VII. QUIDDICH GAME

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CAPÍTULO SIETE
QUIDDICH GAME

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EL TIEMPO PASÓ TAN ENDEMONIADAMENTE RÁPIDO QUE cuando Dianne se quiso dar cuenta había llegado el día del primer partido de Quiddich de la temporada

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EL TIEMPO PASÓ TAN ENDEMONIADAMENTE RÁPIDO QUE cuando Dianne se quiso dar cuenta había llegado el día del primer partido de Quiddich de la temporada. Nada más y nada menos que Slytherin contra Gryffindor. En cuanto se supieron las casas que participarían, la rubia se escabulló lo más rápido que sus piernas le permitieron, pues no estaba dispuesta a escuchar los gritos emocionados de sus compañeros de casa.

Al entrar en el Gran Comedor, se podía sentir una nieblina de euforia revoloteando por todos los lados. Todos estaban muy emocionados y excitados por el partido que tendría lugar ese día, de eso no había duda.

En su fuero interno, Dianne estaba algo preocupada. No podía evitar el pensar que Potter iba a estar en medio de unas aguas un poco salvajes. Los jugadores de ambos lados eran mayores que él y tenían muchísima más experiencia. Podían embestirlo y tirarlo de la escoba sin casi sentir preocupación por su integridad física.

<< ¿Por qué me preocupo por él?>> se preguntó, mientras removía la comida en el plato. << No debería estar pensando en él. ¡¿Por qué demonios no paro?!>>

Decidió distraer su mente o acabaría tirándose de los pelos, por lo que giró la cabeza para observar su propia mesa. Una mueca de asco se formó en su cara al ver como los jugadores del equipo comían. Se le antojó compararlos con una manada de hienas, pero cierto era que dudaba que ellas se mancharan tanto e hicieran unos ruiditos tan insufribles. Una piara de cerdos seguramente era lo que mejor se le antojaba.

—¿Enserio tenéis que comer tanto? —preguntó con algo de asco en la voz.

Adrian, quien era el único que comía como una persona normal, la miró con una sonrisa de diversión en sus facciones.

—Hay que comer bien para hacer deporte, Dianne. ¿Nunca lo has oído? —era obvio que se estaba medio burlando de ella.

—Montáis escobas, Pucey—le recordó, como si el chico mayor fuera estúpido por no ver un detalle de casi nula importancia—. No es como si tuvierais que correr por todo el campo como unos idiotas, persiguiendo las malditas pelotas. Literalmente no movéis las piernas. ¿Ves por dónde voy?

—Sigue siendo deporte —farfulló uno de sus compañeros, entre bocado y bocado.

—He visto a dragones hacer menos escándalo para comer—masculló Daphne, también con una mueca de asco en la cara.

Dianne y la piedra filosofal¹ ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora