Capítulo 17

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Dimitri

“Hasta el demonio más vil alguna vez tuvo sentimientos.”

—Gretzabeth González.

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De camino a casa de mi padre no era ni la sombra de lo que había sido antes de conocer a Elizabeth. Mi ira e impulsividad antes era poco normal en mí, pero cuando esa mujer del diablo tocó mi puerta, juro por Dios que todo en mí se revolvió, causándome un sin fin de emociones negativos y positivos.

Si antes la ira me emanaba, incluso recién levantado, Elizabeth hizo que todo se mezclara con el deseo. La odiaba por lo que había hecho, pero también la deseaba con una necesidad intensa. ¡Joder, me había dejado esposado en la cama, desnudo y con una puta erección que dolía como un infierno!

Pero nada de esto se iba a quedar así. Ella, aunque no quisiera reconocerlo en el fondo, me frustró. Hizo que la deseara de una manera inigualable como nunca antes había me había pasado con una mujer.

Me sentía ofendido, una niñata me la había jugado....

Podría ponerme peor, perder más los papeles e incluso armar un escándalo; pero no. Yo era un hombre de decisiones perversas con maldad corriéndome por las venas, mientras que ella una simple niña que empezaba a explorar sus hormonas y no medía las consecuencias de sus acciones... El peligro que corría al hacerme esto.

Al parar frente a la mansión de mi padre ya tenía la decisión tomada; ojo por ojo, diente por diente...

—Buenos días, señor Dimitri. —habló una mujer del personal al verme entrar al living. Asentí sin ningún interés y caminé hacia el despacho de mi padre, pero su voz me interrumpió—: El señor no está en su despacho. Está en el patio trasero con la señorita Elizabeth y la joven Kattia. —fruncí el ceño, pero volví a asentir sin decir más nada.

Salí al patio con paso calculador y la mandíbula apretada. La iba a ver.... Iba a ver a esa zorra...

Pues, claro que la vi; pero no esperaba encontrarme a Kattia sobre Elizabeth haciéndole una llave después de haberla pateado y derribado sin compasión. Ambas llevaban ropa deportiva empapada de sudor. Noté que, a diferencia de Kattia, Elizabeth estaba sonrojada y sudorosa, mientras que Kattia se movía con destreza manteniendo su glamour.

—¡Arriba, puerquita! —exclamó Kattia mientras se levantaba, dejando a Elizabeth gruñendo en el suelo— No me gusta que te canses muy rápido y sudes como una cerda. —mi padre no lo veía por ningún lado. Las chicas aún no se habían percatado de mi presencia.

—¡Que no me digas puerquita, joder! —gruñó la rubia, levantándose.

—Vale, modelo de Victoria Secret’s. —ironizó Kattia con veneno. Me quedé quieto mirándolas.

—¡Se acabó! Deja de meterte con mi peso, zorra colorida.... —dijo casi en un grito. La risa que soltó Kattia fue escandalosa, algo que no le hizo gracia a Elizabeth porque enseguida se le lanzó encima para empujarla y tirarla al suelo, pero Kattia fue más rápida y la volvió a derribar con brusquedad; Elizabeth emitió un gemido de dolor.

—El título de zorra lo llevaré siempre en alto y ogullosa, pero, cuando tu dejes de ser una insegura cerda sudorosa con enorme culo de avispa, podré dejarte en paz. Aunque sea cuando empieces a pelear mejor.—dijo Kattia con burla. Me fijé en que la cara de Elizabeth se habia puesto roja y sus ojos estaban acristalados. Por un segundo sentí el pinchazo por lo que había dicho Kattia; Elizabeth era hrmosa tal y como era, sin importar que no tuviera el cuerpo noventa, sesenta, noventa. Ella desprendía peculiaridad y naturaleza, y estoy seguro de que este momento para ella debía de ser humillante....

El Físico Atrae, Pero No Es Por Lo Que Me Quedo©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora