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Septiembre había llegado, los últimos días habían ido mejorando, la rutina seguía siendo la misma, los reyes llegaban tan solo dos veces a la semana, días en los que los tres usábamos trajes formales

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Septiembre había llegado, los últimos días habían ido mejorando, la rutina seguía siendo la misma, los reyes llegaban tan solo dos veces a la semana, días en los que los tres usábamos trajes formales.

Era viernes 1 de Septiembre y la mañana iba con tranquilidad, había comenzado a visitar la biblioteca y a aprender más de lo que podía en Capella, llamaba a mis padres con frecuencia y por aquel instante todo parecía ir de maravilla.

Estaba en mi habitación preparando mis cosas para poder ir a la biblioteca y apuntar los datos que me gustaban o me parecieran importantes y los tres golpes llegaron como cada mañana.

—¡Puedes pasar! — grité y Ares entró, llevaba una camisa blanca y vaqueros negros con zapatos de vestir, la ropa informal para los príncipes no era específicamente informal.

—¿Vas a la biblioteca? —preguntó y asentí mientras me hacía una coleta de caballo.

—¿Tú que harás ahora?

—Prepararé mis cosas.

—¿Viaje? — y Ares asintió

—Mañana debo partir a Sirio para arreglar un par de problemas, pero no quería irme sin invitarte a nuestra primera cita oficial —mi emoción creció y talló una sonrisa en mi rostro, me giré lentamente.

—¿Primera cita? —pregunté arqueando las cejas.

—Me gusta hacer todo a la antigua— sonrió acercándose a mí y tomando mis manos, el nerviosismo recorrió mi cuerpo, Ares se aclaró la garganta y comenzó a hablar—Señorita Barcina, ¿Quisiera cenar conmigo esta noche? — una propuesta simple, pero bonita.

—Claro que si— la conexión que teníamos era increíble, ni una sola palabra, tan solo miradas que hablaban por si solas.

—Ve a la biblioteca, vendré por ti a las 6 de la tarde ¿Bien?

—Bien— solté su mano con delicadeza y tomé mi cuaderno, dirigiéndome a la biblioteca.

Ares salió después, lo vi una última vez y me adentré a aquel mundo que comenzaba a gustarme mucho más. Me encantaba perderme en cada libro de ficción, pensar que cada historia de amor era la mía, llenarme de historia y cultura, me encantaba aprender.

Pasaba horas en la biblioteca, se había convertido en mi lugar favorito, tenía un poco de pena y miedo en seguir explorando el castillo, me mantenía en el área que conocía.

Libro tras libro, historias en dónde era libre de perderme, páginas tan antiguas que debía leerlas con mucho cuidado, había más bibliotecas, no sabía la ubicación exacta de ninguna, aunque Ares me hizo un pequeño mapa para que pudiera ubicarme, nunca lo comprendí.

—Selene, la comida está servida— escuché la voz de Ary desde la puerta y levanté la mirada del libro.

—Gracias Ary, ahora bajo— respondí con una sonrisa amable, ordené mis cosas y caminé a mi habitación tarareando una canción calmada.

Saturno, el reino de leyendasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora