Capítulo 10

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Febrero de 1883

—Mi querido primo, el Gukgong de Pyongan, se casa hoy —dijo la Hyeonbaek de Halla-san — conocida más cariñosamente como la tía Chae, diminutivo de ChaeRin. Era prima en segundo grado de la madre de Chanyeol y había venido desde Jeju-do para asistir a la boda—. Me han dicho que la novia no es nadie, una cazafortunas.

Lo mismo dirían de él si no estuviera en línea directa de sucesión de un título, se dijo Chanyeol, irónicamente. En cambio, sería KyungSoo quien cargaría con el peso del sarcasmo que su apresurada boda iba sin duda a generar, por sus hazañas en la escalada social.

—Seguro que la boda de su noble primo habrá sido un evento grandioso —dijo Chanyeol.

—Muy probablemente. —La anciana Hyeonbaek asintió. Tenía el pelo de un raro matiz y llevaba un complicado peinado—. No puedo recordar el nombre de la novia. ¿Kim Yoo-ba? ¿Jim? ¿O ni siquiera se llama Yoo-ba?

Chanyeol sonrió. La tía Chae era famosa por su prodigiosa memoria. Debía irritarla en extremo no poder recordar algo que tenía justo en la punta de la lengua.

Se sentó junto a ella y le sirvió más té en una copita.

—¿De dónde es la novia?

—De algún sitio en la frontera con China, creo.

—Conocemos a algunas personas de allí —dijo él. A Yoon-Ah, por ejemplo.

La Hyeonbaek frunció el ceño y trató de concentrarse en medio de la animada conversación que fluía en el magnífico salón del palacio del Gukgong de Gyeongsang. Treinta de los parientes de Chanyeol habían llegado del continente para asistir a su boda, pese a haberlos avisado con tan poco tiempo. Y su madre estaba encantada de poder recibir, por fin, en una mansión propia, por abandonada que estuviera.

—¿Yoo-byul? —La tía Chae se negaba a rendirse—. Detesto hacerme vieja. Cuando era joven, nunca olvidaba un nombre. Veamos. ¿Kim?

—¿Yoonsa? ¿Lee? —dijo Chanyeol bromeando. Estaba de muy buen humor. A la mañana siguiente a esa misma hora se casaría con el joven más extraordinario que había conocido nunca. Y por la noche...

—¡Im! —exclamó la Hyeonbaek—. ¡Eso es! Todavía no he perdido del todo la chaveta.

—¿Im Yoon-Ah? —Una vez se había electrocutado accidentalmente durante un experimento en la Polytechnique. Ahora sentía exactamente la misma descarga en las puntas de los dedos—. ¿Se refiere a la viuda del Hyeonbaek de Hambung?

—Cielo santo, no es tan horroroso. Hablo de su hija, Yoon-Ah, ese es su nombre, no Yoo-ba. El pobre JungSoo está loco por ella.

Algo sonaba en su cabeza, una incipiente alarma que intentaba ahogar. Los títulos que tenían su origen en el reino de Goryeo se transmitían en perpetuidad por línea masculina. Bien podría haber otro Hyeonbaek de Hambung, de una rama lateral de la familia Im, que tuviera una hija casadera llamada Yoon-Ah.

Pero ¿qué probabilidades había? No, se trataba de su Yoon-Ah, de aquella cuya felicidad había esperado garantizar, en un tiempo. Pero ¿cómo? ¿Cómo se podía casar con dos hombres en un mes? Simplemente no podía. O bien la Hyeonbaek se equivocaba o la propia Yoon-Ah se equivocaba. Una alternativa ridícula, claro. Por supuesto, Yoon-Ah sabía cómo se llamaba el hombre con quien iba a casarse. La Hyeonbaek debía de estar equivocada.

—La conocí hace años, cuando estábamos en San Petersburgo —dijo, cautelosamente—. Creía que se había casado con un Huang zǐ de la Dinastía Qing.

𝑷𝒂𝒄𝒕𝒂 𝑷𝒓𝒊𝒗𝒂𝒕𝒆 [ChanSoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora