Capítulo 20

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Elizabeth

“Las emociones no expresadas nunca mueren.
Quedan enterradas en vida y emergen más adelante, de formas más desagradables”

—Sigmund Freud.

~•~

Nunca me ha gustado sentir el sudor en mi cuerpo; a pesar de ser algo natural del ser humano, nunca me acostumbraba. Me daba asco. Por esa razón, y entre otras, siempre me encantaba el invierno y estar en lugares fríos; pero mientras entrenaba y me obligaba a distraer mi mente, el disgusto por el sudor era menos.

Por mucho que mi cuerpo pedía descanso, no cedía a él, porque ésta era la única manera de mantener mi mente ocupada: entrenando.

Ahora ni leer me mantenía ocupada… Me estaba perdiendo a mí misma.

Hoy cumplía dos semanas desde la última vez que lloré y me terminé de romper en mil pedazos. Dejé a una Elizabeth destrozada en California y comencé a crear arduamente otra, a pesar de lo mucho que me ha estado costando mentalmente.

Khaled me llevó de vuelta a Rusia casi obligada, me llevó a vivir a su mansión, porque me negaba a dejar el cuerpo de Barn en aquél baño. Él me prometió que tendría un entierro digno, pero al que no podía asistir. Ni siquiera podía despedirme de ella en su velorio por cuestiones de seguridad. Yo aún seguía en un estado de negación y poco a poco mi humor iba empeorando con el pasar de los días.

La culpa me azotaba cada vez que me levantaba por las pesadillas en la noche, sintiéndome que me ahogaba poco a poco al revivir los recuerdos.

Sólo podía pensar en: si no hubiese intentado contactarme con ella, estaría viva ahora mismo…

Cada vez me llenaba más de rabia, ira y culpa, deseando con todo mi ser vengar su muerte. Me lo juré. Se lo juré; lo cumpliría.

Después de mis prácticas diarias en manejo de armas con Skay, me tocó defensa y combate con la pelirroja. Kattia se movía con mucha fluidez mientras combatimos. Cuando llegaba a mí y lograba golpearme, no titubeaba y era agresiva; sabía que su comportamiento era por lo de la otra noche, pero igual no me importaba. Milagrosamente no pudo tocarme los cojones en ese momento a pesar de que mi paciencia depende de un hilo últimamente.

Todos los días iba aprendiendo y mejorando las técnicas que adquiría, aunque Kattia me llevaba mucha ventaja; era toda una veterana. Hasta su manera de pelear era con estilo…

Gruñí de frustración cuando me derribó con fuerza y me golpeé la cabeza.

Hija de puta…

–¿Que sucede? –dijo con burla– Levanta tu culo y sigue, no te quejes que aún no doy lo mejor de mí.

–No es necesario que lo hagas. Ya casi me tienes al borde. –siseé levantándome. Comenzó a reír con ironía mientras se acercaba a mí al ponerme de pies de nuevo.

De reojo noté que Skay y Dimitri estaban entrando al patio. Mi cuerpo se tensó completamente al notar la presencia de este último.

–¿Me estas amenazando, puerquita? –murmuró con los ojos fijamente en los míos. Ambas teníamos casi la misma estatura, aunque ella era un poco más alta.

La Elizabeth de hace unas semanas simplemente pudo haberse intimidado un poco por su cercanía y mirada con ganas de asesinarme, en cambio, la de ahora, se estaba volviendo más altiva, retadora y no dejaría que nadie pasara por encima de ella. Joder, ni siquiera dejaría que ella misma llegara a decaerse de nuevo ante nadie.

El Físico Atrae, Pero No Es Por Lo Que Me Quedo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora