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Sin embargo, debíamos volver a Miranda, pasamos dos días más en Alhena y luego nos marchamos cuando las cosas estuvieron más tranquilas, al final de aquel atentado, hubo:

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Sin embargo, debíamos volver a Miranda, pasamos dos días más en Alhena y luego nos marchamos cuando las cosas estuvieron más tranquilas, al final de aquel atentado, hubo:

600 muertes.

Y 70 desaparecidos.

Había sido un caos en donde comprobé que la vida podía cambiar de un momento a otro, que quizá el silencio dice más de mil palabras y que los secretos pueden salir a la luz en menos de un día, cuando estuvieron esperando ser libres por más de 800 años.

Cuando estuvimos en el auto, a punto de despedirme de mi familia, sentí el delgado pergamino entre los bolsillos de mi abrigo, había olvidado que lo traía conmigo, lo dejé ahí, mi corazón era débil en aquel momento y mi piel se erizaba con el simple hecho de pensar en la reacción que Ares tendría al enterarse, no solo Ares, el reino entero, era un texto que cambiaría la vida de todos, para bien o para mal, dependiendo en qué lugar te encontrabas.

Todo por lo que la monarquía luchó, podía caerse a pedazos en un abrir y cerrar de ojos...

—Sel—Ares me regresó de mis pensamientos— ¿estás bien?—preguntó tomando mi mano.

—S-si, solo, estaba perdida en mis pensamientos – respondí con una sonrisa sin gracia y rápida.

—Ya... — dijo sin creerme, pero decidió no preguntar para no incomodar.

Íbamos de camino a Miranda, Ares conduciendo, Peter, Michelle y Ary en la parte de atrás, molestando, riendo, y yo de copiloto. Mi rostro guardaba secretos, el chico a mi lado me conocía a la perfección, podía leer mis facciones, mi mirada, descubrir cosas en mis palabras y era obvio que no estaba bien.

El castillo apareció frente a nosotros y todo quedó en completo silencio, bajamos del auto, los reyes estaban en las puertas, esperando nuestra llegada.

Todos bajamos y nos colocamos frente a ellos, tenían la mirada oscura y el ceño fruncido, a punto de regañarnos, pero ninguno lo permitió. Los primeros en entrar fueron, Peter, Ary y Michelle, pasaron a un lado de ellos sin mirarlos y sin decir ni una sola palabra, lo único que podíamos escuchar en aquel momento era el aire chocar con las hojas de los árboles y nada más. Luego, entramos Ares y yo, mi mirada se posó en la de la reina y sonreí.

Lilith había dicho que podía destruirme y no lo niego, lo hizo, pero yo tenía una última carta por jugar y la usaría en el momento indicado.

Subí las escaleras, llegué a mi habitación y tomé una ducha de agua fría, necesitaba relajarme, el frío llenaba mi cabello y mi cuerpo entero, la paz que sentía al estar bajo aquella regadera era inexplicable, podía sentir como todo mi ser volvía a encontrar su lugar. Me coloqué ropa cómoda, el medio día estaba llegando, pero al parecer, el universo estaba triste, el sol no había aparecido desde el atentado en Capella, en ninguna ciudad.

Me recosté sobre mi cama, suspiré, me sentía cansada, abrumada y llena de preguntas ¿Por qué nosotros? Tomé el pergamino y lo leí, por fin tenía respuestas, las encontré detrás de un cuadro, un pedazo de papel tenía el poder, y ahora, la mirada de todos los astros y estrellas estaba sobre mí, la verdad estaba en mis manos, no sabía si sería lo suficientemente fuerte para contarla y entonces Ares llegó.

Saturno, el reino de leyendasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora