Capítulo 1

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En Musutafu, la lluvia es símbolo de cosas malas, pues cuando llueve solo hay caos. La mayoría de las personas dicen que antes de que fuera una civilización moderna, Musutafu fue maldecida por brujos. Desastres más grandes que otros atacaban el lugar, pero ninguno semejante al desastre que me encontré ese día.

***

Hace treinta minutos que comenzó a llover y agradezco estar preparado siempre, porque el paraguas me cubre. Al sentir la vibración de mi celular, lo tomo para ver quien es. Y cuelgo, porque no tengo ganas de escuchar las estupideces de Denki otra vez.

Como si no tuviera suficiente con verle la cara todos los días en la maldita residencia. No fue mi deseo vivir con él, la universidad otorga las residencias para los que están becados y en la mía me tocó una parejita y un fiestero loco.

Eijiro Kirishima y Denki Kaminari son los primeros. Uno está obsesionado con la lucha libre y el otro es un hippie que una vez al mes llena la casa de incienso. El segundo es Hanta Sero, el fiestero. Un tipo que va a fiestas cada viernes y vuelve el lunes en la mañana, con chupetones en todo el cuello y una sonrisa de que su fin de semana lo pasó excelente.

Luego estoy yo, que tengo que aguantarlos cada día, intentando vivir sin querer asesinarlos porque soy muy joven como para ir a la cárcel por culpa de tres imbéciles sin sentido alguno del peligro.

Si no fuera porque al menos colaboran en la casa, ya los hubiera expulsado. Porque sí, me autoproclamé amo y señor de la residencia Bakugo y los extras. Y, de todos modos, soy el que más tiempo pasa ahí, así que, por derecho de estancia, es mío. La parejita casi siempre sale y Hanta se va feliz con sus conquistas cualquier día.

Lo que me llena de cansancio es saber que hoy estarán los tres en la residencia, porque está lloviendo y ninguno es tan suicida como para estar fuera en el momento que ocurra algo malo. 

La lluvia trae cosas malas.

Acelero el paso, lamentándome porque mi motocicleta esté en el mecánico. Dios sabe qué cosas le estará haciendo la jodida Mei. 

Cerca de aquí está ese motel nuevo del que todos hablan. Hanta viene aquí seguido y él se siente orgulloso de ello. Su vida se basa en ser un fiestero loco, ¿quién soy yo para juzgarlo? Imaginando lo fantástico que sería si ese tipo se pasara más tiempo aquí, porque sería perfecto para mí, ya que el resto de mis días tendría que armar un plan para que la parejita también se vaya a un motel y me dejen la residencia solo para mí.

Detengo mis pasos cuando Veo a un chico, bastante idiota, por cierto, que está a unos metros de mí, frente al motel. Es idiota, porque no lleva nada más que una camiseta negra, la cual está empapada y apegada a su cuerpo y un ligero buzo que no le daría calidez a nadie, mucho menos lleno de agua. Lo que más destaca del individuo en particular, son unos horribles zapatos rojos.

Su cabello verde fantasía me hace un contraste terrible con esos zapatos, pero antes de que pueda burlarme mentalmente, caigo en cuenta de que tiene los puños apretados al punto de que sus nudillos se han vuelto blancos.

—Oye —lo llamo, acercándome para ver el nivel de estupidez que puede manejar y por qué diablos no está en su casa. Cubro su cuerpo con mi paraguas, para que no se siga empapando—. ¿Eres tan idiota que no puedes pensar en cubrirte? Te va a dar un maldito resfriado.

Es en el momento que sus ojos se posan en los míos, que percibo una sensación extraña en mi pecho. La sorpresa de su expresión, acompañada por sus ojos que están hinchados seguramente por tanto llorar, me hace sentir lástima al instante.

Está llorando y a pesar de que se ve vulnerable, también pienso que es hermoso con su nariz respingada, el rostro lleno de pecas con una simetría que volvería loco a cualquier matemático.

—Lo lamento —susurra, llevando sus manos hacia sus ojos, tratando de ocultar que estaba llorando. Su voz me resulta pacifica, con un deje de dolor que se incrusta en mi corazón—. Solo... Lo siento... Ya me iba...

—¿Por qué mierda te disculpas? —pregunto, confundido por la extraña sensación que me ataca, que me quiere obligar a abrazarlo, aun cuando soy una persona indiferente con el contacto físico.

Aleja las manos de su rostro y las pasa por su cabello, en un intento desesperado de no dejarse ver tan débil.

—No... No lo sé —responde, mientras vuelve a mirar el hotel y las lágrimas se vuelven a acumular en sus ojos otra vez.

La extraña sensación que siento no inhibe mi razonamiento. No es que sea buena persona, pero no puedo dejar que un idiota se siga empapando bajo la lluvia. La residencia está cerca de aquí, y si corro, no creo que llegue muy empapado.

—Ten —le digo mientras dejo el mango del paraguas en sus manos. Su sorpresa se hace más grande y es tan transparente su expresión que estoy seguro de que acaba de verme como si fuera un maldito ángel de la guarda—. Vete, idiota. ¿Cómo mierda vas a estar aquí? ¿No sabes que cuando llueve algo malo pasa? Por más leyenda urbana que sea, deberías tener cuidado.

—Lo siento —susurra, otra vez con los ojos llenos de lágrimas y ahora con agradecimiento. Toma el paraguas como si fuera algo a lo que aferrarse y yo pienso que este tipo tiene un serio problema con disculparse tanto.

No digo más, porque no quiero volver a escucharlo pidiendo perdón por todo. Además, tengo que llegar rápido a la residencia, no puedo darme el lujo de perder el tiempo.

Ni siquiera avanzo tres pasos cuando su voz, ahora en un tono más alto, me agradece.

—Gracias... eh...

—Katsuki. Katuski Bakugo —respondo, sin girarme hacia él, porque ya siento como el agua traspasa mi ropa y se siente jodidamente incómodo.

—Gracias, Katsuki Bakugo.

Su voz, de algún modo, y a pesar de estar quebrada en dolor, fue una melodía en mis oídos que reproduje todo el camino hacia mi residencia.

Supongo que la única desgracia que ocurrió ese día, fue para él. 

 

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Rain (Katsudeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora