La mala jugada del cielo

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Me desperté con pereza nunca antes percibida, sintiendo como alguien lamia mi rostro repetidas veces haciendo de aquel despertar una experiencia de lo más extraña. Abrí mis ojos con sorpresa, encontrándome con los negros ojos de un perro que agitaba su cola contento por haberme podido despertar y así poder suplir alguna de sus necesidades como cariño o juego.

―Vete de aquí sucio animal ― solté enojado alejándolo con mi mano, observando como el perro se alejaba triste y con la cola entre las piernas, soltando uno que otro sonido en protesta.

No comprendía donde me encontraba, el lugar en el que me encontraba no se me hacía familiar y más que aclararme algo me terminaba confundiendo más. Podía ver jaulas con perros y gatos gordos encerrados en ellas, imágenes de perros y gatos en las paredes ¿acaso era una clase de santuario para animales domésticos?

―Veo que despertaste angelito ― escuché como decía una voz desconocida para mí, enseguida pude reconocer una presencia extraña, que me hacía sentir enfermo y sabía de donde provenía esa presencia.

―Técnicamente no soy un ángel ― solté con mi superior sabiduría y posición al hombre que observé de pies a cabeza con desdén.

A pesar de una sólida personificación en el mundo humano me costaba comprender como un ser con un poder energético y mágico tan bajo como el de él podía mantener esa apariencia, no era un demonio de alto rango por lo que me extrañaba que no estuviera manteniéndose en la forma de algún animal pequeño.

―Demonio ¿de dónde sacas el poder para lucir así? Si tienes más yo también quiero, este cuerpo es horrible e inservible, mi cuerpo se siente extraño, no sé cómo describirlo ¿débil? No puedo permanecer así, si sabes si existe algún pacto para convertirme en demonio dímelo que estaré encantado en hacerlo.

La sonrisa del rubio se ensancho y éste con calma se sentó junto a mí mientras el canino que me había lamido antes restregaba su cara en el pantalón del de bata blanca con un sentimiento similar al cariño.

―Si existe ¿quieres convertirte en mi lacayo? ― volvió a sonreír.

―¿Es una broma? Nunca seguiré ordenes de un sucio demonio y menos uno tan bajo como tú, mira si con tu poder ni tocarme podrías – me burlé de él – si tuviera mi magia te pulverizaría con una mirada.

―Pero no la tienes ― volvió a sonreír ― sería tan fácil para mi entrar en tu cuerpo y robarme lo que queda de ti ― con esa lentitud y calma que lo caracterizaba comenzó a acercar su mano a mí, amenazando con tocarme.

No dejaría que un ser tan bajo y sucio como él me pusiera un solo dedo encima.

―Es una lástima que tengas tu barrera...

―Eres un ser tan bajo que una barrera débil como la que me entregaron te rechaza ¿Cómo alguien como tu puede tener esa apariencia tan compleja?

―Fue un regalo de un viejo amigo.

―¿Un regalo?, ¿qué idiota daría ese montón de poder?

―Digamos que no me lo dio directamente ― sonrió ― pero bueno él voluntariamente me permitió hospedar su cuerpo.

―Repito ¿Quién es tan idiota?

―¿No lo conoces? Al parecer en el cielo son bastante desinteresados con sus angelitos, envían uno a la tierra a morir, no protegen a otro que bajó por buenas intenciones.

―¿Cómo?

―Que arriba no son tan buenos como crees ¿Qué fue lo tan malo que hiciste a final de cuentas?

Recuperando mis alasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora