Disclaimer: Los personajes de Harry Potter son propiedad de J.K. Rowling. La historia es de Inadaze22.
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Capítulo veinticinco: A las escondidas
Primera parte: La silla
Tic. Tac. Tic. Tac.
El gran reloj de pared se burlaba de él. El sonido era ensordecedor.
El tiempo no estaba de su lado.
Desde el centro de la habitación, Draco ignoró el reloj y concentró su atención en la silla de la fatalidad. El asiento que fue de su padre estaba en la cabecera de la larga y reluciente mesa de caoba de la sala de reuniones. Había otras ocho sillas, cuatro a cada lado, todas acolchadas, pulidas y de color verde esmeralda, pero no le importaban las otras sillas; solo la que fue de su padre. Con una taza en la mano, una que le había entregado un elfo doméstico, sus ojos se entrecerraron mientras se preparaba para tomar un largo sorbo; su mirada nunca dejo la silla bañada en oro.
Había pasado una hora desde que los colores habían regresado a su mundo y Draco se sentía un poco... Bueno, no lo sabía, solo se notaba extraño. Todo era mucho más vívido de lo que había sido antes.
Era casi cegador.
Tic. Tac.
Quería maldecir ese maldito reloj.
No necesitaba ningún recordatorio del poco tiempo que le quedaba para pensar.
Draco suspiró antes de tomar un trago, e hizo una mueca. Nada podría arruinar su momento introspectivo por una taza de té. Odiaba su sabor y palideció cuando el líquido golpeó su lengua, pero sus ojos entrecerrados nunca abandonaron el asiento de su padre. No sabía por qué; era solo una silla. Aun así, no podía apartar la vista. Su mirada era tan dura e intensa que el mueble estallaría en llamas en cualquier momento.
Las comisuras de sus labios se arrugaron en concentración.
Maldita y estúpida silla.
Quería explotarla junto al reloj de la habitación. ¿Por qué? Porque, el reloj le recordaba que tenía tiempo y la silla... Mierda. Había mirado esa silla, la silla de su padre, innumerables veces, pero solo ahora significaba algo para él. Y Draco se había dado cuenta de que no estaba seguro de cómo manejarlo. Esa silla ya no era su padre. Era suya.
Había muchas cosas que ya no le pertenecían a su padre. La silla, la mesa, la habitación, toda la mansión; ahora todo era suyo. Cada cuadro en la pared, armadura, mueble, elfo doméstico; todo le pertenecía. El ochenta por ciento de las acciones de las tres empresas familiares eran suyas, al igual que los millones de galeones que acumularon.
Draco comprendió de repente por qué Emil codiciaba los negocios; entendía por qué el hombre quería que Draco lo dejara todo. Con el dinero se obtenía poder. Draco había heredado una cantidad considerable de poder y le correspondía usarlo como mejor le pareciera.
Tic. Tac.
Draco se pasó la mano por el cabello.
Y ahora tenía que tomar una decisión. El puto reloj tampoco ayudaba.
Era tentador; tan malditamente tentador que eso lo enfermaba. Podría quedárselo todo. Dejar su trabajo, emplear lo que había aprendido y vivir la vida empresario. Tenía muy buenas ideas; se las había dicho a Arcturus y sin pedirle el crédito por ellas. Pero ahora... Ahora podía tomar el crédito y convertirlo en ganancias. Podía hacerlo. Y tenía el poder para hacerlo. No necesitaba a nadie. Era suyo. Todo era suyo.

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Desgarrada
FanfictionSintió algo parecido a la lástima por la mujer frente a él. Si bien eso lo perturbaba muchísimo, lo que realmente le disgustaba era el hecho de que algo había roto el espíritu de Hermione Granger más allá de la reparación.