19. Sentimientos agridulces

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          SENTIMIENTOS AGRIDULCES



Evan se fue al amanecer, no me di cuenta cuándo lo hizo. Solo escuché un "Descansa, Ambrose" un beso en la frente y la puerta cerrarse. Quería levantarme y despedirlo, pero todo me había dejado tan agotada que ya me sentía una con la cama.

Este había sido uno de los mejores Halloween en toda mi vida, uno diferente y especial. Los toques de Evan, besos y miradas profundas fueron los momentos que mi mente capturó porque cada vez que cerraba los ojos podía recordar su lengua jugando con la mía o sus manos subiendo por mis mulos hacia mi entrepierna.

Evan me había hecho sentir especial de todas las formas en las que una persona se puede sentir especial. Me hizo sentir como la estrella más radiante e importante del universo. Me trató como la flor más delicada y la mariposa más débil. Me hizo sentir como un color nunca visto o como el privilegio de tocar a la monalisa. Me enseñó que la noche no solo se disfruta durmiendo.

Lastimosamente, había que ir a la escuela y mi padre seguía sin aparecer. Casa sin él era lo mejor del mundo, pero también es mi familia y me preocupaba. Evan la otra noche me dijo que quizás solo eran miedos creados por mí para pasar un mal rato y que papá disfrutaba de su soltería con amigos y confiaba en mí porque ya era mayor de edad.

Quise creerle porque era más bonito que pensar en eso, que en que me había abandonado.

Salí de casa con una sonrisa de oreja a oreja.
Anhelaba ya encontrarme con Evan y sentir sus enormes brazos sobre mí. Cuando entré por las puertas de la escuela, vi que los estudiantes se encargaban de retirar la decoración de Halloween. Faltaba poco para el fin de año, se venía navidad, año nuevo y yo seguía sin saber a cuál universidad postularme ¡Ni si quiera tenía la menor idea de cómo hacerlo!

De igual forma nunca tuve las ganas de entrar alguna. Sabía que moriría tarde o temprano en las cuatro paredes de mi casa.

Poco a poco las burlas fueron cesando, y comer sola en el comedor había dejado ser una tortura desde que estoy con Evan. Él era la versión mejorada de mi misma, solo que versión masculina. Caballeroso y con buen sentido del humor.

─ Hoy llegaste temprano. ─ Evan se encontraba en su casillero guardando sus cosas. Al verme sonrió y al instante recordé la otra noche. No sabía si darle un beso en la mejilla o boca. ─ Eso es un milagro. Pensé que te quedarías en tu casa excusándote que caíste por las escaleras.

Él rio.

─ Sé que falto mucho a clases pero quería verte. ─ Y con eso cerró su casillero acercándose demasiado a mi (yo estaba de espaldas a los casilleros apoyada en ellos) puso una mano en mi cintura y la otra en mi mejilla, acariciándola un poco para darme un beso, un beso tierno.

Al final ambos sonreímos como un par de tortolos y continuamos hablando hasta llegar al salón que se encontraba solo, pero no por mucho tiempo ya que tiempo después llegaron los estudiantes.

Culminaron las clases y salimos del salón. Evan tomó mi mano para caminar hasta la cafetería guiándonos a la mesa que había dejado de ser fría y sombría desde que Evan llegó.

Hace tiempo que no me sentaba aquí, por lo general siempre era afuera en el campus, o en los pasillos. Todo empezó porque Evan siempre me preguntaba dónde quería comer, y que no fuera la asfixiante cafetería.

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