Capítulo 4

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Que desagradable es presenciar lágrimas del que no tiene la culpa.

———

Fue un día asqueroso, qué puedo decir.

La biblioteca estuvo llena de presencia indeseada y ridícula que apenas sabían la mierda de libros que iban a pedir.

No puedo gritar.

De no ser porque me pagan, renunciaría.

El negligente profesor de literatura contemporánea se la pasó hablando de su patética vida.

Joder, ¿por qué mierda creen que me interesa saber que su maldita esposa lo dejó? Voy a estudiar, no a hacer una maldita vida social.

Lo único que me hacía soportar el día sin matar a nadie era el hecho de que al volver a la residencia, podría cocinar lo que él día anterior compre.

El curry extra picante va a ser la cena.

Y el que no quiera, que se muera de hambre.

Killer Queen se reproduce en toda su gloria en mis auriculares.

La verdad es que estas cosas me salvan de tener que hablar con los otros estudiantes que tienen sus residencias en el campus.

Además de mi ya reputación de hijo de puta con las personas.

Simplemente no se acercan.

Lo que es fantástico.

Camino más rápido. Nunca falta la tipa del club de animadoras que no le temen al peligro e intentan hablar con cualquier persona que tenga pene  y sea de bonita cara.

Están malditamente necesitadas y, mierda, no estoy para esos juegos ridículos.

La jodida universidad es para estudiar y sacar la puta carrera rápido e ir a trabajar. Nada más.

Cuando por fin veo mi residencia, veo a un tipo golpeando la puerta con fuerza. Tiene el cabello de dos colores.

Me acerco, enfadado. ¡Le va a dejar una puta ralladura a la puerta y él no me la va a volver a comprar!

—¡Izuku, déjame explicarte esto! —grita.

Y de pronto algo hace click en mi mente.

Es igual al imbécil del dibujo del depresivo de mierda.

—¡¿Se puede saber qué haces aquí, jodiendo en mi maldita casa?! —exclamo, llegando a su lado. Detiene los golpes y me mira.

—Esto no te incumbe.

Suelto una risa incrédula.

—Quítate, hijo de puta infiel —le digo, apartándolo de un manotazo. Meto la llave al cerrojo y la abro.

Al otro lado, dentro de la casa, me encuentro a un Izuku hecho mierda, con los ojos llorosos y el pecho subiendo y bajando por el agitarse.

De inmediato soy apartado de la puerta con fuerza, en mi propia residencia, como si fuera un jodido y maldito estorbo.

—Izuku, Izuku, Izuku —repitió como imbécil. El pecoso se alejó, extendiendo su mano.

De pronto sentí que estaba viendo una telenovela dramática.

—No —negó. Las lágrimas volvían a caer por sus mejillas atestadas de pecas.

Creo que desarrollé un sentimiento desagradable al verlo llorar.

No me gusta.

Avanzo, sin importarme que este no sea mi problema y seguramente sea mejor irme. Vuelvo a darle el manotazo en el hombro para que retroceda y me pongo frente a él, dejando a Izuku detrás.

De aquí no pasará.

—Deberías irte —digo, tratando de sonar tranquilo.

—No te metas, maldita sea. Esto es entre él y yo —responde desesperado intentando verlo.

Da un paso, creyendo que seguramente me iba a apartar.

Lo detengo poniendo mi mano en su pecho. No me interesa que mierda quiera.

—Cuando una persona engaña a otra —le doy un empujón—, al menos tiene la decencia de desaparecer de su vida antes de hacer más maldito daño. Y no es una sugerencia lo de irte. Te lo estoy ordenando. Claro, a menos que quieras que te saque a patadas. Tuve un día horrible y desquitarme contigo sería lo ideal.

—¿Se puede saber quién demonios eres tú y por qué te metes en algo que no te incumbe?

Es una pregunta razonable.

Lástima que hoy tengo ganas de ser irracional.

—El maldito tipo que lo encontró llorando afuera de un hotel, después de llegar para darte una jodida sorpresa. Pero dime, ¿qué haces tú aquí? ¿No estabas muy feliz con esa maldita? Déjalo en paz, joder. Ni siquiera tuviste respeto por sus sentimientos y ahora quieres explicarle algo. Él se merece no escuchar tu explicación de mierda que seguro pensaste y repensaste para que saliera bien. 

—¡Necesito hablar con él! ¡Tú no eres nadie para decidir lo que Izuku quiere!

Cuando estoy apunto de lanzarle mi mochila llena de libros a la cara, la mano del aludido me detiene y me mira con ese rostro que dice "No hagas nada, por favor, yo lo arreglo".

Este tipo es un libro abierto.

—Katsuki, ¿podrías dejarme un momento a solas para hablar con él? —pidió, secando sus lágrimas con las mangas de la camiseta que Denki le prestó—. No molestará más.

Realmente quiero decirle que no tiene que por qué hacer esta mierda. Ya tiene suficiente con haber llorado toda la maldita noche y encima dibujando a este imbécil y su amante como para que ahora venga el mismo imbécil idiota e intente decirle mentiras bonitas para cualquier mierda ridícula dramática.

Pero no le puedo decir nada, porque esa es una mirada decidida. Una similar a otras que yo mismo he tenido. 

Podría simplemente echar al otro tipo. Sin embargo, algo me dice que Izuku se puede encargar.

Y si no, doy rienda suelta a mi enojo con gusto.

Acerco mis labios a su oreja. —Si te hace alguna mierda, juro que lo mato. Eres el amigo de Eijiro, por lo tanto ahora también el mío y no voy a dejar que te haga nada malo. Pero por favor, no caigas en una mierda de lo que te diga. No seas de esos que creen que volviendo a leer el libro, el final va a cambiar. Porque no es así. 

—Gracias, Katsuki —susurró, asintiendo. 

Vi el destello de una sonrisa sincera.

Eso, de alguna forma, significó todo.

Rain (Katsudeku) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora