Cuando se enteró de que la madre de Nancy había desaparecido, Quentin Smith entendió al instante que su victoria había sido efímera. Aunque su plan parecía haber funcionado a la perfección, Freddy Krueger había vuelto a vencer a la muerte.
Sin embargo, Quentin no iba a tirar la toalla. Tal vez necesitara varios intentos, pero juró que encontraría la manera de derrotar a Freddy de una vez por todas. De lo contrario, solo sería cuestión de tiempo que Freddy triunfase y Nancy desapareciera para siempre.
Alguien como Quentin jamás llamaría la atención en una biblioteca, sin importar lo extraños que fueran los libros que pidiese. Devoró toda la información que encontraba sobre mundos oníricos compartidos, sueños lúcidos y métodos de control del espacio onírico. Obligándose a mantenerse despierto mediante la ingesta constante de pastillas y bebidas energéticas, inspeccionó tomos polvorientos y descubrió leyendas sobre los demonios que habitan los sueños, atrapan a sus víctimas en un limbo y se alimentan de su terror.
Estudiaba rápido, pues sabía que Freddy volvería pronto a buscarlo.
Poco después Freddy comenzó a aparecerse en sus sueños. Al principio se limitaba a tantearlo, jugando con Quentin e intentando agotarlo. Gracias a sus nuevos conocimientos, Quentin fue capaz de identificar los puntos débiles del sueño, pequeñas grietas en las que crear vías de escape. Puso a prueba sus habilidades cautelosamente, ocultando sus cartas y esperando conseguir derrotar a Freddy.
De repente, una noche se encontró en el familiar entorno de Badham. Freddy se había cansado de jugar y había decidido acabar finalmente con él.
Quentin se puso a correr por la guardería, prestando atención en busca de algo útil que le pudiera ser de utilidad en ese laberinto de pasillos. Encontró un cubo de disolvente de pintura y rápidamente pensó en un plan.
Una vez lista la trampa, esperó, haciendo de señuelo para atraer a Freddy hasta el lugar idóneo. Y entonces este apareció, arañando el metal con sus garras mientras se aproximaba para acabar con su presa.
Quentin se permitió un momento para disfrutar de la cara de sorpresa de Freddy cuando el pasillo se incendió antes de empezar a correr, atravesando el edificio, hacia a la salida que sabía que existía. Si hostigaba a Freddy, lo debilitaba y luego escapaba del sueño con vida, acabaría derrotando al monstrup tarde o temprano.
Las grietas del sueño se cerraron ante sus ojos, bloqueando su vía de escape. Se encontró de nuevo en la habitación secreta de Freddy, atrapado.
Freddy se acercaba a él con una siniestra sonrisa dibujada en su rostro deforme, y Quentin deseó con todas sus fuerzas ver al monstruo aniquilado para siempre. Deseó haber sido él, y no su padre, quien lanzara el bote de gas que acabó con la vida de Krueger, quien degollara a Freddy. ¿Tal vez este deseo fuera suficiente? Al fin y al cabo, no era más que una dimensión dentro de su propia mente.
Dejó que su ansia lo consumiera, concentrando todos sus pensamientos en desear la muerte de Freddy.
Su visión se nubló con turbias espirales de humo y, cuando se despejaron, estaba en otro sitio. ¿Se trataba de otro sueño? Si lo era, no era suyo, pues se encontraba en un lugar frío y desconocido para él.
Una luz parpadeante llamó su atención y se dio cuenta de que estaba junto a una hoguera, con más gente. Habían otras personas atrapadas con él, y necesitaban su ayuda.