Un pacífico cambio de paradigma

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Disclaimer: Los personajes de Harry Potter no son míos, son propiedad de J.K. Rowling. La historia tampoco me pertenece, es de Inadaze22 y fue beteada por Julietta Regneey.

Capítulo diez: Un pacífico cambio de paradigma

Primera parte: Ilusiones mentales

Hermione trató de asegurarse a sí misma que sería más fácil respirar, que mejoraría y que la rigidez que aparecía en su pecho cada vez que pensaba en Matthew y sus padres desaparecería. Trató de engañarse a sí misma para tener fe de que sería más fácil mantener los ojos enfocados en el futuro en lugar de mirar hacia su sombrío pasado.

Pero no lo fue.

Puso y encendió una vela roja en la encimera de su baño en memoria de ellos. Brillaba y centelleaba contra las paredes y los techos color crema. La cera rezumaba, goteando lentamente por el costado de la vela como una lágrima. El rojo le recordó lo emocionados que estuvieron sus padres cuando entró en Gryffindor. El color le recordó tiempos más felices en Italia con Matthew. Usó ese color para alegrarles la vida y quitarles el dolor que parecían predestinados a vivir. El rojo hacía que todo fuera tolerable. Incluso después de toda una vida de enfermedades, visitas al médico, operaciones, quimioterapia, vacunas y visitas al sanador.

El rojo era el color favorito de Matthew. Era el color de las flores que Hermione traía a casa todos los lunes del mercado, el color de la capa de Superman con la que corría, el color de su cepillo de dientes, el cual ella hechizo para que emitiera su canción favorita mientras él se cepillaba los dientes, el color de su vasito infantil favorito y de su pequeña manta...

Hermione sabía que no podía salir de la habitación para cenar; no cuando su mente estaba llena de recuerdos de él. Lágrimas de cera caían de la vela mientras se derretía lentamente. Ella miró con tristeza la llama, queriendo extender la mano y tocarla, de la manera en que quería extender la mano y tocar a Matthew.

Hermione recordó vívidamente la última vez que le tocó la mano.

Se lo habían llevado con una sábana cubriéndole el rostro... Y ella los había detenido, solo para verlo una última vez. Sus manitas estaban frías como el hielo y su rostro estaba blanco como la leche. Parecía estar durmiendo y no muerto. Quería gritarle con la esperanza de que, si escuchaba su voz, él volvería a la vida.

Pero ahora era más sensata que en ese entonces.

El dolor que había sentido después de perder a Matthew había sido incomparable al que había sentido después de perder a sus padres. E incluso después de cinco años el sufrimiento no se comparaba con la pérdida de Matthew. Es cierto que dolía, pero era un tipo diferente de tristeza. El dolor de perderlo, de ver cómo se desmoronaban sus esperanzas y sueños. Era el dolor que venía de ver el final de una vida que ella había creado en su vientre, que nutrido y por quien había sacrificado todo para proteger.

Fue demasiado.

Incluso ahora, su anhelo por él era tan fuerte que apenas podía respirar.

La música envolvió sus memorias como una banda sonora. Ahogó los malos recuerdos, pero, para su consternación, no borró el dolor. A veces, Hermione deseaba que Matthew se pareciera más a su padre. Deseó poder mirarlo a la cara y ver a Matthew, escuchar su voz y ver sus ojos. Ver crecer a Matthew a medida que él envejecía. Ver cómo se luciría Matthew mientras él cambiaba y se desarrollaba.

Quizás entonces podría engañarse a sí misma haciéndose creer que su bebe todavía estaba allí con ella.

Antes de que pudiera detenerse, Hermione alcanzó la vela. No podía contenerse, no podría dejar de sentirse triste cada vez que pensaba en su hijo. La llama de la vela se elevó hacia arriba para lamer sus dedos.

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