XVII. FAILED PLAN

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CAPÍTULO DIECISIETE
Plan fallido

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LOS EXÁMENES NO SE HICIERON DE rogar, aunque algunas de las mentes de los alumnos casi estuvieran en otro lado

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LOS EXÁMENES NO SE HICIERON DE rogar, aunque algunas de las mentes de los alumnos casi estuvieran en otro lado. Lo cierto era que hacía mucho calor, en especial en la aula grande en la que se examinaban por escrito. Además, les habían entregado plumas nuevas, especiales, que claramente habían sido hechizadas con un encantamiento antitrampa.

También tenían exámenes prácticos. El profesor Flitwick los llamó uno a uno al aula, para ver si podían hacer que una piña bailara claqué encima del escritorio. Dianne se sorprendió cuando en su turno, no hizo explotar la piña, pues estaba algo tensa sin motivo aparente.

La profesora McGonagall los observó en silencio mientras convertían un ratón en una caja de rapé. Ganaban puntos las cajas que fueran más bonitas, pero los perdían si tenían bigotes. Minerva felicitó a Dianne cuando esta logró realizar el hechizo con menos tiempo del necesario, y la rubia sintió un alivió tan inmediato que no pudo evitar el sonreírle de forma escueta a la profesora.

Snape puso a todos nerviosos, respirando sobre sus nucas mientras trataba de recordar cómo hacer una poción para olvidar, por irónico que sonara. Dianne estuvo tentada de preguntarle si tenía complejo de búfalo, pero se mantuvo en silencio. Lo que menos necesitaba era que el profesor se ofuscara con ella y le bajara puntos en el examen porque sí.

Dianne se esforzaba en cada examen lo mejor que podía. Pero no solo tenía que lidiar con los nervios típicos de un examen y su ansia de sacar la mejor nota posible. No. Su mente la traicionaba y se ponía a pensar que el Innombrable estaba detrás de la piedra, algo que le daba escalofríos al recordar lo que aquello podía hacer. Y si ella se comía la cabeza de esa manera, ni siquiera quería llegar a pensar como estaría Harry.

El último examen era Historia de la Magia. Una hora entera respondiendo preguntas sobre viejos magos algo chiflados que habían inventado calderos que revolvían su contenido, y estarían libres, durante una semana, hasta que los resultados de los exámenes estuvieran listos.

Cuando el fantasma del profesor Binns les dijo que dejaran sus plumas y enrollaran los pergaminos, Dianne estuvo tentada de soltar un chillido de alivio. Y lo por la expresión de Daphne, dos mesas más alejada, estaba segura de que ella pensaba lo mismo.

—Esto ha sido mucho más fácil de lo que pensé—dijo Hermione, cuando estuvieron sentados en el parque soleado—. No necesitaba haber estudiado el Código de Conducta de los Hombres Lobo de 1637 o el levantamiento de Elfrico el Vehemente.

Dianne y la piedra filosofal¹ ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora