Epílogo

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Abrió sus ojos mientras sentía el cuerpo pesado. ¿Estaba en el infierno? No, de ser así ya estaría ardiendo. ¿Estaba en el cielo? Lo dudaba, de ser así ya habría despertado hace mucho, solo pudo sentarse sin sentir el dolor en el pecho. De algo estaba seguro y era de que no estaba vivo pues los muertos no sienten dolor, se puso de pie notando como estaba en el mismo lugar estrellado con el que soñó una vez y se dio la vuelta lentamente. Al instante se encontró con un niño que lo observaba sin saber si correr o quedarse ahí parado, de el suyo solo retrocedió asustado 

—¿Q-Quién eres?— 

—¿No reconoces a tu propio hijo mel?— esa voz. Su dulce voz acarició su nuca causándole un hormigueo en su estómago y se dio media vuelta, ella le sonriera con esas lágrimas en los ojos y un hermoso vestido blanco. Casi se cae de la impresión cuando epa repentinamente llamó a su pequeño y este la abrazó con cariño 

—D-Debo estar soñando, esto no puede ser real. Seguramente estoy en coma —

—No, estás muerto meliodas— este solo se tenso, debía de esperárselo, Elizabeth siempre fue muy directa— Aún debías vivir más, yo no quería que lo hiciera sin embargo gracias. Hiciste lo correcto—

—¡No!— negó rápidamente mientras cada vez se sentía más débil, la culpa hacía que esté abandonada ese bello lugar—Mate a Diane y a mael. Estaba sediento de venganza que solo pude desquitarme con los que te lastimaron, Arturo lo merecía pero ellos dos no— susurro mientras dejaba que sus lágrimas cayeran a ese piso invisible que lo sostenía en aquel lugar rodeado de estrellas—Debería estar ardiendo por lo que hice, solo quería vengarte y lo logré, solo eso quería— la mirada triste que Elizabeth le dedicó fue suficiente para que sus puños se cerraran con fuerza mientras se ponía a llorar, quería ir y abrazarla, quería besarla y hacerla suya pero se sentía tan poco merecedor de ese amor palpable que su amada le demostraba que solo se quedó parado en su lugar dejando que sus sollozos llenaran el silencio 

—Papi— meliodas levanto un poco su mirada ante la suave voz de el niño que se acercó algo dudoso y luego tuvo que abrir los otoños con sorpresa cuando lo abrazo — Bienvenido a casa papá —

—Mi Niño— aún sin dejar de llorar el blondo se agachó hasta la altura del pequeño niño correspondiendo su abrazo de inmediato feliz. Había llegado a casa, ese definitivamente era su casa, su hogar estaba al lado de Elizabeth y su pequeño. Lentamente sintió como su amada se unía a ese abrazo mientras le depositaba un beso en su frente y empezaba a guiarlos 

—Yo te perdono papi— el blondo aumento el abrazo en el delgado cuerpo de el niño que se mantenía sonando sus cabellos. Era su hijo, ese ser que creyó nunca poder ver jamás ahora mismo lo abrazaba, solo pudo soltar muchas lágrimas mientras Elizabeth buscaba calmarlo con esas sonrisas que siempre funcionaban 

—Te va a encantar el lugar mel. Me encontré con muchas personas que quieren verte—añadió emocionada mientras no dejaba de darle mimos a aquel que se levantaba de el suelo algo tambaleante por las lágrimas y el shock 

—¿D-De verdad?— Elizabeth asintió contenta al ver cómo meliodas cargaba a su hijo entre sus brazos sin dejar de derramar lagrimas y empezaba a seguirla hasta una extraña luz que se había abierto para ellos dos. Seguía creyendo que eso era irreal, quizá estaba en coma o quizá el infierno lo estaba haciendo sufrir al enseñarle lo que pudo obtener, negó con la cabeza cuando su hijo se acurrucó en su hombro cerrando sus ojos, lo único que logró hacer fue acariciar esos cabellos platas que tenía

—Si, tú padre te espera pero dijo que te iba a dar una regañada por lo que haz hecho — melidoas soltó una risa irónica acariciando los cabellos platas de el pequeño, debió de suponer que con el genio que su padre tenía antes de morir seguro estaba dispuesto a darle un sermón por haberlo visto asesinar personas, no estaba orgulloso de eso  —Y a tu hermano también— 

—¿Hermano?—alzó una ceja confundido 

—Tú madre perdió un bebé antes que tú. Él también te está esperando—eso hizo que su alma se iluminara de tal forma que Elizabeth sonrió enternecida por su expresión y besos sus labios, un hermano...¡tenía otro hermano! aquel casto beso hizo que el blondo perdiera la fuerza y se derritiera en los brazos de su amada igual que la última vez que la besó en vida. Se separaron con sonrisas en sus rostro permitiendo que el blondo suspirará con paz y juntar sus frentes en un gesto cariñoso con todo el amor que se tenían—También están mael y Diane—meliodas se tensó— Si, me sorprendí al verlo aquí después lo que hicieron, pero si tú también estás con nosotros es por que te arrepentiste—

—¿Y él?— preguntó el de ojos esmeralda deteniéndose un poco. Elizabeth suspiró con desgana, sabía perfectamente que se refería Arthur 

—No mel, él no llegó en ningún momento— 

—Mierda—suspiró con una sonrisa. Estaba aliviado de eso, no contento pues ahora el rencor había desaparecido por completo pues había conseguido vengarla, sentía pena por el chico justo en esos momentos pero no podía hacer nada, su locura y obsesión lo llevaron a la muerte 

—Cambiando de tema, mael y diane están muy molestos contigo— era comprensible. Les arrebató la vida por una venganza al haber lastimado a su amada en vida. Sin duda estarían enojados por eso 

—¿Y cómo se llama?—

—¿Tú hermano?—

—No, mi hijo— el pequeño se asomó desde el hombro de su padre y volvió a ocultarse ahí, ante esto Elizabeth solo soltó una risa nerviosa y se acercó hasta besar los cabellos de su pequeño. Luego miro fijamente a meliodas y le acaricio su pálida mejilla con cariño sin dejar de guiarlo 

—Se llama Tristán— fue lo ultimo que dijo antes de que ambos cruzaran hasta la luz 

Smooth criminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora