Las costillas del corazónEsta vez el beso no fue como en la hoguera o como en el baño, era completamente diferente, era más íntimo.
Él me tomó de las caderas subiéndome en sus piernas. No sabía en qué momento habíamos cambiado a esta posición, solo sabía que estar así se sentía tan bien y necesitaba mucho más de él. Lo quería para hoy y para siempre, así que lo agarré del cuello de su camisa para sentirlo aun más.
─ Pensé que este día nunca llegaría... ─ La voz de Evan se escuchaba diferente, era ronca y grave.
─ Tardaste demasiado... ─ Él volvió a mirar mis labios, se relamió los suyos para volver a besarme más fuerte que antes. Sentí cómo bulto tocaba mi entrepierna.
Evan me miró avergonzado y yo solo reí por lo rojo que se había puesto. Él se alejó colocando mi bolso en su erección. Evan prendió otro cigarrillo y no hablamos sobre el beso, pero tenía muchas ganas de hacerlo, mi pecho palpitaba rápido y sentía unas inmensas ganas de abrazarlo pero solo nos quedamos sentados, mirando el cielo, comiendo lo que había traído y brindando con un cigarrillo porque yo ya era legal en todo el mundo.
Cuando se hicieron las siete guardamos las cosas y fuimos por el autobús.
─ ¿Tienes mucha prisa? ─ Me preguntó Evan estando en la parada.
─ No, Eduard ni siquiera ha llegado a casa. Dijo que hoy llegaría tarde a lo mejor no llegue hoy, siempre dice lo mismo en mis cumpleaños.
─ Propongo que caminemos, sería divertido ver las casas decoradas.
─ Está bien pero debes quedarte a dormir a mi casa. ─ Propuse.
─ ¿Tuve que besarte para que me hicieras tal invitación? Nunca pensé que fueras tan arcaica Ambrosía.
─ No da gracia, Evan, ¿y qué tiene de malo? Nunca se sabe cuándo hay un hombre de negro esperando a que estés sola. ─ Dije en forma de "broma" pero lo cierto era que me había hecho helar del miedo, lo había olvidado por completo.
─ Estamos cerca de tu casa, conozco esto por aquí y tú pronto lo reconocerás. ─ Evan cargó mi bolso y me tomó de la mano, otra vez, para empezar a caminar. No sabía si ahora éramos amigos, amigos con privilegios...novios.
─ ¿Quieres decir que estamos cerca tu casa y yo tengo que adivinar dónde es? ─ Pregunté con emoción.
─ Nop, no es ningún juego.
─ Ash, es muy injusto que tu sepas todo sobre mí pero que yo no sepa nada sobre ti.
─ Claro que sabes sobre mí. Sabes mi nombre, cuántos años tengo, qué me gusta, dónde estudio...
─ No me refiero a eso, hablo de algo más íntimo...
─ Pues, conoces el grande de mi- ─ Antes de que él dijera algo de lo que me podía avergonzarme le pegué en su brazo haciéndolo gemir del dolor.
─ Olvídalo, Evan, solo olvídalo.
Caminamos un poco más mientras que Evan contaba estupideces, en una de esas Evan arrancó una flor blanca y me la puso en mi oreja, eso había hecho enrojecerme.
─ ¿No tienes ni idea de dónde estamos? ─ Preguntó Evan.
Miré a mi alrededor y claro que me acordé de todo. Era el lugar donde hace unos meses quería acabar mi trágica vida.
─ No. ─ Respondí evadiendo por completo la conversación. No quería volver a lo que era mi yo en ese entonces, estaba intentando ser mucho mejor.
Evan cruzó la angosta carretera importándole que casi nos aplastara una mula. Esto se estaba convirtiendo en un hobby peligroso.
─ Sé que te acuerdas, Ambrose. Aquí te salvé la vida.
─ No te hagas el héroe ahora. Me salvé yo misma porque fácilmente me hubiera tirado.
─ Ah, entonces sí te acuerdas.
─ Cómo no hacerlo. Así he conocido al amigo que tengo como chicle.
Un chicle con unos lindos labios y tierna sonrisa.
Evan se apoyó en el barandal tal como aquella noche. Tenía su cabello igual de despeinado, el cigarrillo de la misma manera con su sonrisa pícara y burlona. Inhaló el humo y luego lo botó por su boca y nariz.
─ Lo bueno es que ahora puedo compartir este cigarrillo contigo en vez de evitar que hagas algo estúpido. ─ Me extendió el cigarrillo sin antes darle una calada y botar el humo.
Ese día lo detestaba y ahora se veía tan sexy.
─ Desde que te conocí consumo esta porquería. Eres mala influencia, Evan. ─ Le dije mientras le daba una calada.
─ Nunca te puse una pistola en la cabeza y te dije que lo hicieras. ─ Se defendió.
Lo ignoré, y tenía razón, fumo porque Evan tiene razón, esto es una endorfina para mí, todo Evan era endorfina para mí. Creo que...Evan llegó a mi para refugiarme con su calor, incluso si él no podía calentarse así mismo. Salvó todo de mí, mis ojos, cerebro, pulmones y corazón. Evan se había vuelto mis costillas y yo el corazón.
─ Ambrose, ¿qué te parece si compramos tu pastel de cumpleaños? ─ Preguntó Evan de la nada.
─ Son casi las nueve de la noche, no creo que sea recomendable-
─ Qué aburrida eres. Como se nota que no tienes amigos.
Auch, eso dolió.
Evan me jaló del brazo para cruzar la carretera e ir a una repostería que estaba cerca, ahí entendí que en realidad se le había antojado uno.
Al final, terminamos comprando el pastel que más le gustó a Evan. Era amarillo, con sabor a vainilla y banana, creo que era el color y los sabores favoritos de él. Cuando llegamos a casa todo se encontraba oscuro.
─ Trae un cuchillo. ─ Evan caminó hasta el comedor abriendo cuidadosamente la caja en donde venía empacado. ─ Siéntate y solo preocúpate en pedir un buen deseo y no te arrepientas trecientos sesenta días.
─ No creo en esas cosas.
─ No te cuesta nada hacerlo. ─ Respondió mientras prendía vela por vela, porque sí, había dieciocho velas. Él notó que todo esto me parecía ridículo y me tomó de la mano. ─ Ambrosía, no siempre cumplirás dieciocho. Lo único que quiero es que seas feliz, así que, feliz cumpleaños a ti, feliz feliz cumpleaños Ambrosía...
─ Así no dice la canción. ─ Me burlé.
─ No arruines el momento lindo. ─ Dijo Evan por lo bajo. ─ ¡Sopla las velas Ambrose!
Después reírnos y comer pastel, que por cierto Evan se comió tres rebanas de pastel, nos fuimos a dormir.Él decidió dormir en bóxer y yo con mi blusa de pijama y ropa interior. Creo que nos hemos visto en peores condiciones o más bien, él a mí.
Ambos estábamos demasiado cerca, él acariciaba mi rostro mientras yo acariciaba su cabello que era demasiado suave. Ninguno emitía palabra alguna hasta que Evan se abalanzó a mí para darse un beso. Podía sentir su piel emanando calor, sentía su mano acariciando mi cintura debajo de mi blusa, pero todo acabó cuando sentí la puerta tocar.
─ Mierda, se suponía que no llegaría hoy. ─ Empujé a Evan haciéndole seña que se escondiera debajo de la cama.
Abrí la puerta y maldije por lo bajo ya que había dañado el momento perfecto. Había delirado, mi padre solo se había caído en la puerta porque venía borracho y extrañamente solo.
─ Falsa alarma. ─ Cerré la puerta con llave yendo otra vez a la cama.
Evan solo río al respecto y volvimos acurrucarnos en la cama.
ESTÁS LEYENDO
Needs Love
RomanceElla la nunca había amado, ella no sabía cómo el amor se sentía. Para ella amar y ser amada, era algo que en los libros pasaba. Èl hizo que ella pensará que estaba en un cuento de hadas. Se amaron. Él amó cada parte de ella. Ella se espantó...