Capítulo 6

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Es una bonita sonrisa. Tan hermosa como un arcoíris de esperanza luego de una tormenta dolorosa.

———

Izuku

Me remuevo en mi lugar, sin abrir los ojos. La verdad es que siento los parpados pesados y me gustaría seguir durmiendo. Acomodo mi cuerpo al lado de lo que definiría como un calefactor humano. Es muy calientito. Unos brazos rodean mi cuerpo y me aprietan aún más, a lo que casi puedo escuchar un ronroneo de mi parte. 

Entonces caigo en cuenta de que no sé quién me está abrazando.

Abro un ojo lentamente, encontrándome con el rostro de un Katsuki dormido. 

A tres centímetros de mi rostro.

De inmediato siento que los colores suben a mi cabeza. ¿Qué está pasando y por qué?

Quiero moverme, salir de esta prisión humana porque es demasiado vergonzoso.

—Quédate quieto, joder —escucho que dice, a lo que doy un respingo.  Su voz esta ronca, probablemente por despertar recientemente. Pero no abre los ojos. Solo me abraza más fuerte. Siento que me voy a morir aquí mismo—. Te dejé dormir tranquilo, ahora déjame dormir a mi.

—P-Pero... estás muy cerca...

Perezoso, abre sus ojos con el ceño fruncido.

—Tú fuiste el que se pegó como lapa —replica, a lo que siento como mis mejillas se calientan y me quiero esconder. No se supone que pasaría esto. Pero claro, ¿Cómo él no dormiría en su propia cama? Tuvo la bondad de aceptarme aquí el tiempo que quisiera—. ¿Te incomoda? Mierda, perdón. No quería incomodarte.

El frío que me deja cuando aleja su cuerpo del mío y da media vuelta es inexplicable. 

No, juro que no me incomodaba.

—¿Cómo estás? —susurra. Solo puedo ver su espalda y su cabello rebelde.

—Tengo sueño.

—Eso no, idiota. Me refiero a lo que pasó en la tarde. 

—Oh. —Bueno, era claro que me preguntaría por ello—. ¿Bien?

Ay no. 

No llores, no llores, no llores. 

Es en vano, ya estoy temblando y con las lágrimas acumulándose en mis ojos.

Katsuki se remueve en la cama y se gira hasta mi, viéndome directamente.

—Yo no diría que estás precisamente bien —susurró. Su mano viajó a mi mejilla, acariciando con tranquilidad. Ese gesto me dejó anonadado. Es muy delicado. Como si fuera una figura de porcelana y estuviera por romperme en cualquier momento—. Está bien, ¿sabes? Llorar no es una mierda mala. Aún más cuando te botaron. —Al decir eso, abre sus ojos arrepentido y suelta una maldición—. Lo siento, lo siento, eso no era lo que quería decir. Yo... mierda, no sé consolar a una persona, perdona a este estúpido tipo.

La carcajada sale de mi garganta inconscientemente. Ya está. Ridículo me veo llorando y riendo al mismo tiempo.

—No importa —respondo, poniendo mi mano sobre la suya, sin dejarlo apartarla de mi mejilla. Cierro mis ojos ante el contacto. Cálido y suave—. Tienes razón, me botaron. Me reemplazaron con facilidad. ¿Somos seres tan innecesarios en la vida de otros? La verdad... creo que me sobreestimaba demasiado como para pensar que alguien podía quererme para siempre.

No quiero abrir los ojos. Solo quiero ver la oscuridad mientras siento como las lágrimas caen. Tampoco quiero llorar de forma escandalosa. Solo me gustaría llorar en silencio. Sufrir en silencio. No es nada nuevo. 

Quizá sea mi propio corazón el que me da más problemas, porque lo quería.

Yo quería a Shoto.

No, lo quiero. 

Lo quiero, porque no puedo ser de las personas que dejan de querer a alguien tan fácilmente. Me gustaría ser como él, que se olvidó de lo que sentía por mi con rapidez y me sustituyó con otra persona. 

Quisiera olvidar a mi corazón, así, sin más. Rápido. 

Sencillo.

Pero tiendo a hacer las cosas complicadas. Mi corazón tiende a hacerlo y duele que complique algo tan sencillo.

—La verdad es que somos innecesarios en la vida de las personas —contesta Katsuki, sacándome de mis pensamientos—. Nadie nos necesita. Pueden pasar de nosotros con facilidad.

Si, tiene razón.

Me doy cuenta de que Katsuki tiende a tener la razón.

—Pero el ser innecesarios no significa que las personas tienen el puto derecho de hacernos sentir mal —vuelve a hablar. Abro mis ojos, sorprendido por la seriedad de sus palabras. Y ahora atrapado por la intensidad del rubí de su mirada—. Y que te hayan hecho daño, no significa que por ello vas a romperte frente a todos. No, mierda. Eres fuerte, supongo. Por lo que vas a mostrarle a cualquier puta persona que no importa que te hayan botado o engañado, porque estás bien sin escoria en tu vida. Tal y como ellos no te necesitan a ti, tú no los necesitas a ellos. Más bien, tú no lo necesitas a él. Que se vaya a la jodida mierda con su jodida perra.

—¡Katsuki! —lo reprendo, ante el último insulto. No me gusta que hablen mal de una mujer.

Una sonrisa aparece en sus labios, riendo bajito.

—Eres demasiado bueno, Izuku. Cualquiera en tu posición ya se habría encargado de hablar de una y mil formas mal de ella y tú estás aquí, reclamándome por haberle dicho perra.

—Hablar mal de ella no cambiará el hecho de que la eligieron por sobre mi —farfullo, desviando la mirada. 

Pronto aleja su mano de mi mejilla, a lo que me veo casi apunto de reclamar, pero da un golpecito en mi nariz, sonriendo relajado.

—Entonces, quizá sea momento de que tú te elijas a ti mismo y tu bienestar por encima del de un hijo de puta infiel que no te merece.

Solo lo observo, no digo nada. Parece otra persona ahora que no está enfadado o molesto. Su sonrisa es bonita. Debería sonreír más.

Entonces, casi como un huracán, la puerta de la habitación de Katsuki se abre, dejando entrar a tres chicos alarmados, que al vernos, se quedan quietos.

—¿Aún no lo matas? —inquiere el pelinegro, Hanta, suspirando—. Ya creí que tendríamos que esconder un cadáver.

—Yo venía directo a decirte que no es nada masculino asesinar al amigo de tu mejor amigo.

—Y yo venía a grabar la situación —dice Denki, tristón—, pero no hay ninguna situación, que pena.

—¡SALGAN DE MI MALDITA HABITACIÓN, JODIDOS IMBÉCILES!

Eijiro me sonríe antes de irse corriendo detrás de su novio y su amigo, mientras yo no puedo dejar de reír ante el enfado de Katsuki naciendo de la nada. Él me da un golpe suave en el brazo, reclamándome por reírme, a lo que solo me rio más fuerte.

—Ven, vamos —farfulla, levantándose—. Eres tan idiota que ni siquiera recordaste que un ser humano debe comer.

Ante la mención de comer, mi estomago gruñe con fuerza. Bajo la mirada avergonzado. Como siempre, mi estomago haciéndome pasar vergüenza.

—Mas vale que te guste el curry extra picante.

—Soy más fan del katsudon, pero puedo soportar un poco de picante.

Él suelta una carcajada. —Veamos cuanto puedes soportar, Pequitas.

Rain (Katsudeku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora