Capítulo 29 (Final)

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—Si no le molesta mi atrevimiento, lord Park, creo que mi hija Jessica sería una espléndida marquesa para usted —dijo la señora de Williams.

—No me molesta en absoluto —dijo Chanyeol—. Todo el mundo sabe que me han gustado sobremanera las personas atrevidas. No obstante, tengo casi el doble de edad que la señorita Jessica y, la última vez que lo comprobé, todavía seguía estando muy casado.

—Caramba, señor, es usted todo un caballero —ronroneó la señora Williams. No obstante, sus modales de bella sureña no lograban ocultar del todo su férrea determinación—. Pero, según numerosas fuentes dignas de crédito, a ambos lados del mundo, quizá no siga casado mucho más tiempo.

«Se debe a que es joven y antes era un don nadie empobrecido. Dé por sentado que a partir de ahora le lloverán las propuestas.» Después de casi once años, la predicción se estaba haciendo realidad. No era la primera vez que la señora Williams abordaba aquel asunto en las últimas semanas. Tampoco era la primera ni la segunda ni la tercera matrona con unos hijos casaderos que insinuaba que sus preciosos niños eran los candidatos perfectos para él.

Durante toda la cena, la primera que daba desde su regreso de Joseon, se había sentido como en un escaparate, como si fuera una oca cebada a punto de ser convertida en foie gras. Las sonrisas de las mujeres eran demasiado brillantes, demasiado obsequiosas. Hasta los hombres con los que había compartido cigarros, whisky y operaciones empresariales durante los últimos diez años lo miraban de manera diferente, con la clase de calurosa aprobación que era mejor reservar para los amantes.

—Bien, dígame, milord, ¿vendrá a cenar el próximo miércoles ? —prosiguió la señora Williams con su acento sureño—. Me parece que no ha visto a Jessica desde hace sus buenos seis meses y se ha vuelto mucho más guapa y elegante y...

Las puertas del salón se abrieron, de hecho se separaron como si las hubiera empujado un ciclón. En el umbral apareció un hombre con un perro. El perro era pequeño, bien educado y estaba adormilado, acurrucado en el brazo del hombre. Era bajo, pero su falta de estatura la compensaba con su altivez y era arrebatador, con su pequeña figura metida dentro de una túnica confeccionada en seda roja y bordada con hilos de oro, digna del mismísimo rey de Joseon, en el sangtu llevaba una diadema a juego con una joya en su mano que irradiaba brillos con destellos en rojos. E, incongruentemente, también exhibía un anillo con un zafiro muy humilde en la mano izquierda.

—Pero ¿quién es ese hombre? —preguntó la señora Williams, a la vez irritada y fascinada.

—Ese hombre, mi querida señora Williams —respondió Chanyeol, con un júbilo que no podía ni quería disimular—, es mi señor esposo.

***

Nunca en toda su vida se había sentido KyungSoo tan vulnerable, allí de pie ante unos desconocidos... y un esposo que esperaba a su amante dentro de una hora.

Ya había reservado una suite para el viaje de vuelta y telegrafiado a Seunghwan para que tuviera preparada la casa en Jeju. En el escritorio de la habitación del hotel había un cable para la señora Doh —«Park sale con la Gukgong Yoon-Ah, nacida Im», pero por alguna razón no había podido enviarlo, no podía admitir aquella derrota final, no sin una última carga colina abajo, lleno de gallardía y, en gran medida, condenado al fracaso.

Ahora todas las miradas estaban fijas en él, incluida la de Chanyeol. Había sorpresa en su cara, una cierta diversión y luego una indiferencia que no auguraba nada bueno para sus posibilidades. Esperó que reconociera su presencia, que le lanzara, por lo menos, unas palabras de saludo. Pero excepto unas pocas palabras inaudibles dirigidas a la mujer sentada junto a él, no dijo nada, dejando que saltara al precipicio él solo.

𝑷𝒂𝒄𝒕𝒂 𝑷𝒓𝒊𝒗𝒂𝒕𝒆 [ChanSoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora