9 de mayo de 1893
Doh Mi-ri estaba fuera de sí.
Lo sabía porque acababa de decapitar todas las orquídeas de su amado invernadero. Las cabezas rodaban por el suelo en una carnicería hermosa y grotesca, como si estuviera representando una versión floral de la Revolución francesa.
No era la primera, ni siquiera la milésima vez, que deseaba que el séptimo Gukgong de Gyeongsang hubiera vivido dos semanas más. Dos miserables semanas. Después podía haberse emborrachado de veneno, atado a las cola de un caballo y haberse pegado un tiro en la cabeza.
Lo único que quería era que su Kyunggie fuera un Gukgong. ¿Acaso era pedir demasiado?
Gukgong... todo el mundo la llamaba así a ella cuando era niña. Era bella, educada, serena y regia; todos estaban convencidos de que se casaría con un Gukgong. Pero luego su padre fue víctima de un fraude que lo dejó casi en la ruina, y la larga y prolongada enfermedad de su madre hizo que la economía de la familia se hundiera, pasando de precaria a catastrófica. Acabó casándose con un hombre que le doblaba la edad, un rico mercader que deseaba infundir un poco de refinamiento en su linaje.
Pero la sociedad consideró que el dinero de Doh Seung-soo era demasiado nuevo, demasiado zafio. De repente, Mi-ri se encontró excluida de los salones donde antes había sido acogida. Se trago la humillación y juró que no permitiría que a su propio hijo le pasara lo mismo. El niño tendría el refinamiento de Mi-ri y la fortuna de su padre; arrasaría Hanseong y sería Gukgong, aunque fuera lo último que ella hiciese.
Kyunggie estuvo a punto de conseguirlo. Bueno, en realidad lo había conseguido. Esa vez la culpa fue toda de Seo-Joon. Pero luego, con gran asombro de Mi-ri, KyungSoo lo hizo de nuevo: se casó con el primo de Seo-Joon y heredero del título. Qué feliz y orgullosa, qué descansada estaba Mi-ri el día de la boda de su Kyunggie.
Y luego todo se estropeó. Chanyeol se marchó al día siguiente del enlace sin dar explicaciones a nadie. Y por mucho que suplicó, lloró y trató de engatusarlo, Mi-ri no consiguió sonsacarle a KyungSoo ni una palabra sobre lo que había sucedido.
—¿Qué te importa? —le replicó Soo, glacial—. Hemos decidido llevar vidas separadas. Cuando él herede, yo me convertiré igualmente en Gukgong. ¿No es eso lo único que siempre has querido?
Mi-ri tuvo que contentarse con eso. Mientras, en secreto, mantenía correspondencia con Chanyeol, dejando caer retazos de información sobre su Kyunggie entre descripciones de su jardín y de sus galas de caridad. Las cartas de él llegaban cuatro veces al año, tan seguras como la rotación de las estaciones, informativas y amables en extremo. Estas cartas mantenían vivas sus esperanzas. Seguro que tenía intención de volver algún día o no se molestaría en escribir a su madre política, año tras año.
Pero ¿por qué KyungSoo no podía dejar las cosas como estaban? ¿En qué pensaba aquel chico, arriesgándose a algo tan desagradable y perjudicial como un divorcio? ¿Y para qué, para casarse con aquel vulgar y corriente lord Oh, que no era digno de lavarle el baji y mucho menos de tocarlo sin ellos puestos? La idea la ponía enferma. Lo único bueno era que seguro que esto haría reaccionar a Chanyeol y actuar. Tal vez incluso volviera. Tal vez se produciría un apasionado enfrentamiento.
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𝑷𝒂𝒄𝒕𝒂 𝑷𝒓𝒊𝒗𝒂𝒕𝒆 [ChanSoo]
Fanfiction𝐸𝑛 𝑙𝑎 𝐶𝑜𝑟𝑒𝑎 𝑑𝑒 𝑓𝑖𝑛𝑎𝑙𝑒𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑠𝑖𝑔𝑙𝑜 𝑋𝐼𝑋, 𝐿𝑜𝑟𝑑 𝑦 𝑆𝑖𝑟 𝑃𝑎𝑟𝑘 𝑒𝑛𝑐𝑎𝑟𝑛𝑎𝑛 𝑢𝑛 𝑚𝑎𝑡𝑟𝑖𝑚𝑜𝑛𝑖𝑜 "𝑝𝑒𝑟𝑓𝑒𝑐𝑡𝑜", 𝑏𝑎𝑠𝑎𝑑𝑜 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑒𝑡𝑜 𝑦 𝑙𝑎 𝑙𝑖𝑏𝑒𝑟𝑡𝑎𝑑, 𝑠𝑜𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑝𝑜𝑟�...