Capítulo 15

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Tan hermoso.

Y tan jodidamente erótico.
————

El techo de mi habitación es horrible. Llevo despierto treinta minutos, mirándolo, y no hay nada más que ridículo blanco.

Recuerdo que cuando era niño tenía estrellitas que se encendían en la oscuridad. Voy a comprarme algunas. Y al que le parezca infantil, se puede ir a la mierda.

No es como si Deku me haya dicho que le gustan, al igual que a mí, esas estrellas, claro que no.

Desvío mi mirada del feo techo para observar a Deku dormir tranquilamente a mi lado. Su respiración es ligera, su rostro en paz. Las pequitas que inundan su rostro se hacen aún más visibles al hacer su piel contacto con los rayos de sol que se filtran por la ventana.

Me acerco un poco más, tratando de borrar los centímetros entre nosotros.

Es algo de cada mañana.

Deslizo mi brazo por debajo de su cuello, abrazando y acercándolo a mi, para finalmente terminar con su cabeza descansando en mi pecho, y su cabello haciendo cosquillas a mi nariz.

Se acomoda inconscientemente y yo tengo que intentar reprimir este corazón maldito que no deja de acelerarse.

Acaricio su cabello y su espalda, sin detenerme en algún lugar específico. Tal vez queriendo que despierte.

Tal vez queriendo ahogarme entre sus ojos. ¿Quién dijo que el mar debía ser azul? Para mi, ese mar en el que me ahogo siempre no es más que verde, clarísimo y vivaz.

A la mierda la lógica. Deku tiene escondido en sus ojos un mar verde y punto, carajo.

Disipo mis pensamientos cuando, de la nada, se escucha un gemido. Miro la pared y desearía poder lanzar un misil a la habitación de esos bastardos.

Deku se remueve entre mis brazos, mientras preparo las una y mil formas posibles que tengo para asesinar a Eijiro y Denki por estar teniendo sexo a esta maldita hora de la mañana.

—Kacchan...

Vuelvo mi mirada al pecoso, que acaba de despertar.

—Buenos días —susurro, notando que los sonidos de esos dos se detuvieron—. ¿Dormiste bien?

La sonrisa que me muestra es jodidamente hermosa.

A veces desearía ser pintor o dibujante, para poder retratarla y guardarla para mi, pero solo puedo describirla de una y mil formas diferentes en mis escritos. Nada más que eso.

Describirla como el tesoro más preciado.

—Buenos días —responde—. Dormí bien, ¿Y tú, Kacchan? —Parece enfocar más la vista en mi rostro—. ¿Dormiste algo? Tienes ojeras.

Su mano avanza a mi rostro y sus dedos se deslizan bajo mis ojos.

—El folleto universitario me dijo que serían los mejores años de mi vida y siento que moriré por sobrecarga de ensayos sobre qué tanto entregó Shakespeare a la sociedad. El jodido maestro tiene una obsesión con él y lo pagamos nosotros. Ayer estuve haciendo el maldito ensayo toda la noche, culpo a ese imbécil por mi falta de sueño.

Tal vez mentí ligeramente.

Terminé el ensayo a las tres de la mañana y me dormí a las cinco. Estuve dos malditas horas pensando en lo demasiado que este tonto Deku me gusta. Él es el culpable de mi excesiva falta de sueño.

—Deberías dormir un rato más hasta tus clases. Hoy empiezan a las diez, ¿No? Puedes dormir un poco más. Aunque me tendré que ir antes, mi clase empieza a las nueve. Pero tú si que deberías quedarte aquí, Kacchan. No de rinde al máximo con poco descanso. Es algo que la universidad tiende a no entender...

—Me voy contigo, no es como si fuera la primera vez que duermo poco —murmuro.

—Pero Kacchan, deberías...

Y se calla de golpe, porque un gemido mucho más fuerte que los otros anteriores se acaba de escuchar, provocando que su rostro se encienda en un rojo intenso, además de bajar la mirada instintivamente.

Quiero reír, porque se ve malditamente tierno. Todo avergonzado.

Aunque seguro Deku puede gemir más lindo que ese idiota.

¡Ah, Kacchan! ¡Ahí!

Carajo.

¿Es enserio?

Maldita sea.

Alguien dígame que no acabo de imaginar a Deku gimiendo por mi.

No puede ser.

Me levanto de golpe, haciendo que Deku me mire sorprendido. Camino lo más rápido posible, no sin antes haber tomado una de mis almohadas para utilizarla como arma homicida.

¡K-Kacchan...! ¡N-No, me... me...!

Salgo de la habitación y a pasos agigantados llego a la de esos dos imbéciles. Abro la puerta de golpe, e ignorando que esos dos están en plena desnudez y me miran como si estuvieran viendo la peor pesadilla de sus vidas, les lanzo la almohada en la cara a ambos.

—¡LES DIJE QUE NO EN LA MAÑANA, MALDITA SEA! —grito, señalandolos—. ¡Quiero dormir sin sus malditos gemidos!

—¡Kacchan, no irrumpas así como así en su habitación! —reclama Deku, que ha venido corriendo a mi lado, tironeandome hacia atrás para que salga—. ¡Lo siento, Eiji, Denki!

—¡Ya nadie respeta en esta casa! —recrimino, señalando a los tres. Denki alza una ceja—. ¡Son las siete de la mañana, carajo!

Escucho la risa de Denki y el intento de acallarlo de Eijiro, pero no entiendo porque mierda se ríe si estoy enfadado.

Miro a Deku, que de inmediato vuelve a enrojecer y sin decir una palabra, se va rápidamente a mi habitación y cierra con cuidado.

¿Qué demonios?

—Mira, Katsuki, dudo mucho que mis gemidos puedan causar algo en ti —dice Denki, divertido—. Así que supongo que estás teniendo un problema allí abajo por otra situación, ¿Verdad?

¿Ah?

Miro hacia abajo y, efectivamente, tengo un problema.

Un serio problema.

—No puedo creerlo. ¡Te pusiste duro pensando en Izuku, Katsuki Bakugo! —chilla Eijiro, incrédulo. Una sonrisa aparece en sus labios—. Pobre Izu, se fue muerto de la vergüenza al ver tu situación.

Mierda. Deku me vio así.

Quiero morir.

¡Por qué sí, me puse duro cuando lo imaginé gimiendo! ¡Fue jodidamente erótico!

Maldigo todo, hoy odio el mundo.

Rain (Katsudeku) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora