Elizabeth
Al salir del baño mucho más fresca y relajada, me puse a rebuscar en el armario y encontré un short de seda negro, que era más como un pijama, junto con su blusa que hacía juego.
Fuera el cielo se estaba tornando oscuro junto a las nubes grises. Provocaba sentarme con una deliciosa taza de café humeante y oír musica.
Traté de relajar mi mente y no sentirme estresada por estar encerrada en ese lugar... Una parte de mi estaba agradecida porque ya los abusos se acabaron, aunque igual seguía encerrada... Por otra parte me preocupaban los estudios. Ya este era mi último año en el instituto y, aunque estábamos comenzando los exámenes y pruebas finales, todo esto me retrasaba.
Me preguntaba si alguien, algún profesor, cualquier persona, se habría fijado en mi ausencia...
Definitivamente mi vida era patética. No sabía que hacer en estos momentos.
Respiré hondo, acercándome a la cama, donde dejé tirado el bolso. Lo revisé y me encontré con el libro que la señora Barn me obsequió, también me encontré con mis AirPots blancos, un cuaderno de notas y un boli.
No tengo idea de cuánto tiempo estuve sentada en la cama mientras ojeaba Nuestras Señora de París, hasta que sólo oí unos leves toques en la puerta que me hicieron volver a la cruda realidad.
Abrí sin antes responder nada y me encontré con Dimitri; llevaba un pantalón de chándal negro, pero no llevaba nada que cubriera su torso. Involuntariamente, mi mirada me traicionó y quedé mirando su torso definido... Sus pectorales estaban muy bien trabajados, su abdomen contaba con una tableta de seis, la V remarcaba su cintura y había una línea de vello desde su ombligo descendiendo hasta perderse debajo d ela tela....
La tinta negra de sus tatuajes le quedaba perfecta en su piel blanca.
Mi corazón se aceleró un poco para después experimentar un leve cosquilleo en el estómago.
Lo miré rápidamente a la cara; Dimitri me miraba con una ceja levantada. Mordí mi labio avergonzada.
—Dentro de media hora Abba preparará el almuerzo. —avisó mirando fijamente mis ojos.
—Está bien... —susurré más para mí que para él.
Ni siquiera supe que más hablar con él, ya que normalmente andaba de mal humor. Siempre andaba con un mal genio que provocaba lanzarlo por las escaleras de su propia casa.
No era mala idea intentarlo...
Antes de intentar cerrar la puerta, él hizo un movimiento con la mano, evitando que ésta se cerrara.
—Te dije que te mantengas alejada de Skay. —dijo entre dientes. La mirada glacial que siempre tenía se había convertido en una mirada oscura.
Al principio me sorprendí por su arranque, pero encarné una ceja y apreté los dientes.
—Ya no estoy con la persona que me mantenía con límites o restricciones en mi vida, Dimitri. Así que, por lo tanto, ya vete sacando de la mente que tienes derecho a decirme con quién puedo o no hablar. —siseé molesta, sin dejarme amilanar por nadie. Joder, ya estaba cansada. No había hecho nada malo como para hablara así— Una cosa es que me tengas en un encierro y otra muy diferente a que quieras gobernar mi vida. Al menos él fué la única persona que no me miró como un bicho raro cuando entré al almacén.
—Ya sé cómo te miró. —dijo acercándose más. El olor que desprendía su cuerpo era tan embriagador y vicioso, que tuve que aguantar un suspiro. Olía tan bien— Sólo te digo que no quiero tener que andar como una lapa contigo para que no te andes revolcando con uno de los nuestros. —apreté la mandíbula. Me irritaba oírlo decir cosas que no sabía.
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El Físico Atrae, Pero No Es Por Lo Que Me Quedo©
RomanceÉl, un hombre arrogante, frío, calculador y futuro heredero de Los Vory, la ayuda a ella; una chica con demonios que la atormentan, la marcaron mental y físicamente, rompiendo sus alas y causando de se odiara a sí misma. La mafia rusa es un mundo dó...