IX. CHRISTMAS

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CAPÍTULO NUEVE
NAVIDAD CON LOS MALFOY

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SE ACERCABA LA NAVIDAD

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SE ACERCABA LA NAVIDAD. Una mañana de mediados de diciembre, Hogwarts se descubrió cubierto por al menos dos metros de nieve. El lago estaba sólidamente congelado, luciendo como una enorme pista de patinaje.

Corría el rumor de que los gemelos Weasley fueron castigados por hechizar varias bolas de nieve para que siguieran al profesor Quirrell y lo golpearan en la parte de atrás de su turbante. Habían llegado pocas lechuzas para dejar del correo, a través del cielo tormentoso, y tuvieron que quedarse al cuidado de Hagrid antes de volver a volar.

Todos estaban impacientes de que empezaran las vacaciones. En el Gran Comedor estaban las chimeneas encendidas, y en la sala común de Slytherin había costado trabajo lograr encenderla, teniendo que convencer a Severus Snape de hacerlo.

En los pasillos, las corrientes de aire los habían vuelto helados y un viento cruel golpeaba las ventanas de las aulas. Lo peor de todo era la clase de Pociones, en donde la respiración subía como niebla y hacía a los alumnos mantenerse lo más cerca de sus calderos que pudieran.

—Me da mucha lástima, toda esa gente que tendrá que quedarse a pasar la Navidad en Hogwarts, porque no los quieren en sus casas—soltó Draco Malfoy en una de las clases de Pociones, hablando mientras miraba a Harry.

Desde que Slytherin había perdido, el niño Malfoy estaba realmente insufrible. Sus compañeros de casa lo sabían mejor que nadie, y su melliza estaba a poco de lanzarle un hechizo silenciador para que dejara de molestar a los leones. Y, en especial, a Harry Potter.

—Draco—siseó Dianne Malfoy, a modo de advertencia, aunque su mirada verdosa estaba puesta en su caldero de pociones.

La mayoría de los presentes, incluidos el propio Snape, clavaron sus mirada en la joven rubia, aunque esta los ignoró olímpicamente. Realmente no se habían acostumbrado a que la Slytherin le parara los pies a todas las serpientes que trataran de burlarse de los demás compañeros, en especial a su hermano mellizo. Algunos pensaban que estaba tramando algo perverso, y otros se limitaban a admirarla en secreto.

Cuando abandonaron la clase, Daphne Greengrass entrelazó su brazo con el de Dianne Malfoy. Ambas se alejaron del resto de los alumnos, ganándose miradas de todo aquel que estuviera por el pasillo. No estaba claro si miraban a la rubia o a la medio pelirroja, pero estaba claro que casi todos los pares de ojos se posaban sobre ellas.

—Tu hermano está realmente insoportable—opinó la pelirroja, mientras ambas caminaban con tranquilidad.

—¿Me lo dices o me lo cuentas? —preguntó la rubia, de forma sarcástica —. Mi hermano no es buen perdedor. Desde siempre ha llevado mal lo de perder, daba igual el contexto—soltó un bufido, ganándose la atención de la otra chica —. Y Potter no es, precisamente, su persona favorita en el mundo.

Dianne y la piedra filosofal¹ ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora