capitulo 18

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Año 2: Basilisco

La habitación esmeralda estaba tranquila iluminada por la luz de la mañana, sentado en el marco de la ventana encantada Dafira miraba el exterior con sus ojos plateados en profunda concentración… cualquier sonrisa burlona suplida por una mueca neutral.

No se podía adivinar su pensamiento, ni el mismo tenía claro el motivo de la constante vigilia al exterior, bufo ante esta mentalidad… aunque fingiera que no sabía, se mentía a si mismo porque esta era una costumbre que tenía aun cuando era capitán del gotei 13.

La firme cautela.

Algo que la vida en el Rukongai le sembró y aun cuando entro a la academia, luego cuando fue asignado a una división donde comenzó a ascender de manera paulatina con sus pasos marcados en sangre y trampa… nunca abandonaría ese saludable pensamiento paranoico.

Sobretodo alguien como él…. Herramienta de Sosuke Aizen.

Sonrió con un sano sentido sádico ante el pensamiento que alguien vendría a intentar quitarle lo que ha obtenido, era un reto que esperaba uno de sus pasados enemigos tomara para poner las cosas interesantes en esta vida de niños mimados que no eran más que diversión y ningún desafío.

Tenía enemigos Shinigamis, ya sea afectados por la guerra que planeo o por sus maquinaciones… todavía podían ser lo suficientemente valientes de ir en contra de las leyes del soutaicho actual para buscar una remuneración.

Aun con el escudo natural que provocaba la magia a su esencia… aun con el respaldo de Ukitake-taicho y hasta Unohana-taicho… era digno de un prodigio esperar el golpe, el efecto de todo lo que hizo y aunque al final trato de devolver todo lo arrebatado… verdaderamente nunca se arrepintió.

Solo Rangiku fue su único remordimiento.

Si, Ichimaru en aquel marco de la ventana de su habitación donde la ventana era un simple encantamiento que daba el ambiente a uno de los jardines de Hogwarts con sus sentidos barriendo el entorno… tenía un grave complejo de que un día despertaría sin nada de lo que ha obtenido.

-Aunque no me merezca nada… no estoy por dejarlo ir- admitió a lo alto en un susurro del viento fantasma de las mazmorras heladas apretando el agarre en su mano, aferrando esa línea delgada de esperanza en su negra existencia.

Sonrió irónico.

Recordó una memoria tan distante pero clara en su cabeza, Sosuke Aizen en toda su gloria en hueco mundo se había volteado a interrogarlo sobre sus emociones respondiendo con soltura -¿Emociones? No, no tengo nada parecido… creí habértelo dicho la primera vez que nos conocimos ¿no lo hice?- si era irónico, digno de burlarse de su antiguo yo lo diferente que estaba manejando esta vida al demostrarse demasiado hostil ante cualquiera que venga y dañe lo que considera suyos.

Podía culpar los genes Black en la influencia de su personalidad torcida.

Sus sentidos captaron movimiento en su habitación, provocando que volviera su atención a la cama de dosel donde su residente permanente parecía removerse con un gemido de amonestación… solo por esto, abandono sus constantes pensamientos torturadores.

No paso mucho tiempo hasta que Ichimaru diviso la silueta en pijama de Alphard sentándose con una expresión de estarse poniendo al corriente con el mundo de forma lenta, con el cabello revuelto en un largo hasta los hombros y tan lacio como lo conocía en su anterior vida.

En un futuro ambos Shinigamis esperaban alcanzar el físico como lo tenían en el seireitei, claro con diferencias del beneficio de la genética británica.

Sonrió con burla a su pariente que le regreso la mirada todavía pañosa -buen día, Ototo-san- canturreo al ponerse de pie con la gracia nata de su disciplina, las pijamas pálidas en color esmeralda relucía a la escaza luz de la mañana que ingresaba por la ventana encantada.

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