Los días eran lluviosos y grises, tristes como el ánimo general de las personas que sólo querían reconstruir sus vidas y seguir adelante. Pero la tormenta de los intereses propios era más fuerte y se cernía sobre ellos. Había llegado de la nada, los truenos no habían sido tan lejanos como habían pensado. Simplemente se dejó caer y ahora forzaba la mano de la reina Elinor a algo que no quería hacer.
El salón se encontraba en un sepulcral silencio, unos pocos hombres rodeaban la larga mesa y la reina se encontraba sentada a la cabecera, pergamino sobre la mesa y pluma en mano. El decreto de la ley marcial esperaba por su firma, algo que nunca quiso implementar, algo que hubiera preferido no se diera a menos que las circunstancias fueran absurdas… Pero lo eran.
Su pulso era firme y su expresión siempre austera, pero por dentro estaba temblando… de rabia y de miedo.
El mal que había aquejado a los clanes había llegado a la capital finalmente, un grupo de subversivos, rebeldes, vándalos y criminales que abogaban por el final del reinado de los Dunbroch había llegado a cambiarlo todo. Como si no fuera suficiente todo lo que había asolado al reino, esa gente… esa gente osaba destartalar las delgadas piernas sobre las cuales el reino se ponía de pie.
Elinor no quería una ley marcial, no quería enviar sus ejércitos a las calles ni blindar las fronteras, pero estaban forzando su mano.
Hamish estaba en una especie de coma, los médicos decían que era un muchacho fuerte y que seguramente sobreviviría. El muchacho permanecía inconsciente luchando por su vida, postrado en una cama mientras su cuerpo intentaba sanar las heridas de flecha en la espalda. Hubert tenía la pierna derecha rota y Harris tantas contusiones que le era difícil moverse sin sentir dolor.
Sus hijos, sus bebés…
Sí, habían sido irresponsables al pretender escalar la cascada de fuego, pero lo que vino después nada tuvo que ver con esa imprudencia. Hombres llegaron a los pies de la cascada y simplemente, como si no fueran tres chiquillos, les dispararon flechas a matar. Caer al agua les salvó la vida a los tres, pero la corriente no fue ni remotamente piadosa, el cauce del río los arrastró con violencia por tres km antes de que Harris pudiera arrastrarlos a la orilla. Y bendita fuera Mérida y el amor y entrenamiento que le había dado a Angus, porque el caballo había galopado junto al río, desesperado intentando no perderlos de vista hasta que pudo alcanzarlos.
Regresaron el castillo en un estado lamentable… mortal. De haberse demorado un poco más quizás Hamish no estaría luchando por su vida en ese momento.
Elinor presionó la pluma contra el pergamino y firmó en un limpio y ágil movimiento. Dejó caer cera caliente junto a la firma y aplicó su sello… Hecho estaba, la ley marcial se anunciaría de inmediato y se aplicaría a partir de esa noche.
El reino estaba tan tenso, la gente sólo quería seguir viviendo en paz pero había otros que no podían con eso, había quienes querían destruirlo todo, derribar a la familia en el trono y… ¿y qué? Elinor no se molestaría en averiguarlo. Le pesaba tener que aplicar ese decreto porque siempre era el pueblo el que salía perjudicado, pero no podía dejar pasar esa afrenta, ese ataque directo a sus hijos, a su familia y su nombre.
Sus consejeros asintieron e hicieron una reverencia. Tomaron el pergamino y se marcharon cargando las nuevas órdenes.
Elinor sintió que el mundo estaba sobre sus hombros, el peso era tanto que juraría estaba un poco más encorvada… y no era cansancio, era mucho más. Era una mezcla de emociones sumada a que sentía que todo se desmoronaba a su alrededor. ¿Acaso estaba haciendo un mal trabajo? No, había mucho de lo que no estaba segura, mucho que creía era un error, pero estaba segura de que ella era la mejor esperanza de ese reino. Ninguno de los hombres que la rodeaban podría hacer eso, ninguno estaba capacitado. Creían tener nervios de acero, creían que eran la gran cosa, pero nadie sabía lo que era realmente, porque ninguno había estado en el trono ni por un segundo, y ella había hecho mucho más que acompañar a su esposo durante años.

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Valiente II
FantasíaHan pasado 5 años desde que Mérida Dunbroch se plantó frente a los clanes y defendió su mano. En la víspera deben cumpleaños, rodeada de amigos y familia, celebrando como siempre... una tormenta se desata trayendo consigo el rugir de la guerra. Un a...