VIII. PROFESSOR DUMBLEDORE

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CAPÍTULO OCHO
PROFESSOR DUMBLEDORE

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LUEGO DE SALIR DEL CAMPO DE QUIDDICH, Dianne se dirigió a los vestuarios de los jugadores

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LUEGO DE SALIR DEL CAMPO DE QUIDDICH, Dianne se dirigió a los vestuarios de los jugadores. Ignoró totalmente las quejas de varios, así como las miradas sorprendidas de Adrian y Terence, quienes a duras penas se taparon como pudieron. La rubia parecía realmente enfadada, y a pesar de ser de primer año, aquella mirada verdosa daba algo de miedo.

Estaba siguiendo el consejo de Daphne de que fuera a cantarle las cuarenta a cierto chico, e ignorando las quejas de Pansy y Draco. Blaise le había dado un consejo de mucha utilidad, uno que pensaba ponerlo en práctica sin siquiera pestañear.

Dianne dio con quien estaba buscando y de un manotazo le quitó la varita. Lo tomó del cuello de la equipación de Quiddich y lo estampó contra lo primero que encontró. Los demás contuvieron una exclamación, pues había cinco años de diferencia entre ambos.

—Ah, Malfoy—el chico estaba como si nada—. ¿Se te ofrece algo?

—Tú, maldito imbécil arrogante y tramposo—escupió con enfado, mientras se aseguraba de que no pudiera moverse —. Tienes la capacidad neuronal de una piedra.

—Me perdí —dijo alguien detrás.

—Cállate—le ordenó Pucey.

—La próxima vez que te aproveches de la desgracia de otro jugador, pienso golpearte hasta que tengas la cara tan desfigurada que ni tu familia será capaz de reconocerte—bramó Dianne, con el ceño totalmente fruncido.

—No entiendo tu enfado—comentó el capitán, como si nada.

—Escúchame, bastardo. Mientras el resto de tus compañeros estaban casi sufriendo un infarto, tú estabas volando por campo como si estuvieras correteando por un campo de margaritas—lo golpeó contra la pared de nuevo, haciendo que se quejara—. Todos los serpientes tenemos fama de ser venenosos, pero tú te morirás de una úlcera, porque tu poca falta de empatía hará que tu veneno se vuelva contra ti.

Lo soltó de golpe, alejándose un paso mientras lo miraba ceñuda.

—No quiero volver a repetírtelo, Flint, pásate de listo de nuevo y te acordarás de por qué mi familia tiene mala fama—amenazó, y por como alzó la barbilla parecía que había crecido unos palmos.

—Vamos, por favor—Marcus Flint se echó a reír, mientras los demás le daban miradas incrédulas—. La princesita de Slytherin amenazando, ¿ah? Tú no harías daño ni a una mosca, Malfoy.

Dianne y la piedra filosofal¹ ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora