2. Psicólogo Roger D. Ferguson

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C A P I T U L O   2

Psicólogo Roger D. Ferguson.

Todos soñamos con tener un mundo de colores, sueños que parecen imposibles traerlos a la realidad. Todo era fácil en aquel tiempo; en donde los dulces no eran medicinas, en donde los juguetes llegaban por arte de magia, en donde tus padres te protegían y no te dañaban.

No había preocupación por el ¿Qué pasará mañana? Nos contaban un cuento antes de ir a dormir, las risas y las sonrisas me caracterizaban. No importaba las caídas y humillaciones mi gran sonrisa siempre me acompañaban.

El tiempo fue un arma fugaz, pasó tan rápido, que aún puedo sentir las caricias y besos de mi madre antes de ir a la escuela; el aroma dulce que inundaban mis fosas nasales por su abrazo. Pero ahora solo existen platos rotos y olor a pesadumbre. El sentimiento de felicidad era algo difícil de hallar, fueron remplazadas por el silencio y la soledad. Solo existían regaños de mi padre gritándome lo inútil, hueca y vacía que era.

Esos eran los tres adjetivos que ahora me personificaban.

Apenas tengo diecisiete años y no comprendo el mundo, ¿acaso es difícil comprenderlo? Porque si es así tengo que aprender a vivir con los fantasmas del pasado que ahora me persiguen.

Caminando por los pasillos de la escuela, llegué a mi casillero digitando mi clave. Por suerte había llegado temprano ya que mi padre hoy no había amanecido en casa.

Un día después de mi "casi suicidio" no vine a clases, intenté plagiar la firma de mi padre. Solo vi unos cuantos videos de cómo hacerlo, lo intenté y fracasé unas cuantas veces hasta que lo logré. Posiblemente habría sido más fácil decirle a mi padre que lo firmase, pero conociéndolo era capaz de romper el papel y botarlo en el basurero.

Llegué al aula con mis audífonos. Empujé la puerta encontrándome a unos cuantos chicos, la mayoría eran los sobresalientes, mientras que otros eran las parejas que querían tener sus momentos a solas y no tenía otro lugar donde tenerlo, aunque para eso estaban los baños.

El salón empezó acumularse de estudiantes, cada uno se sentaba en su lugar correspondiente. Tiempo después, llegó nuestra profesora de química, a la que tenía que entregarle la maqueta ya inexistente. La mujer empezó hablar sobre un nuevo tema al que nuevamente no iba llegar a entender del todo.

La clase finalizó y todos salieron apresurados del salón. Con calma, coloqué mi bolso en mi espalda, pero antes de poner un pie afuera escuché mi nombre:

─ ¡Ambrose! Qué lindo fue verte hoy. ─ Me acerco a ella con una sonrisa.

─ ¿Por qué no has venido estos últimos días? ─ Preguntó e inmediatamente me acordé de todo. ─ ¿Tu padre otra vez? Qué idiota.

─ No se preocupe, profesora Lee. Ayer hablamos de corazón y me dijo que no se molestaría más por eso. ─ Sonreí intentando sonar convincente.

Ella se había percatado un par de veces de ciertos maltratos, una vez agobiada le conté lo sucedido y desde ese momento se preocupa por mí. Lo cual me arrepiento porque no quiero lamentos de nadie.

─ Ambrose, la rectora quiere que vayas a psicología después de clases. ─ La miré frunciendo el ceño, ¿qué carajos? Claro, ella había sido una soplona. ─ No te molestes conmigo, solo...queremos lo mejor para ti...

Ella tomó mis manos, pero yo solo la esquivé perdiéndome en los pasillos. Me avergonzaba contar mis problemas y ahora que confié traicionaron mi confianza.

Hice la fila para tomar mi merienda y luego buscar un asiento, pero me detuve en seco al darme la vuelta y ver aquella cabellera rubia de la otra noche. Por un momento creí que solo lo estaba imaginando, pero mientras más me acercaba, más lo veía ahí, sentado como si nada.

Needs LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora