Polos opuestos

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El cansancio abrazó a mi cuerpo, escuchaba mi respiración y los lentos latidos de mi corazón

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El cansancio abrazó a mi cuerpo, escuchaba mi respiración y los lentos latidos de mi corazón.

—Selene por favor despierta— escuchaba las súplicas de mi madre, el brazo me dolía demasiado y mi boca apenas podía pronunciar palabra alguna.

Esto estaba yendo mal.

—Está despertando— musitó Morgan, abrí los ojos por completo, sentía que todo mi cuerpo estaba en mi contra y respirar era avaricia.

Estábamos en un lugar oscuro, el llanto de un bebé y los murmullos de las personas eran lo único que podía reconocer, la luz era baja y entendí que estábamos bajo tierra, salimos vivos del bombardeo.

—¿Qué ha pasado? — pregunté en voz baja con los ojos apretados y la respiración dura.

—Te han lanzado una daga al hombro cuando salíamos de la plaza— me explicó Mar— tu padre y yo te hemos traído a este sitio, ni siquiera nosotros sabemos cómo— la cabeza me dolía y ya no tenía mi camisa, mi brazo estaba lleno de sangre al igual que mi espalda, una catarata roja cruzaba mi cuerpo.

—La daga quedó enterrada dentro de tu hombro, tuvimos que sacarla y dejar algunas puntadas, habrá una cicatriz— dijo Carl— y por el momento necesitas descansar, pero aún no es seguro salir, acomódate acá — apoyé mi espalda en la equina de la habitación y me recosté, papá se quedó a mi lado.

Lo sabía.

Podía ocultar muchas cosas, a muchas personas, pero al parecer el hombre frente a mí me conocía como a la palma de su mano.

—Hemos visto tu signo— dijo en un susurró y mi corazón dejó de latir.

Universo, llévame contigo lo suplico, no quería tener esta conversación y mucho menos aquel futuro. Carl tomó asiento a mi lado, intenté cubrir mi mano derecha, pero el dolor me lo impidió.

Maldito destino, en estos momentos te odio.

—Supongo que es un error, no puedo ser el alma gemela del príncipe Ares— solté una risa sin gracia y buscaba algo en donde posar mis ojos y evitarle la mirada a Carl, el aire parecía encontrar pequeños agujeros para entrar, pero aún no era el suficiente para mantenerme despierta o concentrada en la conversación.

—Los signos no se equivocan, y lo sabes bien— señaló y suspiré, las lágrimas amenazaban con desprenderse de mis ojos, gracias al universo el dolor en el brazo causaba que mi mente se concentrara más en alivianarlo que en llorar.

Dolor =1

Lágrimas =0

Aunque sabía que no por mucho.

—No quiero ser la próxima reina de Saturno, no me gusta ni me hace gracia la idea de reinar un mundo como este, para mí sigue siendo imposible... — las palabras salían automáticamente de mi boca, mi alma hablaba y si algo sabía bien, es que no debía silenciarla. Carl tenía una mirada comprensiva, tranquila y me hablaba con confianza, pero tenía miedo, esto no podía terminar bien, de ninguna manera, en ningún universo, en ninguna realidad, simplemente no había camino.

—Selene, pequeña, creo que el amor es algo difícil de entender, pero ten en cuenta que algún día será lo mejor que te pudo haber sucedido— Carl estaba buscando las palabras correctas y como siempre, las encontró.

—Él y tú son dos polos completamente opuestos, pero el destino te entrega a la persona que menos esperas, no le temas a las equivocaciones y mucho menos a amar al alma que te corresponde. El amor y tú son dos cosas difíciles de comprender, pero igual de hermosas para ser quienes son, un día, vas a recordar esto y te darás cuenta de que Ares...— dejó que el silencio se quedara por unos instantes, para darle un poco de drama a la situación o simplemente para que la curiosidad me comiera viva— fue tu perfecto error— esas palabras lograron que un par de lágrimas se me escaparan.

Mi padre siempre sabía que decir, y aunque no quería admitirlo, el hombre frente a mí tenía razón.

No podía ser una cobarde y temerles a las equivocaciones, ni a amar. Ares quizá me odiaría o amaría, no lo sabía con exactitud, pero no podía hacer nada más, que aprender a quererlo ¿Verdad?

Mi mente me estaba jugando en contra y por el momento no había una decisión.

Solo quería curar mis heridas, las físicas en especial y descansar, mi cuerpo estaba tan agotado.

— ¿Y qué hago ahora? — pregunté con una mirada de súplica.

—Dale tiempo al destino y úsalo para procesar todo y pensar en una decisión, pero recuerda, siempre elige lo que te haga feliz, no en donde fingirás serlo—se acercó a mí y depositó un beso sobre mi frente. Me dejó sola en aquella fría esquina y me sentía muy cansada para reflexionar.

Mi vida estaba en medio de la espada y la pared.

Literalmente.

Aunque, mejor dicho, nuestras vidas estaban en medio del sol y la daga, que tenían una batalla por nuestras almas.

Saturno, el reino de leyendasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora