𝐡𝐭? • 𝐒𝐚𝐭𝐨𝐬𝐮𝐠𝐮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora