31 de mayo de 1893
A KyungSoo le habría gustado poder predecir mejor al hombre que era su marido.
Estaba absolutamente seguro de que le exigiría que hicieran el amor de camino a casa de su madre; tan seguro, de hecho, que había tomado precauciones. Y el corazón le latía de forma irregular desde el momento en que salieron juntos de la casa.
Pero él se puso a trabajar en el diseño de algún aparato mecánico antes incluso de que el carruaje saliera, dejándolo con poco que hacer salvo mirar cómo pasaba el mundo a través de su ventana, sintiéndose completamente tonto.
Y cohibido. Y un poco aturdido.
Lo había elogiado, con un cumplido sincero, por algo que a él le importaba de veras. Se sentía como un debutante en su primer baile, después de bailar de forma inesperada con el libertino más extraordinario y famoso de todos. Sabía sin lugar a dudas que aquel burbujeo cálido que sentía no era correspondido, que era insensato y estaba fuera de lugar, pero no podía hacer absolutamente nada para evitarlo.
Él escribía en inglés con una letra suelta, inclinada, desarrollando páginas y páginas de ecuaciones que, al no iniciado, le parecerían tan incomprensibles como los jeroglíficos antes de descubrirse la piedra Rosetta. Hasta él, que había recibido una amplia instrucción en matemáticas y mecánica —para que no tuviera trabas, debido a la ignorancia, al tratar con sus propios ingenieros— solo comprendía partes, al mirar los números y símbolos al revés.
Descifró que trabajaba en algo relacionado con el calor y el intercambio de gases. Cuando sus cálculos pasaron a la velocidad angular, dedujo que estaba afinando el diseño de un motor de combustión interna.
Tenía sus dudas sobre el automóvil. Ciertamente, era maravilloso y novedoso y ahora viable. Pero ¿quién, aparte de los más aventureros y más ricos, querría ser dueño de uno y conducirlo, cuando los carruajes y palanquines eran mucho más sencillos y más cómodos en la ciudad, los trenes y barcos mucho más rápidos y fiables para las largas distancias? Más allí en Joseon, una nación alejada de los avances de occidente.
Pero sentía la suficiente curiosidad como para haber viajado hasta Europa y hecho una visita a Herr Benz, en Mannheim, el verano anterior, y estaba a punto de negociar una licencia para construir motores Benz en su propia fábrica de Copenhague. El ábaco interno que había heredado de sus antepasados Doh calculó rápidamente lo que se ahorraría si pudiera usar el diseño de Chanyeol… sí funcionaba.
Y si él fuera de verdad su marido.
—¿Qué problema tienes con tu motor?
—No puede eliminar los gases de combustión lo bastante rápido cuando su velocidad de rotación excede las cien revoluciones por minuto —respondió él, sin levantar la cabeza. Sin expresar ninguna sorpresa ante su conocimiento de temas fuera del alcance de la abrumadora mayoría de hombres y mujeres, a decir verdad.
Pero también es cierto que lo sabía todo sobre el honorable señor Wu, que había sido el tutor de KyungSoo antes de convertirse en su amante.
El vacío parcial creado por la salida de los gases de combustión atraía aire fresco y combustible al interior del cilindro. La expansión del gas creada por la ignición de la mezcla de aire y combustible alimentaba el motor, pero los gases residuales que no fueran expulsados reducirían su rendimiento.
—Habría que empezar el ciclo de expulsión en un punto anterior de la rotación del cigüeñal —dijo KyungSoo—. Sacrificarías un poco de potencia, pero mejorarías el rendimiento.
—Correcto.
—El problema reside en determinar en qué punto exacto, ¿verdad? —preguntó. Sus ingenieros habían dado mil vueltas al voltaje del tercer motor que habían diseñado para los nuevos barcos de su astillero.
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𝑷𝒂𝒄𝒕𝒂 𝑷𝒓𝒊𝒗𝒂𝒕𝒆 [ChanSoo]
Fiksi Penggemar𝐸𝑛 𝑙𝑎 𝐶𝑜𝑟𝑒𝑎 𝑑𝑒 𝑓𝑖𝑛𝑎𝑙𝑒𝑠 𝑑𝑒𝑙 𝑠𝑖𝑔𝑙𝑜 𝑋𝐼𝑋, 𝐿𝑜𝑟𝑑 𝑦 𝑆𝑖𝑟 𝑃𝑎𝑟𝑘 𝑒𝑛𝑐𝑎𝑟𝑛𝑎𝑛 𝑢𝑛 𝑚𝑎𝑡𝑟𝑖𝑚𝑜𝑛𝑖𝑜 "𝑝𝑒𝑟𝑓𝑒𝑐𝑡𝑜", 𝑏𝑎𝑠𝑎𝑑𝑜 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑒𝑡𝑜 𝑦 𝑙𝑎 𝑙𝑖𝑏𝑒𝑟𝑡𝑎𝑑, 𝑠𝑜𝑏𝑟𝑒 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑝𝑜𝑟�...