Capítulo 2

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Cae en cámara lenta, como todas las veces que te veo. Mi mirada cae sobre ti con lentitud, admirando la belleza desastrosa que trajo esta lluvia.

***

—Katsuki. Eh. Katsuki. ¡Oye, no me ignores!

Como si no fuera poco interrumpirme seis horas después de mi horario para dormir, me gritan.

—Estoy durmiendo —replico, esperando que me deje en paz porque yo, a diferencia de ellos, ¡trabajo!

Pero, no.

Claro que no.

Denki Kaminari se distingue por ser un jodido hijo de puta que tiene como pasatiempo irritar a los demás.

—¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsuki! ¡Katsu...!

—¡¿QUÉ QUIERES, MALDITA SEA?! —termino gritando, levantándome de mi cómoda cama para sacar a este maldito a patadas de mi habitación.

Denki en cambio, sale corriendo de mi habitación soltando risas estúpidas.

—¡Por fin sales! —chilla, escondiéndose detrás de Eijiro y Hanta que aparecen en mi rango de visión. Uno con rostro preocupado y el otro con claro sueño en los ojos—. Necesitamos tu opinión para una decisión que debemos tomar.

—Denki. Es. La. Jodida. Una. De. La. Mañana. —le digo entre dientes, aguantando las ganas de sacarle esa sonrisa a golpes. Eres muy joven para ir a la cárcel, eres muy joven para ir a la cárcel, eres muy joven para ir a la cárcel.

—¡Lo sé, lo sé! ¡Pero esto es importante!

Voy directo a gritarle unas cuantas cosas más, cuando la voz del que se denomina mi mejor amigo se escucha.

—Katsubro, un amigo acaba de volver del extranjero y no tiene donde quedarse. Me pidió dormir aquí esta noche para mañana buscar una residencia en otro lugar. —Eijiro me mira directamente—. No quiero dejarlo a la deriva, pero aquí no solo vivo yo y no puedo tomar decisiones por mi cuenta sin consultarle a todos ustedes.

—Yo dije que sí —asiente con euforia el rubio—. ¡Tengo muchas ganas de conocer al amigo de Eiji!

—Yo también acepté —farfulló Hanta, tallando sus ojos con ambos puños—. ¿Puedo irme a dormir? Todavía sigo con la resaca de hoy en la mañana...

—Solo quedas tú.

Son unos malditos traidores.

—Es jodidamente obvio que toda la mierda en esta maldita casa es democrática y que mi opinión no importa si ustedes ya dicen que sí —contesto, harto. Me molestan para esta estúpida situación—. ¡Pero si toca mi vajilla de porcelana, juro que lo mataré sin piedad alguna!

Veo a Denki dar saltitos emocionado al mismo tiempo que va hacia la puerta, mientras Eijiro respira aliviado y Hanta ya está durmiéndose en su lugar.

—Es una suerte, porque está afuera esperando para entrar —confiesa Eijiro, desviando la mirada.

Bastardos, ya lo tenían todo planeado.

Eijiro va a abrir la puerta y antes de que pueda gritarle, entra el idiota que quería pillar una gripe. Está empapado, a pesar de que dejó de llover hace una hora. Sostiene una maleta gris, que tiene diferentes stickers de la caricatura animada All Migth.

—Hola —dice. Para este momento, ya entiendo que es real y no me lo imaginé—. Soy Izuku Midoriya, muchas gracias por permitirme quedarme aquí esta noche. No molestaré mucho, lo juro... —Se detiene y pronto nuestras miradas se cruzan. Sus ojos se abren sorprendidos y me señala—. ¡Tú...! ¡Tú me diste tu paraguas!

Intento escaparme, pero Eijiro me sostiene, incrédulo. Hanta parece haber despertado de su sueño porque viene directamente hacia mí, aún más atónito.

—¿Le diste tu paraguas a un desconocido? —inquieren ambos, invadiendo mi espacio personal como siempre—. ¿Fuiste amable con una persona? ¿Tú? —sigue Hanta—. Katsubro, ¿de verdad? —pregunta Eijiro, zarandeándome.

—Yo siempre supe que Katsuki era amable en el fondo de su corazón —escucho decir a Denki.

Miro directamente al causante de todo este problema, que se toca la cabeza con gesto avergonzado.

—¿No podías callarte? —farfullo, quitándome a los dos imbéciles de encima—. Solo le di el paraguas. No es una mierda muy importante. El ridículo estaba bajo la lluvia. 

—¡Izuku, dios mío! ¿Cómo se te ocurre estar bajo la lluvia en esas condiciones? —empieza a regañar el pelirrojo, olvidándose de mi acto de generosidad. 

Pero claro. El otro maldito no lo va a dejar pasar tan fácilmente.

—Cuando te pedí prestado tu paraguas, me gritaste y me cerraste la puerta en la cara.

—Tú me caes mal, Hanta.

Suelta una risa, negando con su cabeza.

—No tenía idea de que tenías un buen corazón debajo de esa actitud asquerosa, queridísimo Katsuki.

—¡Cállate, maldito!

Nuestra conversación se ve interrumpida por la parejita, que acerca un poco más al recién llegado.

—No nos presentamos correctamente —dice Denki, feliz de tener a un nuevo inquilino a quien joderle la vida—. Yo soy Denki Kaminari, el novio perfecto y alegre de tu amigo bruto.

—Hanta Sero —se presenta el otro a mi lado, después de la sonora risa que suelta el tal Izuku—. De no ser por esos dos, este tipo de aquí me habría echado a la calle el primer día. Tiene una ligera obsesión con el orden —añade en tono bajo, para que yo no lo escuche, pero claramente no le funcionó. 

Se dio cuenta cuando mi mano hizo choque con su cabeza y él soltó un quejido.

Ya que todos estos imbéciles se presentaron, es mi deber hacerlo también. Pero el chico parece recordar perfectamente mi nombre.

—Eres Katsuki Bakugo —dice, sonriendo como si no lo hubiera conocido llorando—. Me lo dijiste hoy, hace unas horas. Gracias por tu paraguas. Lo tengo aquí. —Me extiende su mano, para devolverlo—. Mil gracias.

Lo tomo de inmediato, evitando mirar a los tres idiotas que seguramente están pensando cosas que NO son.

—Deberías cambiarte de ropa —le digo, girando para irme porque tengo que dormir, maldita sea—. Te ves patético de esa forma.

—¡Katsuki! —escucho que gritan los otros, pero no es como que me importe particularmente como se sienta...

Cuelgo el paraguas en donde debe ir mientras él les informa que por estar bajo la lluvia todo su equipaje está lleno de agua y no tiene nada para cambiarse.

Denki le ofrece su pijama, mientras Eijiro le dice un par de cosas a Izuku y Hanta se va felizmente a dormir y yo vuelvo a mirar una vez más al nuevo inquilino.

—Si buscas debajo de los cojines del sillón, vas a encontrar una manta de algodón —informo—. Y puedes encender el calefactor que está detrás del mueble blanco.

Y "no te importa" como se sienta, eh.

—Gracias, Katsuki.

Es la tercera vez en mi día que me agradece y por más que me moleste, se siente extraño, porque es la primera persona que entra en mi casa y al parecer, también en mi cabeza. Sería curioso que entre también en mi corazón... 

Rain (Katsudeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora