Elizabeth
Los días, las horas, minutos y segundos fueron pasando lentos, aunque cuando quise darme cuenta ya había pasado cuatro días desde el atentado en el bar. Pensaba mucho en lo sucedido muy a menudo. El señor Khaled me había dicho que Dostoievski era enemigo de Los Vory y Walter. Ellos me querían a mi para poder llegar a él, pero de nada serviría, porque yo no le importaba a esa escoria. Walter se los había ganado de enemigos a ellos también después de robar a Dostoievski.
Todo este tiempo había vivido con un monstruo...
Pensé en mi madre... ¿Ella también había Sido víctima de él? Solté un profundo suspiro.
Me había cruzado pocas veces con Dimitri por la casa, en el pasillo o en la cocina, pero nuestras amargadas conversaciones sólo se habían convertido en palabras monótonas e incómodas. Más que todo porque yo lo evitaba a toda costa. Me la pasaba en mi habitación la mayoría del tiempo, leyendo los libros que subía de la biblioteca; sólo bajaba a comer y a charlar con Abba las pocas veces que me la encontraba en la cocina.
La recuperación de su brazo aún me tenía al pendiente. Aún estaba sorprendida ante el grado de preocupación que desarrolle por ese imbécil el otro día. Dimitri andaba un poco estresado y se la pasaba bastante tiempo en su oficina. Un par de veces lo escuché molesto mientras hablaba por teléfono. Khaled se pasó por la mansión para tratar algunos temas con su hijo.
Tampoco habíamos vuelto a salir, bueno, Dimitri no me había vuelto a llevar a ningún lado cuando salía, cosa que agradecía ya que aún seguía afectada por el atentado.
Tomé esos días no sólo para recomponerme un poco, también para pensar en el dolor tan grande que he vivido y en la poca libertad que he tenido en mi vida...
Vaya mierda...
Después de haber salido de un delicioso baño caliente, me metí en la cama y poco a poco me fuí quedando dormida. Estaba muy cansada y no sabía por qué.
Podía sentir unas manos acariciando mis muslos de manera consecutiva, haciendo que mi piel se erizara involuntariamente y que mi llanto aumentara.
El cuerpo de Dimitri estaba tirado en el suelo de mi habitación, sin la vida reflejada en sus ojos, pero su cuerpo ensangrentado presenciaba cómo Walter bajaba mis bragas mientras me obligaba a mirarme en el espejo.
Sus ojos representaban el mal, el monstruo que era, lo sádico y repulsivo en lo que se había convertido para mí. Dejó mi cuerpo completamente desnudo y empezó a manosear de cualquier forma asquerosa mi piel.
—No..., por favor... —sollocé, al ver la pistola que me apuntaba en la sien.
Hizo que me inclinara un poco hacia delante.
—La carne tierna es mas deliciosa. —susurró en mi oído para luego penetrarme dolorosamente, haciéndome gritar de dolor y llorar más fuerte.
—¡¡No, papá!! —grité.
Sentí cómo sacudían mi cuerpo y daban leves toques en mi mejilla. Su voz ronca se hizo presente, pero la oía lejos... como si estuviera llamándome desde otra habitación.
—¡Elizabeth, despierta! —dijo la voz de Dimitri. Siguió zarandeando mi cuerpo hasta que abrí los ojos lentamente. La habitación estaba iluminada por la luz de la luna llena que entraba por el ventanal. Estaba todo oscuro. Sentí la humedad en mis mejillas. Las toqué y comprobé que estaba llorando. Los recuerdos de a pesadilla me invadieron y ahogué un sollozo— Sólo ha sido una pesadilla. —las lágrimas siguieron deslizándose en silencio, pero me acerqué más a Dimitri y sin saber qué hacía, me subí en su regazo; como una niña pequeña buscando refugio en la persona que le brindaba seguridad.
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El Físico Atrae, Pero No Es Por Lo Que Me Quedo©
RomanceÉl, un hombre arrogante, frío, calculador y futuro heredero de Los Vory, la ayuda a ella; una chica con demonios que la atormentan, la marcaron mental y físicamente, rompiendo sus alas y causando de se odiara a sí misma. La mafia rusa es un mundo dó...