XII. ROTTEN AND BROKEN

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CAPÍTULO DOCE
Rotten and Broken Family

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FINALMENTE HABÍA LLEGADO EL fatídico día que Dianne Malfoy no quería que llegara jamás: la noche del baile de Navidad

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FINALMENTE HABÍA LLEGADO EL fatídico día que Dianne Malfoy no quería que llegara jamás: la noche del baile de Navidad. Estaba realmente tentada de realizar una poción que la hiciera enfermar y, de ese modo, librarse de asistir. Pero de hacerlo, su padre se pondría echo una furia y no habría persona o ser mágico que fuera capaz de aguantarlo durante semanas.

Lo único que le podía llegar a hacer ilusión de dicho acontecimiento era que ese año no iba a estar sola en su desgracia. Daphne y Blaise estarían con ella y su hermano, aguantando todos y cada uno de los quejidos de ambos hermanos, que no serían pocos. Además, Dianne se las había arreglado para asegurarse de que su madre añadiera los nombres de sus amigos a la lista y no solo la de los padres.

Ese detalle había pillado con la guardia baja a Narcissa, quien no se esperaba que su hija tuviera algún interés, por minúsculo que fuera, en el baile. Nunca los había tenido. Pero ese año era distinto, algo parecía estar cambiando en el interior de su hija, lo notaba. Y se preguntaba si tenía algo que ver con su amiga pelirroja, o con el florecimiento de algún tipo de sentimiento. No tenía la respuesta, pero ella era suficientemente inteligente como para olerse algo así.

Daphne Greengrass estaba eufórica desde que se levantó, con su mente girando únicamente entorno al baile que tendría lugar en la noche. Nunca había asistido a uno de la "alta clase" de las familias nobles, así que estaba nerviosa y entusiasmada por poder asistir a uno. Y, realmente, no se preocupó por intentar ocultarlo a los demás, algo que causó la mirada divertida de sus amigos y la divertida de la adulta de apellido Malfoy.

Durante toda la tarde, los cuatro jóvenes habían estado en los jardines de la mansión, simplemente existiendo. Tirados en la nieve, sobre una manta para que los elfos no empezasen con sus paranoias, mirando el tranquilo cielo a pesar de estar en diciembre. Llegó a nevar encima de ellos, pero se lo tomaron con humor. Por primera vez en bastante tiempo, la mansión se llenó de risas, causadas por una guerra de bolas de nieve de la forma más mundana posible.

Narcissa los observaba desde uno de los balcones de la mansión, con una enorme sonrisa intentando surcar sus facciones. Sus ojos no se apartaban de los rostros felices de sus hijos, pues hacía mucho tiempo que no los veía reírse de aquella forma, tan natural, tan sincera. Parecían... dos niños pequeños felices. Y el pensamiento de que ambos habían tenido un momento feliz, le calentó el pecho profundamente.

<<Espero que su amistad dure mucho tiempo>>, pensó con fuerza, como si fuera una mundana pidiendo un deseo a una estrella fugaz. <<Hacía tiempo que no los veía así de contentos>>.

Dianne y la piedra filosofal¹ ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora