Capítulo 16

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Febrero de 1883

KyungSoo se despertó en una habitación bañada por una pálida luz. El reloj señalaba las nueve y media. Se sentó de golpe y tuvo que apresurarse a coger el cobertor para cubrir su desnudez. ¡Cielo santo! Se suponía que tenían que salir hacia Pusan a las nueve, para empezar su viaje a París.
Bajó de la cama, se puso la bata que seguía arrugada en un montón encima de la alfombra, corrió a su habitación y tiró del cordón para pedir agua caliente. Ya habían dejado preparada su ropa de viaje la noche antes. Se puso sus seokbaji, el baji, sus beoseon.

Lo siguiente era el Jeogori. Se detuvo. De acuerdo, se había vestido con una rapidez excepcional, pero de todos modos, su criado ya tendría que haber llegado con el agua caliente. Tal vez se había despistado en aquella casa desconocida para él.
Se ocupó del Jeogori.

Se abrió la puerta.

—¡Date prisa, Taemin! —exclamó—. Hace ya dos horas que tenía que estar vestido.

No era Taemin. Era Chanyeol, listo para marcharse, con el mismo aspecto que si acabara de descender del monte Olimpo, frío, sereno y perfecto. Mientras que él todavía estaba lamentablemente a medio vestir, con el pelo totalmente alborotado.

Pero él ya lo había visto con mucho menos, ¿no? Se había comportado como un absoluto desvergonzado, curioso y voraz, y Chanyeol, bueno a él no pareció importarle lo más mínimo. Habían hecho el amor, deliciosamente, hasta la madrugada.

—Hola, Chanyeol —dijo, sintiéndose inusualmente tímido. Le ardían las mejillas y también la garganta y el...

—Hola, Kyunggie —respondió él. Había perdido toda traza de acento durante el último mes. Ahora sonaba como si hubiera nacido y se hubiera criado en la casa real.

Dudó un poco sobre qué decir, lo dejó correr y le sonrió.

—Lo siento. Estaré listo en un minuto y podremos marcharnos.

Él lo estudió, con la cara seria y los ojos opacos.

—¿Puedes arreglártelas solo?

Sin esperar respuesta, acudió en su ayuda, haciendo que diera media vuelta y ayudándolo a terminar de ajustar su hanbok. KyungSoo tragó aire, lo contuvo y admiró su progreso en el espejo. Tenía un toque ligero pero seguro, y sus manos eran tan diestras como las del propio dios Apolo. Le encantaba admirarlo, era una sensación divina, toda gozo y orgullo absoluto.

—Listo —dijo él.

KyungSoo giró sobre sí mismo, pero Chanyeol se apartó justo cuando él estaba a punto de cogerlo. Vaciló. Tal vez no había visto la mano tendida. Cogió el cepillo del pelo.

—No sé por qué mi criado no ha venido todavía. Solo tengo una idea muy rudimentaria de cómo peinarme.

Él estaba junto a una ventana que daba al bosque de detrás de la casa.

—No hay prisa, tómate el tiempo que quieras. Le he dado el día libre al servicio. No nos vamos.

—Pero ya vas con retraso para tus clases —dijo, pasándose el cepillo por el pelo enredado—. El barco no sale de Pusan hasta la una y media. Todavía tenemos tiempo.

Sus labios se curvaron formando algo que se parecía a una sonrisa, pero no lo era.

—Puede que no me haya expresado con claridad. No he dicho que yo no me fuera.

Muchos años antes, en una reunión familiar, uno de sus primos, le había apartado la silla justo cuando estaba a punto de sentarse. Aunque la caída solo fue desde una altura de dos pies, la colisión sacudió todos los órganos del interior de su cuerpo.

𝑷𝒂𝒄𝒕𝒂 𝑷𝒓𝒊𝒗𝒂𝒕𝒆 [ChanSoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora