XIV. NICOLAS FLAMEL

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CAPÍTULO CATORCE
Nicolás Flamel 

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VOLVER A HOGWARTS HABÍA SIDO algo más fácil de lo que Dianne habría llegado a pensar

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VOLVER A HOGWARTS HABÍA SIDO algo más fácil de lo que Dianne habría llegado a pensar. Al principio, una parte de ella se entristeció por tener que dejar a su madre y a los pegasos solos, pero luego recordó cierto detalle. El enorme perro que custodiaba algo en el castillo y del que tres leones debían saber algo. Estaba segura de que habían estado todos aquellos días de vacaciones tratando de averiguar qué era lo que guardaba el animal en un lugar como Hogwarts.

Pese a eso, la vuelta no fue tan tranquila como esperaba. En las mazmorras de Slytherin, los gruñidos exasperados de los jugadores de Quidditch eran de lo más evidentes a cualquier hora del día. El capitán del equipo estaba realmente obsesionado con mantener la racha de victorias de la casa, por lo que debían aplastar a Ravenclaw en el siguiente partido... y rezar para que Hufflepuf derrotara a Gryffindor. Todo Slytherin sabía que siempre sería más fácil derrotar a los tejones que a los leones.

A Dianne le importaba el Quidditch bien poco, pero se había vuelto el tema principal de las conversaciones. Conversaciones que tanto ella como Daphne escuchaban con muecas de aburrimiento, pues Draco, Blaise y un chico que se llamaba Theodore, no dejaban de darle cincuenta mil vueltas al asunto. Y todo, pese a que ninguno de ellos estaba en el equipo. Ninguna de ellas quería imaginarse lo que sería el siguiente año, segundo, cuando por fin pudieran hacer las pruebas para formar parte del equipo.

Días después, la noticia de que Snape sería el árbitro del partido de Gryffindor corrió como la pólvora entre los miembros de Slytherin. Eso les daba confianza, quizás demasiada, pues sabían que el jefe de su casa era de los más estrictos de todo Hogwarts, quizás porque no le gustaba el deporte demasiado. Y ese mismo día, el entrenamiento de Gryffindor se volvió una pesadilla para el león más joven.

—¡Dejad de hacer tonterías! —gritó Oliver Wood, enfadado, pues los gemelos Weasley habían estado haciendo el tonto durante todo el entrenamiento—. ¡Esas son exactamente las cosas que nos harán perder el partido! ¡Esta vez el árbitro será Snape, y buscará cualquier excusa para quitar puntos a Gryffindor!

Al oír aquellas palabras, George Weasley casi se cayó de verdad de su escoba.

—¿Qué Snape va a hacer de árbitro? —cuestionó y al agitar su puño, con gesto airado, lanzó barro en todas direcciones—. ¿Cuándo ha sido árbitro de un partido de Quidditch? No será imparcial si nosotros podemos sobrepasar a Slytherin.

—Eso no es culpa mía—dijo Wood, encogiéndose de hombros—. Lo que tenemos que hacer es estar seguros de jugar limpio, así no le daremos excusa a Snape para pitarnos faltas.

Dianne y la piedra filosofal¹ ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora