𝚇𝙸

216 47 25
                                    

Terminé mi llamada y le di las gracias a Ares nuevamente

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Terminé mi llamada y le di las gracias a Ares nuevamente.

—Bien, ya que estamos acá ¿Quieres hacer algo? —Preguntó tímidamente el príncipe.

La primera salida.

El primer momento.

¿Qué podía salir mal?

—Sí, claro, ¿Qué cosa? — pregunté con una sonrisa y colocándome el cabello detrás de las orejas, aquello era un pequeño tic, cuando estaba nerviosa solía hacerlo.

Su mirada tenía una pizca de nerviosismo y sus movimientos corporales también, pero me agradaba la idea de como ante eso, su rostro se mantenía amable y a la vez tan serio.

Ares, él parecía perfecto ante los ojos de cualquiera. Era bondadoso al igual que Peter, ninguno de los dos se parecía al resto de su familia.

—¿Dar un paseo por el jardín quizá? — lo único que pudo hacer mi cuerpo fue asentir, suspiré.

¿Estaba emocionada?

Obviamente, era algo normal, creo, pero la verdadera pregunta era ¿Quién no se emocionaría al estar a lado de Ares?

Regresamos por el largo pasillo, nuestras manos rozaban, pero ninguno era lo suficientemente valiente para tomar la iniciativa.

Recuerdan que les dije que nada podía salir mal.

Error.

Siempre había algo que salía mal y más para mí, que era la reina de la mala suerte.

—Ares—una voz femenina y seria nos detuvo. Reconocí aquella voz enseguida.

Felicidades, a la suegra no le caía muy bien que digamos.

Observé de reojo la expresión de Ares, el chico cerró sus ojos y suspiró.

—Madre—ambos nos giramos —han vuelto —dijo con voz distante.

—Sabes que no podemos estar siempre con ustedes, los negocios en Sirio, arreglar las cosas en Capella, es un trabajo duro — sus palabras se escuchaban falsas, pero ninguno le prestaba atención.

—Te quería presentar a Selene, Selene, ella es Lilith, la reina — nos presentó Ares, iba a estrecharle la mano, pero la mujer de cabello rubio me abrazó.

Se sintió como el abrazo de Judas a Jesús.

—Un gusto volver a verte —dijo sarcásticamente.

—El gusto es todo mío—respondí de la misma manera, aceptando el abrazo que la reina me daba con un rostro de disgusto. Nos separaron y luego vio a Ares.

—Te esperamos en el salón familiar en cinco minutos, lo que sea que estuvieras haciendo, quedará para después —indicó y luego de verme de pies a cabeza se retiró sin decir ni una sola palabra.

Saturno, el reino de leyendasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora