Dianne y la piedra filosofal¹ ✓

XX. THE TRUE

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CAPÍTULO VEINTE
La verdad de lo ocurrido

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DIANNE ECHABA MALDICIONES Y blasfemias por lo bajo cuando estuvo de nuevo en la habitación del ajedrez. Daphne y Hermione estaban sentadas al lado de Ron, ambas intentando despertarlo, aunque el pelirrojo parecía seguir en la tierra de la inconsciencia. Seguramente el golpe lo había hecho ver las estrellas sin necesidad de tener un telescopio.

Las dos chicas giraron las cabezas a la vez al escuchar pasos. Se sorprendieron al ver a la rubia Malfoy, abrazándose a sí misma, como si tuviera frío. Su mueca parecía algo enfadada, como si algún aspecto en específico la estuviera molestando. Pero, lo que más las confundía, era su mirada. Parecía... ¿preocupada?

—¿Dianne? —la llamó Daphne, pues su amiga leona se había quedado callada—. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Harry?

—La prueba de Snape eran siete botellas, y solo dos hacían algo realmente bueno—respondió ella, acercándose a los tres—. Una de ellas llevaba hacia adelante, hacia la piedra; otra devuelta aquí.

—¿Y las demás? —cuestionó Hermione.

—Dos eran vino de ortiga y tres...—Dianne tomó una bocanada de aire—... tres eran veneno.

Los ojos de Daphne y Hermione se abrieron más de la cuenta.

—Harry está bien —murmuró la rubia—. O eso creo...la botella para avanzar era demasiado pequeña para los dos así que... —soltó un gruñido—... me pidió que volviera con vosotros. Debemos ponernos en marcha.

—Entonces... ¿Harry consiguió pasar adelante? —preguntó Daphne.

Dianne asintió con la cabeza.

—Pero... ¿ahora está solo con Snape? ¿Y con Quien-Tú-Sabes? —Hermione pareció horrorizarse—. ¡Tenemos que ir a ayudarlo!

—No, no podemos—gruñó Dianne, algo irritada porque la castaña pareciera dar a entender que había dejado al azabache solo por las buenas—. Porque si hubiera alguna estúpida forma, ya lo habría hecho. El acertijo está muy bien pensado, incluso las cantidades calculadas para que solo una persona pueda continuar. No podemos hacer nada, salvo ponernos en movimiento.

—¿AH?

—Tenemos que despertar a Ronald, volver a las llaves voladoras y atrapar la que abre la puerta y la trampilla —explicó con rapidez, mientras observaba al pelirrojo—. Fluffy no nos escuchará salir.